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sábado, 1 de febrero de 2025

Relato Erótico : Tres Pollas para una sola Chica

Imagina una noche donde los límites se desvanecen y el placer se multiplica. Este relato anónimo, encontrado en la red, nos sumerge en una experiencia llena de fantasía y desenfreno. "Tres Pollas para una sola Chica" es una historia que explora la intensidad de un encuentro grupal, donde una mujer se convierte en el centro de atención de tres hombres dispuestos a satisfacer sus más profundos deseos.

La narrativa es audaz, detallada y llena de momentos que despiertan los sentidos. Si te gustan los relatos que desafían lo convencional y te llevan a un mundo de pasión desbordada, este es para ti.

Y si este relato te deja con ganas de más, no te pierdas "Del Whatsapp al trío con el amigo de mi marido". En esta historia, una conversación inocente en WhatsApp se convierte en una experiencia íntima que cambiará la vida de todos los involucrados. 

¡Espero que estas historias te lleven a un mundo de fantasías ardientes y te dejen con ganas de más!

Relato Erótico : Tres Pollas para una sola Chica

Relato Erótico : Tres Pollas para una sola Chica

Hola, somos una pareja joven que nos gusta innovar en todos los sentidos. En la cama somos pura pasión y siempre estamos renovándonos pero nunca nos habíamos atrevido a ir más allá de nosotros dos, pero sabíamos que pronto o tarde llegaría el momento, porque lo habíamos comentado muchas veces.

Mi mujer y yo habíamos decidido pasar el verano en un camping a pasar. Elegimos un camping de la costa española, concretamente en Andalucía. Lo cogimos todo y nos pusimos de camino hacia allí. Cuando llegamos nos atendieron en recepción y nos dieron una parcela grande. Nos pusimos a bajar cosas de nuestro coche y empezamos a montar nuestra tienda de campaña. En la parcela de nuestro lado, había unos chicos jóvenes, tendrían unos 25 años los dos, eran los típicos chicos fuertecillos y guapitos, cuando nos vieron nos saludaron, nos pusimos a hablar con ellos, nos comentaron que era un camping bastante acogedor y que nos lo pasaríamos muy bien.

Cuando terminamos de montar la tienda decidimos pasear para conocer las instalaciones así que nos pusimos el bañador y después de conocer las dependencias del camping nos fuimos a una playa cercana.

Llegamos a la playa, era muy tranquila y había poca gente, pusimos nuestras toallas en la arena y nos fuimos al agua. En ese momento llegaron nuestros vecinos del camping y se pusieron muy cerca de nuestras toallas. Cuando salimos del agua nos fuimos a las toallas a tomar un poco el sol. A causa del calor y del sol, decidí cerrar un poco los ojos y me dormí. Cuando desperté mi mujer estaba hablando con los dos jóvenes. Me acerqué a ellos para unirme a la conversación. La conversación se extendió hasta tarde y decidimos volver al camping.

Hacia las nueve de la noche decidimos tomar una ducha y cuando llegamos a las duchas del camping había un cartel en la puerta diciendo que eran mixtas. Entramos a la ducha con el bañador y el bikini puesto y empezamos a ducharnos.

En ese momento entraron por la puerta nuestros vecinos, ellos también iban con los bañadores puestos, nos saludaron y empezaron a ducharse. Cuando nos dimos cuenta los dos jóvenes se habían quitado el bañador. Mi mujer estaba perpleja, los dos tenían unas pollas gordas, largas y perfectamente depiladas. Tranquilamente se pusieron a hablar con nosotros mientras se duchaban, nos dijeron si nos apetecía hacer algo esa noche. Mi mujer en ese momento no estaba atenta a la conversación, sus ojos solo se dirigían a sus pollas, yo notaba que se iba poniendo más y más cachonda. Uno de ellos, el más lanzado, le dijo que se le iba a caer la baba, mi mujer sonrió y solo asintió con la cabeza. Como es muy curiosa les pregunto el tamaño de aquellos dos miembros. Uno de ellos le dijo 15cm en reposo y 23cm empalmada, mi mujer se rio. El joven se acerco a ella y le dijo si quería comprobarlo. Mi mujer se quedó en shock, me miró y yo le guiñé un ojo, así que el joven le cogió la mano y la puso sobre su polla. La mano de mi mujer se quedaba muy pequeña al lado de aquel trozo de carne. Ella empezó a masturbarle, su mano subía y bajaba en aquella enorme polla, yo la miraba hacerlo y me iba empalmando. Nunca la había visto en esa situación, pero me estaba gustando. De repente ella se arrodilló y empezó a chupársela, empezó suavemente y poco a poco iba metiéndosela toda en la boca, su velocidad iba en aumento, el mismo aumento que sufría la polla del joven. Yo me acerque, y mi mujer, mientras chupaba aquella polla, empezó a masturbarme, el otro chico se acercó a mi mujer, ella extendió la mano, se la cogió y empezó lentamente a masturbarlo. En esos momentos soltó mi polla y se la puso en la boca, me encantaba notar como su lengua recorría mi glande, era la primera vez que la veía en ese estado, estaba decidida, iba cambiando continuamente de polla, las chupaba de arriba hasta abajo. Uno de los jóvenes le cogió la cabeza y la hizo engullir toda, los hilos de saliva le caían por la comisura de los labios. Uno de los jóvenes le quitó la parte de arriba del bikini y empezó a chuparle los pezones. El otro le quitó la parte de abajo y empezó a masturbarla. Los gritos de mi mujer iban en aumento. Los dedos de aquel chico se metían a la velocidad de la luz, mientras ella no paraba de masturbarme y de meterse mi polla en la boca. En esos momentos pidió que alguien se la metiera. Uno de los chicos se levantó y empezó a frotar la cabeza de su polla por toda su rajita. Ella empezó a gemir, la quería dentro, quería notarla toda, el chico poco a poco empezó a metérsela centímetro a centímetro hasta llegar a chocar sus huevos contra su culo, ese sonido me encantaba, y verla disfrutar aún más. El chico empezó bombeando muy despacio y poco a poco más rápido, ella, mientras, nos masturbaba y nos comía la polla. Me acerqué a su oreja y le dije si quería doble penetración, me besó y me dijo que sí. El chico se la sacó y se acostó en el suelo, ella se sentó encima de él y empezó a cabalgarlo, yo me puse detrás y empecé a chuparle el culo. Poco a poco le metí un dedo, dos y hasta tres, ella gemía y me suplicaba que se la metiera. En esos momentos puse la cabeza de mi polla en la entrada de su culo y fui empujando, ella pegó un pequeño grito que me indicó que le estaba gustando, y poco a poco la metí toda. Tenía mis 16cm dentro, y aunque pueden parecer pocos, es gorda, y a ella le encanta. Cuando ya la tenía dentro empecé a moverme despacio, mientras el otro chico la metía y la sacaba de su coño. Notaba la otra polla rozar con la mía, el chico empezó a moverse y mi mujer empezó a gritar. Estaba a punto de correrse, en esos momentos me aparté y el chico que estaba en el suelo de un solo golpe la levantó, ella con la polla aún dentro, lo cogió por el cuello y sus piernas lo rodearon, tenía el culo a nuestra disposición. Invitamos al otro chico a que se la metiera, el accedió.

En esos momentos me puse delante, la veía disfrutar, empecé a masturbarme, sabía que le gustaba verme como me masturbaba. Ella tenía las dos pollas dentro y se movían de forma rápida, empezó a gritar, gritaba fuerte, estaba sudada y mojada, en esos momentos empezó a gritar: ¡Me corroooooo! Sus gritos se escucharon por todas las duchas, los dos aceleraron el ritmo de sus embestidas. El que tenía la polla en el culo empezó a correrse, sacó la polla y, de su culo, empezó a salir abundante cantidad de semen. El otro chico la bajó, ella se arrodilló, el chico empezó a masturbarse rápido, mi novia se giró y le sacó la lengua, la quería en la boca. Lamía aquel glande. El chico empezó a correrse en su boca, el semen le caía por la comisura de sus labios, ella la lamió y chupó hasta dejarla brillante.

Solo faltaba yo por correrme, me cogió del culo y se engullo mi polla, empezó a mover su lengua, estaba a punto de correrme, la avisé y se la metió de golpe. Empecé a correrme en su boca, no se le escapó nada, estaba tragando todo mi semen. Esperó a que se me pusiera flácida y la sacó.

Nos duchamos los cuatro, estábamos cansados y volvimos a nuestras tiendas de campaña. Nos despedimos e intercambiamos los números de teléfono. Los dos chicos nos dijeron que se iban al día siguiente.

Esa noche, hablando de lo que había sucedido, mi mujer me dio las gracias por esa aventura. Nos dormimos muy pronto y al despertar al día siguiente nuestros vecinos ya no estaban.

