La venganza del encadenado (Sucedió en la calle del Empedradillo, hoy Monte de Piedad), historia tomada de Tradiciones y Leyendas de la colonia.
Leyenda Mexicana : La venganza del encadenado
El Empedradillo fue el nombre que recibió esta calle por haber una de las primeras que se empedraron en la capital de la Nueva España, muchas eran residencias de nobles y cortesanos que se levantaban a lo largo de aquella calle, pero destacaba sobre todo la de Don Sebastián Medina del Campo, descendiente de un grande de España; fue en los alrededores de esta mansión, que a fines de 1681 empezaron a suceder ciertos acontecimientos que sobrecogieron de temor a los vecinos del Empedradillo; mucho sorprendía a quienes habían sido testigos de aquellas apariciones y que éstas ocurrieran precisamente en las cercanías de la casa de Don Sebastián; en una ocasión dos caballeros se encontraban cerca la casona de aquel noble, pero se vio interrumpida por un espectro, el cuál se dice, que la persona que se atreva a verlo, incluso el más valiente termina loco; aquellos hombres se esbozaron en sus capas, caminaron calle abajo mientras el espectro misterioso se detenía a las puertas del señor Medina del Campo. Don Sebastián, era en efecto hombre de gran estimación en la corte del virrey Tomás de la Cerda y Aragón, Conde de Paredes, que había subido al poder el 30 de noviembre de 1680. Por esas fechas Don Sebastián le pidió la mano a una hermosa y noble muchacha llamada Doña Soledad de Sarmiento y Osorio, sumamente agradado recibió Don Íñigo de Sarmiento aquella noticia.
La dama no se sentía menos halagada, puesto que Don Sebastián, además de ser uno de los caballeros más ricos de la colonia, era también muy apuesto; y como le había prometido el virrey, se efectuó un sarao anunciando el compromiso, evento al que concurrió lo más granado de la nobleza virreinal, fue en esa ocasión también que Doña Soledad y Don Sebastián se dieron cuenta de que serían muy felices, puesto que se amaban y no solo se casarían por las conveniencias de la corte, saboreando aquellos momentos pasados al lado de su amada regresaba más tarde el caballero a su casa del Empedradillo; pero de repente el cochero detuvo el carruaje a las puertas de la mansión, donde un mendigo cerraba el paso, acto seguido Don Sebastián se dirigió al pordiosero, y con gran asombro se dio cuenta de que era su hermano Felipe pidiéndole limosna; entonces Don Sebastián y su infinita bondad que lo caracterizaba insistió hasta que hizo subir a aquel pordiosero a su carruaje, que al fin pudo entrar en la mansión. Felipe había perdido sus propiedades en juegos de apuestas y de puro milagro había podido escapar de las galeras y se conmovió profundamente por la bondad de su hermano, que lo había recibido tan bien.
Mientras Felipe saciaba su apetito, Don Sebastián le habló de lo feliz que era por su próximo enlace con la señorita de Sarmiento y Osorio, su hermano le dijo que no quería causarle momentos vergonzosos debido a su aspecto y se negó a ser presentado a otras personas, pero el otro de ninguna manera se avergonzaba de el, y tuvo que aceptar lo que le pedía, sin embargo no permitió que se marchara de ahí.
Don Felipe se desempeñó muy bien y Don Sebastián estaba seguro de que su hermano estaba realmente arrepentido por su azarosa existencia pasada, lejos estaba de imaginarse que el joven, siendo como era de mala índole, empezaba a maquinar un diabólico plan: tomar el lugar de su hermano; la confianza de Don Sebastián le había permitido inspeccionar la casa de lado a lado, conocía perfectamente el acceso a las bodegas, y en una ocasión hizo cierto descubrimiento; una puerta secreta que conducía a una oscura galería abovedada a cuyos lados se abrían tétricas mazmorras, Don Felipe recorrió aquel corredor hasta llegar a donde terminaba en una puerta condenada, en ese momento una diabólica sonrisa se dibujó en su rostro y cuando salió de ahí llevaba ya formulado cierto plan.