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Una sugar mami paga 5000 euros por un polvo a un hombre musculoso (Relato Erótico)

 ¿Qué pasaría si el dinero y el deseo se encontraran en un mismo lugar? Este relato anónimo, encontrado en los rincones más intrigantes de la red, nos lleva a un mundo donde los roles de poder se invierten y la lujuria tiene un precio. "Una sugar mami paga 5000 euros por un polvo a un hombre musculoso" es una historia audaz, llena de sensualidad y fantasías que desafían lo convencional.

La narrativa nos presenta a una mujer madura y poderosa que no duda en pagar una fortuna por vivir una noche de pasión con un hombre que cumple todos sus deseos. Los detalles son picantes, y la tensión sexual se mantiene hasta el último momento.

Si este relato te deja con ganas de explorar más historias donde el dinero y el deseo se entrelazan, no te pierdas este relato erótico de una prostituta en el taxi. En este relato, un conductor de taxi vive una noche inolvidable cuando una misteriosa pasajera le ofrece mucho más que un viaje. 

Una sugar mami paga 5000 euros por un polvo a un hombre musculoso (Relato Erótico)

Relato Erótico : Una sugar mami paga 5000 euros por un polvo a un hombre musculoso

Yo tenía treinta años entonces. Era alto y fuerte, con un cuello de toro, piernas como columnas, brazos musculosos pero sin exagerar, llevaba el pelo negro, tenía un aspecto lorquiano de moreno de verde luna. Todos los días a las siete de la tarde me tomaba un whisky en el pub Bortimer, en la avenida del Mediterráneo de Madrid, un local decadente que me encantaba. Me gusta tomarme copas en sitios sombríos, esconderme en un rincón con mi copa en la mano para otear el horizonte. Aquel día fue distinto. Me senté en la mesa de siempre, estaba abstraído, mirando el culo de una rubia que se apoyaba en la barra. Sólo me di cuenta de su presencia cuando se sentó en la silla que estaba vacía delante de mí. Me fastidió porque me impedía seguir con los ojos clavados en la rubia. Le miré con cara de pocos amigos.

-Soy Eduardo Altares.

-¿Nos conocemos? –le pregunté, un poco escamado.

-Me estoy presentando. Soy el secretario de una persona que tiene interés en ti.

-¿Quién es?

-No te lo puedo decir.

-Vale y ¿por qué no levantas tu culo de la silla y me dejas tranquilo?

-Es una mujer madura, muy bien conservada, cuarenta y cinco años, que tiene mucho dinero y que quiere hacerte una oferta.

-A mí no me gustan los jeroglíficos ni los misterios –seguí poniéndome un poco borde.

Pero el hecho de que fuera una mujer despertó mi curiosidad.

-Ella está muy interesada en conocerte.

-La apuntaré en mi lista, pero adviértele de que es muy larga.

-No le importa esperar –el tipo no se rendía pese a mis chulerías.

-Tráeme una foto de esa mujer y le diré si me interesa que me conozca.

-No es posible. Ella está dispuesta a pagar bien, muy bien, por tener una cita contigo.

-¿Se cree que soy un puto? Yo sólo follo con las que me gustan.

-Esta te gustara, te lo aseguro.

-¿Y cuándo me ha visto esa mujer?

-En el gimnasio. Creo que le gusta tu cuerpo.

-¡Vaya, vaya! Pero yo no cobro a las mujeres, busca en otra parte –insistí.

-Serían tres mil euros por una cita.

-¿Una cita?

-Una cita especial, claro –me dijo aquel hombre de unos cuarenta y cinco años, que vestía un traje impecable y llevaba una corbata con un nudo doble Wilson, un tipo decimonónico.

El tipo se marchó en silencio, como una sombra, como había llegado. Me quedé perplejo. Aquella tía debía estar para encerrarla, o era más morbosa que yo. Y está idea empezó a echar raíces en mi cabeza. ¿Por qué no? Era una experiencia. Si no me gustaba siempre podría cortar.

El hombre volvió a Bortimer una semana después, se sentó otra vez frente a mí.

-¿Ya lo has pensado? –me preguntó.

-En eso estoy.

-Subimos la oferta: 4.000 euros.

-¿Por un polvo? –bromeé.

-Por una sesión especial. Deberás venir a la dirección que te daremos, no preguntarás nada, te presentarás en un palacete donde yo le estaré esperando, te subiré a una habitación magnífica especialmente diseñada, te pondrás un antifaz que te impida ver, ella tampoco quiere que hables, sólo debes sentir.

-Eso del antifaz no me gusta nada.

-Es una condición ineludible, ella no quiere que la veas, tendrás seguir las instrucciones de la condesa. En algunos momentos ella te atará.

-Demasiado rollo.

-Puedo llegar a cinco mil euros.

Dije que sí. Sentía curiosidad y la situación empezaba a ponerme cachondo. Llegó el día señalado. El palacete estaba en el barrio de Salamanca de Madrid, zona noble. En la puerta me esperaba Eduardo Altares. “Acompáñeme”. Una casona elegante del siglo pasado. Atravesé un salón con espejos inmensos y lámparas de cristal, un ambiente de otra época. “Me voy a tener que follar por cinco mil euros a una vieja del paleolítico. A lo hecho, pecho”, pensé. Eduardo me llevó a una habitación con muebles muy modernos, que contrastaba con el resto de las estancias de la casa. Había una cama que parecía un campo de fútbol, me fijé en unas argollas fijadas al cabecero. El secretario-alcahuete me señaló una ropa que estaba muy bien doblada encima de la cama. “Póntelo”. Había unos leotardos de cuero negro con una abertura a la altura de la polla, un chaleco, también de cuero negro, y un antifaz. “Quizá no sean de mi talla”, bromeé. “Ella sabe tus medidas”. “No todas”, le guiñé un ojo. “Ponte la ropa y espérala tumbado en la cama, no tardará”. Los leotardos, o lo que fueran, me estaban estrechos, cuando metí las piernas parecían a punto de estallar. Saqué la polla por el agujero, me puse el antifaz y me tumbe en la cama.

La espera duró sólo cinco minutos. Me la amenizaron con un disco de Ray Conniff. “Bésame…bésame mucho…. Como”. Estaba relajado cuando escuché el ruido de la puerta al abrirse. Me mantuve en silencio como me habían ordenado. Ella se movía por la habitación, notaba sus pasos, me imaginaba sus movimientos acercándose hasta mí. Me agarró una mano con delicadeza y me la sujetó con una de las argollas que estaba en la cabecera de la cama. Luego hizo lo mismo con la otra. Entonces empezó a acariciarme muy suavemente. Con sus manos recorrió mi brazo, me acarició el bíceps, la notaba cerca, sentía el calor de su cuerpo. Estaba a mi derecha, se recostó contra mí, de forma que su boca quedase a la altura de mi cuello. Me besó. Su lengua se acercó a mi oreja, me comía el lóbulo. Me susurró al oído: “No digas nada, ni hagas nada, sólo déjame disfrutar de ese cuerpo”. Tenía una voz dulce y delicada, encantadora. “Me está poniendo cachondo”, pensé pero no pronuncié una sola palabra para no romper el encanto. Hubiera necesitado las manos pero las tenía atadas al cabecero. La mano de la desconocida acariciaba mi pecho, masajeaba mis abdominales, su lengua se acercaba a mi boca. Cuando nuestras lenguas se juntaron ella se apretó contra mí, me abrazó fuertemente, se restregó contra mi polla que ya estaba dura y fuerte. “Te voy a comer la polla como no lo ha hecho nadie”, me dijo. Inmediatamente fue lamiéndome desde el cuello hacia el ombligo, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Yo notaba su lengua, sentía sus manos, enloquecía con sus caricias que se iban acercando cada vez más a la tierra prometida. Me quitó los extraños pantalones que me había hecho ponerme y me proporcionó un masaje espectacular. Sus manos acariciaban mis muslos y mis huevos, las movía sobre mi pene, arriba y abajo. Y de repente noté la lengua de aquella mujer jugueteando con mis huevos, me los siguió comiendo. Y subió y subió. Le metió la polla en la boca. Yo notaba su deseo, aquella mujer tenía un morbo como yo nunca había conocido. “¿Quieres comerme tú un poquito el chochito, cariño? Seguro que sí. Todo llegará”. Se echó a mi lado, notaba su calor, estaba desnuda, se restregaba contra mí, agarró mi polla con sus dos manos, y se la puso sobre su coño, colocó la punta contra su clítoris y empezó a moverla de un lado a otro, la movía y la movía. Y al mismo tiempo gemía. “Cómo me gusta, cómo me gusta, tienes una polla tremenda”, gritaba. “Me la voy a meter hasta dentro, muy hondo”. Se colocó encima de mí y se puso a galopar y a galopar como una fiera hambrienta, se movía y se movía y gritaba. “¡Ahhh, ahhh. Me vuelves loca, hijo de puta, me vuelves loca, te estoy follando, te estoy follando”. Fue una galopada inmensa, tremenda, yo aguanté cómo pude. Quería quitarme aquel antifaz, liberar mis manos, agarrarla. Pero ella no me soltó. “¿Te apetece comerme el coño, cariño?”, me preguntó. Yo moví la cabeza de arriba abajo. “¿Quieres ser mi perrito?”. Volví a mover la cabeza de arriba abajo. Entonces noté que me ponía algo al cuello. Una correa. Soltó mis manos de las argollas y me dijo: “Camina a cuatro patas”. Obedecí. “Y busca mi chochito, perrito, busca mi chochito”. Se había separado de mí y yo me dirigí hacia ella siguiendo su voz. Debía de estar sentada en un silloncito no muy alto. Lo justo para que mi cabeza quedase entre sus muslos. “Chúpame, perrito, chúpame”. Está loca, pensé. Pero mis labios encontraron su chochito y mi lengua vibró sobre su clítoris. “Ahhh, ahhh, que bien lo haces perrito”. Mis labios agarraron su clítoris, metí mis dedos en su vagina, la comí con frenesí, como nunca se lo había hecho a nadie en su vida. Ella se derretía. Entonces ella se dio la dio la vuelta, se puso con el culo en pompa. Me pareció un culo magnífico. “Ahora fóllame el culo, cabrón, me estás volviendo loca”. Mi lengua daba vueltas en su ano, entraba y salía, mis dedos escarbaba en su chochito. “Méteme la polla, méteme la polla”. Pero la hice esperar. Seguí con mi lengua haciéndola vibrar, después metí un dedo lentamente, después dos, después le puse la polla en el centro de su ano. “Sí, sííiii”. La restregué la polla por toda la raja del culo. “Síiiiiii, síiiii, síiii”. Luego se la metí poco a poco. “Ayyyyy”. Cuando la tuve entera dentro de su culo, me moví fuerte con mis caderas. Me moví salvajemente dentro de su culo hasta que me corrí. Me quedé tumbado sobre ella y creí que allí se había acabado la sesión, pero ella pensaba otra cosa. “Ahora perrito quiero comerte ese culo fuerte y prieto que tienes, ponte tu en el sillón con el culito hacia mi cara, perrito”. Yo pensé que aquello no entraba en el trato, pero decidí seguir a ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar aquella mujer. Me puse en el sillón con el culo en pompa y me hizo esperar, pero después noté su lengua entre mis piernas, sus dedos acariciándome el ano, su lengua comiéndose mi culo, noté que me metía el dedito cada vez más, y después me metía dos y los movía dentro de mi culo. ¡Qué puta eres!, pensé. ¡Me quieres follar por el culo!, me mosqueé. Entonces noté que me acariciaba la raja del culo con algo duro y día un respingo. “Otro día me tienes que dejar que te meta este consolador por el culito, perrito, ¿verdad que sí”. Sólo me metió la puntita, mientras con sus manos agarraba desesperadamente mi polla. Me hizo una paja monumental y me volví a correr. Entonces se levantó y se marchó. Oí que abría la puerta y me dijo: “Puedes quitarte el antifaz y vestirte”. Cuando me quité el antifaz ya no pude verla. Quien apareció, cuando ya estaba vestido, fue Eduardo Altares, igual de trajeado que antes. Me acompañó a la puerta de la casa y me dijo: “La condesa ha quedado muy contenta. Volveré a visitarte en Bortimer”. Y efectivamente lo hizo. Acudió a la cafetería, volvió a sentarse a mi mesa.

-Le he traído esta película –me dijo-. La señora quiere que la vea.

-¿Y qué hay en la película?

-Creo que es una escena que quiere que usted vea para que sepa lo que ella desea la próxima vez. Le pagará mucho mejor. Volveré dentro de siete días con la nueva oferta.


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Relato erótico : Mi primera vez en una piscina

Sumérgete en este relato anónimo que captura un momento íntimo y lleno de sensualidad. "Mi primera vez en una piscina" es una historia que combina el erotismo y el incesto, llevándonos a un encuentro inesperado bajo el agua.

Este texto, encontrado en la vastedad de internet, nos invita a explorar los límites del deseo en un escenario tan cotidiano como una piscina. La narrativa es fresca, detallada y perfecta para quienes disfrutan de los relatos que mezclan lo prohibido con lo irresistible.

Si este relato te deja con ganas de más, te recomiendo adentrarte en otra historia igualmente provocativa: "Incesto entre madre e hijo". En este relato, los límites familiares se desdibujan en un encuentro lleno de intensidad y deseo. 

¡Espero que estas historias te lleven a un mundo de fantasías ardientes y te dejen con ganas de más!

Relato erótico : Mi primera vez en una piscina

Relato erótico : Mi primera vez en una piscina

Esto sucedió cuando yo tenía diecisiete años, todavía era un chaval ignorante del mundo y de la vida, un pipiolo, ya no era virgen pero sabía muy poco del mundo y del sexo, un libro en blanco todavía por escribir. Fue un verano. Yo había acabado preuniversitario y me preparaba para entrar en septiembre en la Facultad de Filosofía, soy de letras, nadie es perfecto, y mi propósito era estudiar Historia. Tenía un amigo íntimo, Eduardo, con el que salía con frecuencia, jugábamos en el mismo equipo de fútbol, no soy Messi pero me defiendo, jeje. El padre de Eduardo había muerto de un infarto fulminante dos años antes. Su madre, Alicia, era una cuarentona rubia con unas tetas poderosas y unas caderas que prometían el paraíso, un manjar. “La madre de Eduardito tiene un polvazo”, decían a voces los compañeros del equipo de fútbol cuando ella aparecía por la banda para vernos jugar. Aquel verano Eduardo me invitó a pasar un mes con ellos en la casa que tenían en la playa. Era en Las Marinas, muy cerquita de Denia, en Alicante. El padre de Eduardo había sido un ejecutivo importante en Telefónica y se notaba que había ganado mucho dinero. A mí, que soy de una familia mucho más modesta, el chalé me parecía un paraíso. Tenía un jardín muy bien cuidado con una piscina bastante grande y estaba en la primera línea de la playa, se salía por un lado directamente a la arena y por el otro al jardín. Acepté la invitación. La madre de Eduardo se puso muy contenta cuando me vio llegar.

-A mi hijo le hace falta alguien que le saque por ahí a divertirse –me dijo Alicia al tiempo que me plantaba dos besos en la cara-. Seguro que contigo al lado las chicas se os van a rifar.

-Yo no diría tanto.

-Seguro que sí. Si se te está poniendo cuerpo de atleta, tienes unos muslos de futbolista que impresionan.

Yo estuve a punto de decirle que lo impresionante eran sus tetas, pero me limite a mirárselas con unos ojillos que decían “me encantaría comértelas”. Ella me sonrió con picardía como si se hubiera dado cuenta.

Eduardo y yo salíamos todas las noches con los grupos de jóvenes que se juntaban por la zona, volvíamos medio colocados de madrugada, él mucho más que yo porque le pegaba a la botella como un loco. Su madre nos esperaba casi siempre levantada y nos sometía a un interrogatorio. A Eduardo le metíamos en la cama porque no se tenía en pie y Alicia me pedía que me quedase charlando con ella.

-¿Qué tal os ha ido con las chicas?-me preguntaba casi a diario.

-Se hace lo que se puede –le respondía yo, sin dar muchos detalles.

-¿Y se puede mucho? –me preguntó una noche guiñándome un ojo con gesto de complicidad.

-Bueno…

-No te hagas el tontín que hoy te he visto cómo te dabas un buen achuchón con una morenita. Luego, por la noche en la playa, habrás llegado más lejos, ¿no?

-Algo más, sí.

-¿La has metido mano? –me preguntó ella con mucho morbo. Estaba sentada frente a mí con un vestidito de playa que se le había levantado y dejaba al descubierto unas piernas esbeltas, la tía estaba buena.

-Sí, sí, primero nos hemos besado y mientras, yo me arrimaba contra ella.

-¿Se te habrá puesto muy dura?

-Sí, sí, como una piedra.

-¿Te ha hecho una paja? –ella parecía cada vez más interesadas en mis escarceos con la morenita. A su insistencia me ponía cachondo.

-Sí, sí, hemos extendido una toalla, nos hemos tumbado y me ha hecho una paja espectacular –le expliqué.

-¿Con la boca? –me preguntó Alicia.

-No, no ha querido. Tampoco me ha dejado llegar más lejos, quizá otro día me la folle, iré poco a poco

- Así son las jovencitas, pero seguro que te la follas otro día, y me lo tienes que contar bien.

Aquella noche Alicia me dio un beso en la mejilla y me mandó a la cama. Yo me fui caliente y me masturbé pensando en las tetas de la explosiva madre de mi amigo Eduardo. Si no hubiera sido tan pipiolo como entonces, me habría lanzado a por ella, porque seguro que estaba deseándolo pero ya os digo que yo estaba en la inopia.

Dos días después de aquella conversación, Eduardo organizó una excursión en bicicleta. La idea era marchar hasta Gandía, llevar la comida en las mochilas, pasar el día por alguna de las playas de la zona y volver por la tarde. A mí aquel plan no me gustaba. No me seducía nada hacer tantos kilómetros en bici, habrá unos treinta desde donde estábamos hasta Gandía, con el calor. “Saldremos temprano”, me animaba Eduardo. “Y pararemos mucho, vamos a ser más de quince, y viene Inés”. “Yo prefiero no darme esa paliza en bici”, respondí. Y Alicia, su madre, me apoyó: “No seas pesado, Eduardito, deja al chico que se quede si no le apetece ir”. “Que haga lo que quiera”.

La expedición se marchó a las nueve de la mañana. Yo me quedé en la cama hasta las 10:30. Cuando bajé a desayunar Alicia me había preparado un plato lleno fruta (naranjas, kiwis, melón y sandía), todo muy partido en pedacitos. Después, un vaso de leche con cereales. “Con ese cuerpazo que tienes debes desayunar bien”, me dijo Alicia, que se había puesto un bikini negro espectacular, llevaba un tanguita que dejaba al descubierto la mitad de su culo. Yo no le quitaba la vista. “Hoy podrías quedarte a tomar el sol conmigo en el jardín de la piscina en lugar de bajar a la playa. He preparado las dos hamacas a la sombra”. “Vale”

Nos fuimos a tomar el sol al jardín, ella se tumbó boca abajo en la hamaca. Estaba para comérsela. “Hoy me vas a tener que dar tú la crema en la espalda, seguro que lo haces mejor que Eduardito”.

Me puso un tubo de crema en la mano. “Venga que estoy esperando, desabróchame la parte de arriba del bikini que te será más fácil”. Yo empecé a acariciarle la espalda suavemente, bajé con mi mano hasta la cintura con mucha timidez. Me detuve cuando llegué al borde del tanga y me detuve, pero ella me animó. “Bájame un poco el tanguita, que hoy que estamos solos puedo tomar un poco el sol en el culete”. Yo le bajé un poco el tanga, sólo hasta la mitad de su culo y seguí acariciándola. Tenía un culo magnífico. “Casi es mejor que me bajes del todo el tanguita”, me dijo Alicia. Se lo bajé pero sin quitárselo. Allí estaba ella, la rubia impresionante con el culo al aire y yo acariciándoselo pero con mucha prudencia. “Seguro que te gustaría tocármelo bien, venga, hazlo, méteme bien la manita por el culete, guapo, a mí me encanta”. Mi mano recorría sus carrillos, su rabadilla, la acariciaba haciendo circulitos hacia su ano. “Sí, sí, méteme el dedito muy suavemente”. Yo la obedecía en todo. Mi polla se había puesto en erupción, estaba dura y tremenda, ya os he dicho que mi polla es espectacular y por su tamaño me llamaban “el negro” en el equipo de fútbol.

-¿Por qué no me comes un poco el culito? –me dijo Alicia con una voz en la que ya se traslucía el deseo. Era una mujer morbosa que lo quería todo con lentitud. Ella se había dado cuenta de que mi polla estaba en plenitud pero quería hacerme esperar.

-Méteme la lengua en el culito, guapo, ¿te gusta?

-Sí, sí.

Mi lengua recorrió toda la raja de su culito hasta llegar al ano y se la introduje. “Métela y sácala, métela y sácala, guapo, sí, sí, así”. Yo seguí comiéndole el culo y poniéndome a cien mil, estaba deseando meterla la polla pero estaba decidido a seguir sus instrucciones al pie de la letra. No quería cometer errores. Desde entonces siempre me ha encantado comerles el culo a las mujeres que lo disfrutan. Alicia me marcó.

-Ahora deberías quitarte el bañador para que veamos esa montaña que se te ha puesto.

No la hice esperar

-¡Oooh!, dijo Alicia-. Ven, acércate, quiero tocar esa polla que tienes.

Ella se había dado la vuelta y yo me fije en sus tetas gloriosas. Grandes y firmes, sus pezones estaba duro y tenía una aureola grande y marrón. Me tiré a comerle las tetas desesperado.

-Despacito, despacito –me dijo Alicia-.

Pero yo estaba desatado. No podía aguantar tanta tensión, mi polla necesitaba una recompensa, ella me la agarró, se la metió en la boca.

-Sí, sí, que bien la comes, eres una maravilla.

Su lengua se movía glotona por todo mi prepucio, sus manos me agarraban los huevos, luego metió toda la polla en la boca y me llevó al cielo.

-Córrete en mi boca, me lo voy a tragar todo, todo.

Me corrí en su boca como me había pedido y casi no dejó escapar ni una gota de mi semen. Entonces se volvió a tumbar en la hamaca con las piernas muy abiertas.

-Ahora te toca a ti comerme el chochito, lo estoy deseando.

Yo era un inexperto, ya os lo he dicho, un atontolinado con una polla descomunal. Empecé a comerla de arriba abajo, como ella me había pedido, con mucha lentitud. Mis manos acariciaban aquellas tetas que tanto deseaba, mientras mi lengua iba bajando hasta su ombligo, sentía como crecía su deseo.

-Sigue, sigue, no te detengas.

Cuando mi boca llegó a su monte de Venus empezó a emitir primero gemidos ahogados. Mi lengua alcanzó a su clítoris, lo bese, lo moví de un lado a otro, lo agarré con los labios, lo chupe. Sus gemidos ya no eran ahogados sino alaridos.

-No pares, no pares.

Con mis dedos acariciaba los labios de su vagina, mi lengua seguía tocando el timbre de su clítoris, le introduje un poquito mi dedo en la vagina.

-Ayyyy, ayyyy, ayyy.

Ella gritaba desesperada, se corría como una loca y a mí la polla se me había vuelto a poner enhiesta, lista para un nuevo asalto.

-Quiero follarte –le dije.

-Sí, sí, fóllame, fóllame, méteme esa polla de caballo que tienes, lo estoy deseando, fóllame, fóllame.

Yo ya me había tumbado sobre ella y mi polla estaba en la entrada de su vagina, expectante, la puse sobre su clítoris y la moví de arriba abajo, la masturbé con la polla.

--Ayy, ayy, me vas a volver loca, ayy, ayy. Ahora follame, fóllame.

Puse solo la puntita de la polla en la puerta de su chochito. Y ella gritó.

-Sí, sí, métemela, métemela.

Ella parecía estar en otro mundo, tenía los ojos iluminados. Pero la hice esperar. Me había dado cuenta de que su morbo era la lentitud, la lasitud, ir paso a paso, a cámara lenta.

-Estoy deseando follarte –le dije al oído.

-Sí,sí, fóllame ya, fóllame ya.

Y empujé, le metí la polla poco a poco y cuando la tuvo toda dentro ella seguía gimiendo.

-¡Ayy, ayyy, ayyy!

Entonces se acabó la lentitud. Me puse a galopar como un potro enloquecido, como un caballo salvaje.

-Toma, toma, toda para ti.

-Sí, sí, Así, así, fóllame así, sigue, sigue, no pares nunca, sigue, sigue.

Ella temblaba en mis brazos, yo lo notaba, disfrutaba sintiendo su deseo, disfrutaba con los tremendos orgasmos de aquella rubia cuarentona que me llevaba al cielo. Nunca he galopado como aquella mañana.

-Ayy, ayyy…

No pude aguantar más y mi semen volvió a brotar en oleadas. Pero yo sabía que mi polla todavía no había tenido toda su recompensa. Sólo de pensar en aquel culo que me había comido mi polla se volvía a poner dura. Ella, Alicia, entonces, se levantó y se metió en la piscina, yo la seguí, estuvimos nadando un poco en el agua. La piscina tenía una zona para niños, en la que cubría muy poco, ella me llevó hasta ese lugar, se puso de rodillas y empezó a caminar como si fuera un perrillo. Sus caderas se movían cadenciosamente, su culo estaba allí apetitoso, llamándome.

-Sé que lo estás deseando –me dijo Alicia levantando la cabeza hacia mí-.Pero házmelo con mucho cuidado, que hace mucho tiempo que nadie me folla el culo y tú tienes una polla demasiado grande.

Ella seguía sonriendo como un perrillo, yo me puse de pie y me agarré la polla para que ella viera que estaba otra vez listo. Ella caminaba lentamente moviendo las caderas y yo me acerqué por su espalda, me puse también de rodillas como si fuera otro perrillo. La mordisqueé un poco el culete, me coloqué detrás de ella, primero la metí un dedito en el culete, después dos, después coloqué la cabecita de la polla en su culo, sólo la cabecita.

-Poco a poco, poco a poco, me decía ella.

Yo estaba excitadísimo, metí un poquito más la polla.

-Sigue, sigue, métemela toda –me dijo.

Pero yo continué lentamente hasta que toda mi polla estuvo dentro de su culo. Después me moví y me moví. Fue una explosión de placer. Me corrí por tercera vez, ahora no lo conseguiría, vale, lo reconozco.

Me caí destrozado y satisfecho en el agua de la piscina, ella siguió tumbada a mi lado. Fue el principio de una relación morbosa. Ella es una folladora tremenda y yo me dejé seducir por su mente calenturienta. Pero esa es otra historia.


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Relato erótico de Karen, una mujer infiel

Hoy quiero compartir con ustedes un relato que encontré en la red, anónimo como muchas de las historias que nos seducen con su audacia y sensualidad. "Karen, una mujer infiel" es una narración que nos sumerge en la vida de una mujer que decide explorar su lado más osado, desafiando las reglas del compromiso y entregándose a la tentación.

La historia está llena de detalles picantes y momentos de tensión sexual, donde Karen se deja llevar por el deseo y la pasión, viviendo experiencias que cambiarán su vida para siempre. Este relato es perfecto para quienes disfrutan de las historias que exploran la infidelidad y los secretos más íntimos.

Si te atrapa la narrativa de "Karen, una mujer infiel" y quieres seguir explorando este tipo de fantasías, te recomiendo adentrarte en la colección "Relatos Eróticos de mujer infiel", donde encontrarás más historias llenas de pasión, engaños y encuentros prohibidos. 

¡Espero que estas historias te lleven a un mundo de fantasías ardientes y te dejen con ganas de más!

Relato erótico de Karen, una mujer infiel

Relato erótico de Karen, una mujer infiel

Karen es una mujer de un rostro hermoso y una figura envidiable y además era madre soltera cuando conoció a Camilo, un joven trabajador quien se enamoró perdidamente de su belleza y sus voluptuosos atributos a tal punto de llevarla a vivir con su hijo a su casa en una quinta de la ciudad. Karen sentía que había encontrado por fin al hombre perfecto y se amaban tanto que tuvieron una bebé a la que adoran.

En esa quinta Karen se hizo amiga de Paola, quien convivía con su pareja Julio y ambos tenían una niña, pero Julio tenía otros hijos de un compromiso anterior. Karen no comprendía cómo una chica guapa como Paola se fijó en Julio, era un poco gordo, moreno, algo calvo y no tan atractivo por decir lo menos, además de lo complicado de su situación con su ex pareja.

Karen algunas veces había notado que Julio la miraba de pies a cabeza cuando ella no lo veía y hasta creía notar algo extraño en su mirada que la incomodaba pero nada más.

En una fiesta vecinal por año nuevo, todos se pasaron de copas y Camilo se quedó dormido en una silla, mientras que Julio no tomó mucho porque tenía que trabajar al día siguiente. Karen bailaba con los vecinos y al ver a Julio sentado lo invitó a bailar, cosa que aceptó avergonzado.

Una vez bailando Karen que estaba bajo los efectos del alcohol se pegó demasiado a Julio que la miró sorprendido

—Aprovecha el momento Julio, abrázame, yo sé que quieres hacerlo.

—Estás ebria Karen, además tu marido está por allá y mi mujer puede vernos.

—Mi marido esta borracho, más bien ayúdame a llevarlo a casa.

Sin esperar más, Julio ayudó a cargar a Camilo hasta su cama y una vez ahí lo dejó durmiendo, pero al salir estaba Karen en la sala y le invitó un trago

—No puedo beber mucho, tengo que trabajar

—Entonces no bebas, pero quiero que me digas cómo hiciste para enamorar así a Paola

—Es un secreto Karen, y es mejor que no lo sepas.

Al intentar salir Karen sujetó a Julio con fuerza que perdieron el equilibrio, cayendo ambos al suelo, Julio encima de Karen, se miraron a los ojos detenidamente y Karen le dijo

—Muéstrame tu secreto...

Julio la besó con tal pasión que no se lo esperaba, mientras sus manos le quitaban la ropa con una facilidad sorprendente hasta dejarla desnuda. Sus manos recorrían cada centímetro de su cuerpo y su boca besaba cada pedazo de piel hasta llegar a la vagina donde le hizo sentir cosas que nunca soñó, llegando al orgasmo en varias ocasiones, luego le introdujo dos de sus dedos, masturbándola de una manera tan eficaz que a los pocos segundos Karen recién descubría la eyaculación femenina con un grito de pasión.

—Quiero tu pija!. Gritaba Karen

—Todavía no. Decía Julio mientras seguía con su labor. —Primero tendrás que chuparla

—¡Quiero chupártela! ¡Dámela ahora! ¡Te la voy a mamar como nunca!

Julio se saco la verga que era pequeña pero gruesa y se la ofreció a Karen, quien se la metió a la boca como desesperada chupando la cabeza, el tronco y hasta los testículos. Luego la volteó y se la metió por su enorme culo sin previo aviso

—Tienes un delicioso culo, parece que Camilo no lo usa.

—Ay, sigue, éste culo es tuyo y lo será cuando quieras. Camilo no sabe hacerme todo esto, me vuelves loca

—Ahora ya sabes cómo enamoré a Paola

Karen seguía disfrutando de ese grueso pene que destrozaba su blanco culito, luego Julio se acostó y Karen se sentó encima, moviéndose tan salvajemente que ambos terminaron al mismo tiempo.

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Diario de una madre pervertida (Relato erótico)

Hoy quiero compartir con ustedes un relato que encontré en la red, anónimo como muchas de las historias que despiertan nuestra curiosidad y fantasías más íntimas. "Diario de una madre pervertida" es una narración que nos sumerge en los pensamientos y deseos secretos de una mujer que decide explorar un lado de sí misma que nunca antes había dejado salir a la luz.

Este relato, escrito en forma de diario íntimo, es audaz, sensual y lleno de detalles que te mantendrán enganchado desde la primera línea. La historia explora los límites del deseo y la complicidad, llevando al lector por un viaje de pasión y transgresión.

Si te atreves a adentrarte en este mundo de fantasías prohibidas y encuentras fascinante la narrativa de "Diario de una madre pervertida", te recomiendo continuar con otro relato igualmente provocativo: "Incesto entre madre e hijo". En esta historia, los límites familiares se desdibujan en un encuentro lleno de intensidad y deseo.

¡Espero que estas historias te lleven a explorar nuevas fantasías y te dejen con ganas de más!

madre pervertida

Relato erótico : Diario de una madre pervertida

Seguramente pensaran que soy una demente cuando les cuente lo que pasó hace poco tiempo, yo misma me consideraba una loca antes de que todo ocurriera como ocurrió. Pero déjenme contarles desde el principio como me convencí de que el incesto es lo más hermoso que existe en esta vida. Después si lo desean pueden juzgarme.

Mi nombre es Delia, actualmente tengo 45 años y vivo sola con mi hijo Armando de 25 años. Vivimos solos desde hace ya 3 años que me divorcié de mi marido, él me cambio por una mujer mucho más joven que yo. El problema es que en estos 3 años que llevo viviendo sola con mi hijo ha nacido en mí una terrible obsesión por los hombres jóvenes. Es como si me quisiera vengar de la traición de mi marido haciendo lo mismo que él me hizo a mi primero. He tenido una muy buena cantidad de amantes que no rebasan los 30 años e incluso he estado con chicos de hasta 16 años y me ha producido un enorme placer. Pero en los últimos meses fui incapaz de entregarme a ningún amante pues poco a poco se ha ido metiendo en mi cabeza la idea de entregarle mi cuerpo a mi propio hijo Armando. Cuando lo veo mi cuerpo sufre un escalofrío al pensar en poder estar entre sus brazos y acariciar su pecho musculoso. Mi deseo me provoca que mi vagina se humedezca cada vez que pienso en él, haciéndome imposible vivir una vida normal.

Sin embargo siempre creí que ese deseo era una locura que debía de quitar de mi mente si no quería terminar en un manicomio. Eso fue hasta que conocí por internet a Estrella. Una amiga que conocí en el Facebook mientras buscaba a alguien para platicar sobre el tema del incesto.

Estrella es todo lo que yo anhelo ser, pues a sus 53 años lleva una relación amorosa y sexual que ha durado 15 años con su hijo Mauricio que actualmente tiene 35 años de edad. Cuando me relató como su hijo la hizo suya cuando él tenía apenas 20 años y ella 38 me excité al grado de masturbarme frenéticamente luego de verlos follando al otro lado de la webcam. Ahora Estrella es la esposa de su hijo y su esclava sexual, Mauricio es un verdadero toro semental que mide 2.00 mts y debe pesar por lo menos 110 kilos de puro musculo. Estrella en cambio es una mujercita menudita de menos de 1.70 y que no debe rebasar los 75 kilos. Verlos haciendo el amor a través del monitor fue súper excitante, pero no me esperaba lo que seguiría en los próximos días y que me llevarían a vivir en ese mundo mágico y hermoso del incesto.

Estrella me aseguraba que el incesto entre madre e hijo era de lo más natural y que debía de ser fomentado. Al grado de que Mauricio con un poco de ayuda del dinero que le mandaba su padre ya se había convertido en un joven empresario y construyó un antro dedicado exclusivamente a mujeres como yo; maduras, fogosas y experimentadas que quisieran conocer y tener sexo con jóvenes enérgicos. El antro se llamaba Cougar’s y estaba situado en una zona muy exclusiva, pero a la vez lo suficientemente discreta como para no llamar demasiado la atención. Estrella y Mauricio pusieron tanto interés en mi caso que me propusieron conocerme en persona para platicar y planear la forma de seducir a mi propio hijo. Lo que seguiría sería una montaña rusa de sexo, placer y perversión deliciosa.

Día 1 (Domingo)

El primer día fue un domingo y me invitaron a tomar un café, en una cafetería que por cierto también es propiedad de Mauricio. Lo que me sorprendió más fue que Mauricio no le ponía tanta atención a su madre como me ponía a mí. A pesar de eso Estrella parecía disfrutar de lo lindo mientras veía a su hijo insinuándome propuestas de lo más indecorosas. Cosa que por supuesto me prendió de una manera indescriptible, solo de imaginarme atravesada por ese toro en brama igual que como había visto a mi amiga a través de la pantalla me ponía a mil por hora, por lo que obviamente pronto accedí a jugar el juego que Mauricio me proponía. Sin hacer escalas fuimos directamente del café a casa de Estrella a hacer un menage a trois delicioso. El centro de atención esa tarde fui yo; tanto Estrella como Mauricio me prestaban el 100% de su atención y yo estaba extasiada entre esos dos amantes incestuosos que me invitaban a su mundo fantástico.

Me dejó asombrada la cantidad de juguetes sexuales que tenían a su disposición, así como la lencería y otras prendas sexys que Estrella me presumió y que usó conmigo también. Mauricio me penetró en una docena de posiciones diferentes y estrella no dejaba de tocarme y besarme de mil formas distintas. Mi trasero tampoco se salvó de las embestidas de Mauricio y al final Estrella se puso un consolador con arnés para hacerme una doble penetración. Se nos hizo de noche y ellos seguían dándome placer como si fueran máquinas, no bien se venía Mauricio en cuestión de minutos el semental ya estaba nuevamente asaltándome frenéticamente. Al final mis piernas ya no me respondían, Mauricio me llevó casi cargando a su auto para llevarme a casa y cuando me dejó en la puerta las piernas aún me temblaban.

Me habían cogido salvajemente esa noche y era algo que quería que se repitiera indefinidamente, pero quería a mi hijo en esa experiencia, ahora que había visto cómo vivían Estrella y su hijo, deseaba ser parte de eso también y haría todo lo que fuera necesario para lograrlo. Sí, ya había cruzado la línea, si esto es una locura yo estaba loca de atar.

Día 2 (Lunes)

Estrella me dio varios consejos esa noche para seducir a mi hijo y poco a poco los llevaría a cabo y al pie de la letra. Lo primero que hice el lunes en la tarde llegando del trabajo fue irme directo a mi recamara, ahí me cambie y me puse ropa más ligera. Salí y después de cenar con mi hijo le pedí un masaje de pies. Al principio él estaba sorprendido de mi petición, pero le dije que había tenido un día terriblemente pesado y en verdad necesitaba su ayuda, así que él accedió y se puso en posición, yo me senté en el sillón individual de la sala y él se puso de rodillas frente a mí. Me descalzó y me untó crema en los pies, en cuanto empezó a acariciarlos y a masajearlos yo empecé a estremecerme, casi no podía contener mi excitación, pero debía hacerlo para no espantarlo. Cuando pasó masajeando unos minutos en cada pie le pregunté si sería mucho pedir que siguiera con mi pantorrilla a lo que él accedió de inmediato, se notaba que él también estaba un poco emocionado ya que el estupor del principio había desaparecido y ahora estaba más entusiasta que antes. No tuve que rogar demasiado para pedirle que me acariciara un poco los muslos, lo que hizo con gran diligencia. No fue mucho tiempo el que pasó cuando yo estaba totalmente empapada, con las piernas abiertas y mi hijo tocándomelas, no pude evitar tener un orgasmo, fue cuando le di las gracias por su amabilidad conmigo y me fui a acostar, me fui a mi recamara y tomé un dildo que Estrella me regaló para masturbarme frenéticamente esa noche, lo mejor es que me imaginaba a mi propio hijo haciendo lo mismo en ese momento, haciéndose una rica paja en honor de su madre que tanto lo amaba.

Día 3 (Martes)

Al día siguiente desperté totalmente desnuda, toda la noche tuve sueños eróticos, estaba completamente empapada entre las piernas y súper ansiosa por tener a mi hijo en la cama follándome duro. Lo primero que hice fue masturbarme nuevamente en honor a mi hijo, acto seguido me dispuse a seguir con el plan y me metí a bañar justo antes de que Armando despertara.

Así como salí de la regadera fui a mi recamara y en lugar de vestirme como normalmente lo hacía me puse mi bata de dormir sin nada de ropa debajo y esperé unos minutos a que Armando bajara a la cocina a desayunar.

Comencé a prepararle el desayuno en bata, cada que podía me agachaba para que el me pudiera ver bien y notara que no traía nada puesto debajo. Como estaba de espaldas no podía ver su cara, pero me imaginaba que me estaría viendo con mucha lujuria. Después de eso le lleve su plato a la mesa de la cocina. Me senté frente a él y discretamente deje que la bata se me hiciera a un lado para enseñarle uno de mis senos. Mi excitación era enorme, así que mis pezones estaban bien erectos, si de por si se me notaba por debajo de la bata dejándolos al descubierto era más que evidente.

Ahora sí podía ver la cara de mi hijo, el pobre no probaba bocado pues sus ojos estaban fijos en mi pezón que se asomaba por entre los pliegues de mi bata, yo sonreía satisfecha al ver su cara y su boca abierta casi hasta el suelo. Me encantaba porque sentía que me miraba como a una mujer cualquiera y no como a su madre. Eso era lo que yo necesitaba según Estrella. Después de un rato por fin reaccionó y me dijo que tenía una “bubi” de fuera. Yo fingí estar sorprendida y le dije que por las prisas ni me había podido vestir después de la ducha. Era una pésima mentirosa, pero eso no importaba. La misión estaba cumplida.

Eso fue por la mañana, regresando de trabajar, ya casi de noche, le volví a pedir a Armando un masaje, pero esta vez no en los pies, sino en la espalda. Esta vez el reaccionó de inmediato, no le tuve que dar explicaciones, al instante se puso de pie y aceptó ayudarme. Lo llevé a mi recamara y me recosté boca abajo sin blusa y sin sostén. A diferencia del día anterior pude notar que mi hijo estaba casi ansioso por comenzar, y al momento de empezar el masaje pude sentir sus manos hirviendo en mi espalda. Fue una sensación de emoción y lujuria extremas. Me imaginaba que su verga debía estar a punto de estallar debajo de su pantalón y hubiera dado lo que fuera por tenerlo dentro de mí en ese momento y así aliviar la presión que debía tener en ese momento tocando la espalda de su madre y deseando follarla. Lo sabía, estaba cien por ciento segura que mi hijo me deseaba tanto como yo a él. Pero Estrella me había advertido que el momento llegaría solo, que no debía desesperarme ni dar un paso en falso. Mientras pensaba todo esto, las manos de mi hijo bajaban cada vez más por mi espalda. Decidí ayudarlo y me desabroché el pantalón para dejar un poco de mi trasero al descubierto. Armando entendió de inmediato el mensaje y bajó sus manos aún más hasta acariciarme la parte donde nacen mis glúteos. No sé cómo pude resistir pedirle que bajara más las manos y me acariciara el culo y el coño. Pero me contuve, sabía que el premio estaba lejos pero era casi seguro. Después de una media hora mi hijo terminó de masajearme, yo deseaba más, pero no debía ser golosa, ya habría tiempo para gozar no solo con sus manos sino con todo su cuerpo después. Me di vuelta dejando mis senos descubiertos al aire para que el los viera y le di las gracias. Él salió algo nervioso de la recamara, pero alcancé a ver muy bien como tenía su verga bien erecta. Nuevamente me acosté mojada y me masturbe aún más fuerte que antes pensando en lo que haríamos cuando fuéramos amantes mi hijo y yo.

Día 4 (Miércoles)

Como mi precioso hijo no tomaba la iniciativa era hora de castigarlo un poquito para ver si así se ponía más atento con su madre necesitada de cariño. Ya que darle puerta no funcionaba era hora de darle celos.

Estaba en el trabajo cuando llegó a mí un paquete. Era una caja de cartón sin adornos, solo con una tarjeta que decía:

“No lo abras hasta que llegues a tu casa.

Úsalo esta noche, paso por ti a las 11 P.M.

Atte. Mauricio

P.D. No se te olvide modelárselo a tu hijo”.

Un escalofrío de emoción recorrió mi espina dorsal cuando vi la tarjeta. Mi ángel de la guarda me sonreía y me enviaba una invitación a salir esta noche. Estrella y su hijo no se había olvidado de mí por lo que pude ver y me daba mucha felicidad contar con su apoyo.

Llegué a mi casa como bala y de inmediato me di una ducha, saliendo del baño entré a mi habitación y me puse el atuendo que Mauricio me había regalado. No había olvidado ningún detalle por lo que pude averiguar. Una tanga negra de hilo dental, unas medias de red y un liguero negro, un sostén negro de encaje, un mini vestido gris obscuro metalizado, exageradamente escotado al frente y atrás y totalmente entallado. Y cuando digo mini vestido me refiero a que era increíblemente corto y dejaba muy poco a la imaginación. También incluyó en el paquete algo de joyería como aretes, pulseras y una gargantilla todos con joyas preciosas y por si fuera poco un perfume delicioso y unos zapatos de tacón de aguja negros.

Estaba lista, vestida, perfumada y maquillada. Era la hora del espectáculo. Llamé a Armando a la habitación y le modelé mi atuendo, le pregunté que le parecía y él me miraba estupefacto. En lugar de elogiarme sus celos comenzaron a actuar. Me preguntó que para que era el vestido y si iba a salir a algún lado. Le dije que efectivamente pensaba salir esta noche con un amigo que conocí en internet y le pedí que me deseara suerte. Él me veía asombrado al ver a su madre vestida prácticamente como una prostituta lista para salir así con un tipo casi desconocido. Más aún cuando se daba cuenta de que yo disfrutaba verlo así. Abrí los brazos y le pedí un abrazo para que me deseara buena suerte. Armando estaba atónito pero no se resistió al abrazo. Lo apreté fuertemente contra mi pecho y pude sentir claramente su verga dura, erecta rozando mi entrepierna, también sentí como temblaba, tal vez de emoción, tal vez de miedo o incluso de rabia. El deseaba hacerme suya, estaba segura de eso y disfrutaba mucho este juego.

Mauricio no podía ser más puntual. A las 10:55 ya estaba en la puerta de la casa tocando el claxon. No me atreví a dejarlo pasar, salí de inmediato y me fui con él en su auto, un Lotus Elise amarillo. Él venía muy elegante y bajó del auto a recibirme con un beso. Yo me preguntaba si Armando estaría espiando por la ventana, al pensar que así sería yo misma besé a Mauricio con más pasión y pude sentir sus manos acariciando mis nalgas que ya de por si se alcanzaban a ver un poco con ese vestido tan corto y seguramente ahora estarían completamente a la vista con sus caricias tan candentes.

No fuimos a cenar, ni a bailar, ni a ningún lado más que a su departamento. Aparte de la casa donde vivía con Estrella tenía este departamento para él solo y así poder llevar a sus conquistas sin que su madre estuviera completamente al tanto. Esta vez seguramente Estrella sabía con quién iba a pasar la noche pero no quería intervenir. En cierto modo me preocupaba que no estuviera presente porque eso solo significaba que tendría que lidiar con este semental yo sola. Sería una noche larga pero muy placentera.

Día 5 (Jueves)

Afortunadamente me llevé una muda de ropa al departamento de Mauricio, o hubiera tenido que ir vestida como ramera al trabajo pues amanecí entre los brazos de Mauricio totalmente rendida por la noche de pasión que había pasado a su lado. No me había equivocado, yo sola contra ese semental era poca pieza y había terminado medio desmayada después de tan tremenda cogida.

Mauricio me llevó hasta mi oficina y al dejarme me dijo que me iría a visitar por la noche, así que debía estar preparada para recibirlo. Me dio una segunda caja igual llena de ropa y accesorios que tendría que usar hoy en la noche.

El día en el trabajo se me hizo eterno, me moría por hurgar en la caja y ver que sorpresas me había dado mi querido amigo y ponérmelas para que Armando me las viera puestas. Saliendo de trabajar me fui volando en taxi a mi casa, mi ansiedad era tanta que sentía un hormigueo en el estómago y entre las piernas.

Llegué y me fui directo a la recamara a descubrir lo que Mauricio me tenía preparado. Esta vez el atuendo era más conservador, Pude ver que no había incluido ropa interior, solo unas zapatillas plateadas y un vestido rojo muy bonito y mucho más largo y discreto que el de la noche anterior. Esta vez no había joyería ni perfume, lo que me desilusionó un poco, tendría que usar lo mismo de la noche anterior. Supuse que por no haber incluido ropa interior eso significaba que no debía de usar ninguna, la tela del vestido era muy delgada así que se notaría bastante que lo usaba sin nada debajo.

Esta vez Mauricio llegó a las 9:00 P.M. pero a diferencia de la noche anterior no tocó el claxon, sino que tocó el timbre de la puerta. Me puse pálida como fantasma al oír el timbre. Salí de inmediato a abrir y recibí a Mauricio con un abrazo y un beso muy cachondo, sus manos de Mauricio recorrían mis nalgas que no tenían nada encima más que el vestido que me había regalado, pasaba sus dedos entre mis nalgas acariciándome el ano que tanto había maltratado la noche anterior.

De repente noté que detrás de mí estaba Armando viendo como me entregaba a ese hombre en la puerta de la casa sin el más mínimo pudor. Me debo de haber puesto más roja que una granada, pero Mauricio no se inmutó, al ver que me quedaba paralizada él tomó la iniciativa y se presentó con mi hijo, diciendo que era mi novio y que íbamos a pasar un rato juntos en casa si a él no le molestaba. Mi Armandito solo hizo una mueca y dijo que estaba bien para acto seguido subir a su recamara.

Le pregunté a Mauricio que haríamos y él solo me pidió que lo llevara a mi recamara. Mientras lo hacía ya comenzaba a quitarme la ropa, yo temblaba y sudaba de los nervios, me iba a follar en la casa, justo al lado de la habitación de mi hijo, él podría escuchar todo desde su habitación, yo sabía lo que tenía que hacer, gemir y gritar de placer para que él se enterara de lo fogosa que era su madre cuando tenía un joven macho entre las piernas, si esto no detonaba la bomba del incesto en mi casa, nada lo haría.

Estaba tan cachonda que no tarde en entregarme a Mauricio, me ponía en docenas de posiciones diferentes mientras que yo hacía todo el ruido que podía, pedía más y más, en ocasiones le llamaba bebé a Mauricio, bebito lindo, hijito, de mil formas que pudieran identificar mi deseo incestuoso, mi fantasía siendo realizada.

Según yo mi hijo estaría simplemente escuchando desde su habitación mis quejidos de placer, no podía estar más equivocada, no solo estaba escuchando sino que estaba viéndome a través de la puerta que Mauricio había dejado convenientemente entreabierta. Lo pude ver de reojo cuando Mauricio me tenía de a perrito. No quise verlo a los ojos, me daba mucha vergüenza, pero al final sabía que sería mejor si lo hacía, si lo retaba a mantenerme la mirada mientras mi macho me atravesaba. Lo hice, volteé a mirarlo y nuestros ojos se encontraron por un segundo. Armando no resistió y salió volando de ahí de vuelta a su cuarto, ni siquiera tuvo la sutileza de cerrar su puerta sin hacer ruido. Dio un portazo, no sé si por el miedo o por el coraje. Pero yo estaba satisfecha, ahora Armando ya sabía lo puta y golosa que era su madre y lo mucho que disfrutaba el sexo con hombres menores. No paré de gritar toda la noche mientras Mauricio me poseía de mil maneras hasta que ambos quedamos rendidos.

Al irse Mauricio me dejo otra caja con ropa, me dijo que la usaríamos mañana, que sería nuestro gran día.

Día 6 (Viernes)

El atuendo para el viernes era de lo más elegante y erótico a la vez. Tenía un nuevo juego de liguero y ropa interior negra y roja de encaje; un vestido de sirena negro, con la sorpresa de que por la espalda estaba totalmente descubierto hasta donde terminaba mi trasero, es decir que mi trasero completo quedaba totalmente a la vista del público, lo que me escandalizó un poco; No podían faltar las zapatillas negras de punta de aguja y plataforma, más joyería y un nuevo perfume, todo pintaba para una noche maravillosa.

Mauricio llegó a la casa a eso de las 10:00 P.M. Nuevamente llegó tocando el timbre de la casa por lo que imaginé que volveríamos a follar en casa como la noche anterior. No podía estar más equivocada.

Me dijo que iríamos al Cougar’s, su famoso antro exclusivo para mujeres maduras y hombres jóvenes. Armando estaba presente y Mauricio me dijo que si quería mi hijo podía acompañarnos, pues Estrella nos acompañaba esa noche y no quería que hiciera mal tercio. Armando aceptó a regañadientes, yo creo que movido por el deseo de desquitarse de Mauricio y tener una oportunidad de follarse a su mamá de él como él lo había hecho conmigo.

Estrella ya venía en el coche con Mauricio, que esta vez traía un Mercedes Benz para que cupiéramos los cuatro. Si yo pensé que me veía despampanante con mi vestido Estrella lo admito, me opacó cuando bajo del auto para saludarnos. Traía un vestido largo, súper escotado, plateado que se transparentaba por completo, se podía ver sin mucho esfuerzo que no traía nada de ropa interior.

Armando estaba que echaba baba cuando Estrella lo saludo. Mauricio me sentó a mí en el asiento del copiloto y mando a su madre y a mi hijo a la parte de atrás. Mauricio no se anduvo por las ramas, apenas arrancó el auto se sacó la verga del pantalón y me puso a mamársela. Mi hijo estaba atrás viendo todo el espectáculo, yo estaba que me moría de nervios pero debía obedecer, él sabía mejor que nadie lo que se requería para que esta noche todo saliera como lo había planeado.

Estaba dando cabeza a Mauricio mientras mi hijo estaba atrás en el auto, al levantar un poco la cabeza pude notar que Estrella no se había quedado atrás y que también chupaba la verga de mi hijo, en su carita se notaba lo excitado que estaba, aun así al voltear a verlo nuestras miradas se cruzaron, mi hijo se estaba viniendo en la boca de Estrella pero me veía fijamente a mí a los ojos. Se veía con la imagen de su madre en la mente y lo estaba disfrutando. Mauricio no tardo en venirse también en mi boca, el terminar levante la mirada y vi a mi hijo con la boca llena de leche. No pude evitar sonreírle y el me devolvió la sonrisa. Yo estaba feliz y excitada, ya no habría marcha atrás esa noche.

Llegamos al Cougar’s. El lugar era de otro mundo, estaba escondido discretamente en un callejón, para que no cualquiera pudiera encontrarlo, de hecho solo se accedía a él con invitación. El valet parking nos recogió el auto y entramos por una puerta pequeña que solo tenía un pequeño letrero de neón rosa con el nombre del lugar. Armando y Estrella entraron primero, él tenía su mano directamente sobre el trasero de mi amiga, sujetándolo con fuerza, de inmediato los cadeneros dejaron pasar a Estrella sabiendo que era la madre del dueño del lugar y después a Mauricio que me llevaba de la cintura. Una vez pasando el vestíbulo las cosas adquirían un tono todo menos discreto. Había unas 20 mesas en el lugar y una gran pista de baile al centro, aunque la música que estaba en ese momento era más bien para relajarse y platicar acompañados de una copa. Había más de la mitad de las mesas ocupadas, la mayoría por parejas y una que otra con un grupito de cuatro personas a lo mucho. A nosotros nos ubicaron en una mesa reservada en el entresol. Al otro lado de donde nos sentamos había unos cubículos cubiertos con cortinas que no tardaría en descubrir de qué se trataban.

Estuvimos tomando unos tragos y platicando cada quien con su pareja, podía escuchar que Estrella hablaba con mi hijo de sexo, de sus posiciones favoritas, su parte del cuerpo femenino preferida y cosas así. Él estaba encantado con mi amiga, el alcohol lo había puesto muy parlanchín y ponía atención a cada palabra. De repente Mauricio llamó a un mesero y le hizo una seña, en poco tiempo el tono de la música aumentó de velocidad y Mauricio me sacó a bailar. Estrella y Armando se nos unieron en la pista de baile. No me podía mover mucho con el vestido, pero no me hacía mucha falta. Mauricio bailaba muy pegadito y lentamente conmigo, con sus manos sobre mi trasero que estaba prácticamente al descubierto. Después de un par de canciones cambiamos de pareja. Armando me tomaba de la cintura pero yo deseaba que me tomara del trasero igual que Mauricio, que sintiera mi piel como se estremecía entre sus manos. Poco a poco iba bajando las manos, yo cerraba los ojos deseando que se diera prisa antes de que terminara la canción, pero no fue así. Al terminar la música Mauricio me tomó y me llevó con él, pero no a nuestra mesa sino a uno de los cubículos al otro lado del entresol. Eran pequeños cuartos aislados con un gran sillón ideal para hacer el amor. No hice preguntas, Mauricio me quito poco a poco el vestido y me sentó en sus piernas. Hicimos el amor locamente, entre el alcohol y la música yo me sentía transportada a otro mundo, solo quería tener sexo y me entregué a él como si fuera la primera o la última vez que me hacían el amor.

Al lado de nuestro cubículo mi hijo estaba haciendo lo mismo con la mamá de Mauricio, ellos seguían cada paso que dábamos nosotros, me imaginaba estar en su lugar, con mi hijo amado penetrándome, sentía como me mojaba aún más al tener esos pensamientos. Después de un rato Mauricio había terminado ya conmigo, estaba cansada, pero deseosa de más. Sin embargo me dijo que me vistiera y que me preparara para lo mejor de la noche.

Salimos, Estrella y mi hijo ya estaban en la mesa y nos recibieron con una sonrisa de satisfacción. Estrella elogió los dotes de mi hijo como si elogiara su bonita letra o cualquier cosa de lo más normal, ambos nos sonrojamos con el comentario, y justo antes de sentarnos Mauricio propuso reacomodarnos cada quien con su respectiva madre o hijo. Así pues me quede sentada al lado de Armando mientras que Estrella se sentó con Mauricio. Al principio era raro pero mis amigos rompieron el hielo primero y empezaron a acariciarse y besarse frente a nosotros. Mi hijo estaba claramente turbado al ver eso por primera vez, yo volteaba a verlo pero él no apartaba la vista de la pareja incestuosa, quería decirle que siguiera el ejemplo, pero las palabras no me salían de la boca. Sentía un calor insoportable en las mejillas y en mi vientre, mis pezones erectos y mi entrepierna mojada y con una comezón terrible, necesitaba a mi hijo ahora, pero tenía que ser paciente. Estrella y su hijo no dijeron una palabra y se fueron de regreso a los cubículos. Armando y yo nos quedamos sin poder vernos uno al otro, la media hora que se tardaron mis amigos en regresar a la mesa se me hizo la más incómoda y eterna de toda mi vida. No podía ver a mi hijo a los ojos y mucho menos hablarle, era como si estuviera desnuda en medio de una plaza pública, sudaba copiosamente, hasta me temblaba la mano cuando levantaba mi copa. Un mesero se nos acercó para preguntarnos si necesitábamos algo. Quise decirle que sí, que quería irme a un cubículo, pero me quedé callada, Armando le dijo que no, que no necesitábamos nada.

Mauricio y su mamá regresaron por fin, nos debieron de notar claramente turbados porque Mauricio en lugar de sentarse le pidió a Armando que lo acompañara al baño, Estrella se sentó a mi lado y me dijo que no había porque preocuparse, que todo estaba saliendo como lo había planeado y que me hiciera a la idea de que entre más tiempo pasara para que mi hijo me hiciera suya, más placer experimentaría.

Nuestros hijos regresaron después de unos 15 minutos, Armando se veía claramente nervioso, pero contento, de inmediato invitó a Estrella a un cubículo y Mauricio me invitó a mi nuevamente, yo creí que simplemente las cosas no se darían esa noche pero me equivoqué. Al llegar a los cubículos Mauricio tomó a su madre y se metió con ella, y mi hijo me tomó a mí de la mano y me llevó a mí a nuestro cubículo. Yo sentía que flotaba, de repente creí que me desmayaría de la emoción, veía borroso y me zumbaban los oídos. Pero en cuanto mi hijo me tomó de la cintura y me besó los labios regresé a la tierra como un meteoro. Él me hizo una pregunta, que si de verdad estaba segura de querer esto, le dije que sí, que definitivamente era lo que quería más que nada en el mundo, demostrarle mi amor de madre y de mujer al mismo tiempo. Entonces yo le pregunté si para él estaba bien tomar a su madre y me contestó que sí, que lo perdonara por no haberlo hecho antes pero que solo con el ejemplo de Estrella y Mauricio había podido saber que lo que él deseaba no era nada malo.

No dijimos ni una palabra más, nuestras manos se enredaban con la ropa, jadeábamos y sudábamos como locos tratando de salir de una camisa de fuerza, al final logré despojarme del vestido y él de su ropa, de inmediato me puse de rodillas para mamarle su verga a mi hijo. La chupaba como si fuera ambrosía, como si fuera lo último que me fuera a meter a la boca, quería que mi hijo supiera cuanto lo amaba y mi boca se encargaría de hacérselo sentir. Sus manos tomaban mi cabello, me acariciaban y yo gozaba como nunca comiéndome a mi hijo. Pero quería sentir aún más. Así que me levante y me recosté sobre el sillón con las piernas abiertas. Quería a mi hijo adentro de mí, quería que volviera al lugar por donde había salido, que volver a tener aunque fuera solo una parte de él dentro de mí y no podía esperar más, ni él tampoco afortunadamente, se abalanzó sobre mí y me penetró al instante, su rico pene estaba entre mis piernas y me estaba follando con todas su enjundia, creía que me iba a partir en dos, que me moriría en ese momento de puro placer.

Perdí por completo la cuenta del tiempo, pudieron ser segundo u horas las que mi hijo me penetró, igual el placer fue infinito, no paraba de pedir más y más, tuve un orgasmo tras otro, nada me podía hacer más feliz de lo que estaba en ese momento. Al fin pude sentir a mi hijo viniéndose dentro de mí, al sentirlo comencé a llorar de placer y felicidad, mi fantasía más alocada se estaba convirtiendo en realidad, entregarme a mi hijo ya no era motivo de mis masturbaciones sino una realidad. Esa noche, gracias a mis amigos Estrella y Mauricio, comenzó una nueva etapa de mi vida, donde ya nunca me sentiría sola.

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