La boda de Don Sebastián se aproximaba y eso lo tenía distraído y ocupado en otras cosas, casi no se fijaba en los informes que su hermano le daba de sus negocios, y cierta noche decidió llevar a cabo su maquiavélico plan y le dio de beber, con el pretexto de que había que tratar un asunto muy importante; Don Sebastián accedió y a poco los dos hermanos se encontraban libando en abundancia, y Don Felipe acuciaba a su hermano a seguir bebiendo mientras le hablaba de su prometida; absorto en hablar de su dama no advertía que su hermano no bebía tanto como el, así sucedió, Don Sebastián acabó durmiéndose sobre la mesa y Don Felipe se apresuró a levantarlo de ahí; tan bebido estaba Don Sebastián que no se dio cuenta del sitio a que su hermano lo conducía, Don Felipe abrió la puerta que conducía al subterráneo y dejó caer el cuerpo de su hermano en una de las mazmorras, procedió luego a encadenarlo, y sin que Don Sebastián hubiera recobrado el sentido salió de ahí; los criados no se dieron cuenta de la desaparición de su amo, pues Don Felipe tomó su lugar desde esa noche ocupando su propia habitación y ese mismo día fue a conocer a Doña Soledad, los criados obedecieron y a poco se encontraba el señor de Medina del Campo en compañía de la muchacha, sin embrago ella notó algo diferente en su futuro esposo, su comportamiento ya era el de un educado y galante caballero, sino el de alguien vulgar y poco galante y eso lo demuestra, que el joven le dijo que toda duda se le quitaría cuando la tuviera en sus brazos la noche de bodas; aquellas palabras ofendieron el pudor de la dama y ofendida le ordeno la llevara a su casa.
Como los criados seguían intrigados por la ausencia de el que ellos creían Don Felipe, el nuevo amo les dio una explicación aceptable, argumentando que se aburría en la casa y se había ido a recorrer mundo.
Aquella noche, cuando los criados se hubieron retirado, Don Felipe bajó a las mazmorras del subterráneo, Don Sebastián había llegado a un grado de desesperación tal que no le importaba actuar como loco maldiciendo y jurando venganza ante el regocijo de su malvado hermano, aún oyendo los gritos de Don Sebastián, Don Felipe salió de ahí, porque a partir de ese día se dedicó a atormentar despiadadamente a su hermano, llevándoles comida para cerdos, burlándose de el y hablándole de Doña Soledad. Después Don Sebastián ya no protestaba, sufría aquellas humillaciones en silencio, sus ojos brillaban con fulgor extraño al oír todo lo que le decía su hermano, pero ni eso lo hacía pronunciar palabra.
Así llegó el día de la boda de Don Felipe y Doña Soledad, fue una suntuosa ceremonia, se ofreció después un banquete en la misma casa del señor de Medina; la joven miraba a su esposo sintiendo una extraña congoja en el pecho, Don Felipe bebía sin parar y en un momento pidió que se le disculpara un instante; mientras la dama obedecía la indicación de su marido, el se dirigía a la bodega, tambaleándose llegó Don Felipe a la mazmorra en que su hermano estaba prisionero agonizando, pidiendo un sacerdote para ser confesado; pero sin hacer caso de las súplicas de su hermano, Don Felipe dio la vuelta para dejarlo solo de nuevo, la voz de su hermano fue haciéndose más débil hasta que no pudo hablar más y se desplomó sin vida; en ese momento entraba Don Felipe al salón del banquete, donde todos se divertían regocijados, las copas se levantaron y fue cuando sucedió algo espantoso: las puertas se abrieron violentamente y un hombre barbudo y andrajoso apareció en el umbral, Don Felipe retrocedió asustado, reconociendo en aquel hombre a su hermano; el extraño intruso avanzó hacia Don Felipe señalándolo con dedo de fuego, todos se asombraron de su extraña palidez y el sudor sanguíneo que perlaba su frente, algunas damas se desmayaron y mientras los caballeros sentían que los cabellos se les erizaban, aquella horrible aparición lanzando una furiosa mirada a Don Felipe, se desvaneció en el aire. EL perverso hermano no aceptó responder ninguna de las preguntas que le llovieron a continuación.
Aún temblando por el susto Don Felipe llegó a la alcoba donde esperaba Doña Soledad, el acercó su boca a la de ella, pero entonces se empezaron a escuchar unos quejidos lastimeros, Doña Soledad volvió de pronto el rostro a sus espaldas y dejó escapar una alarido al ver aquella aparición horrible, gritando maldiciones a Don Felipe y jurando venganza. Doña Soledad no pudo soportar la impresión y se desplomó desmayada mientras el espectro de Don Sebastián acosaba a su hermano, y exhalando un angustioso, aquella espantable figura desapareció; y a partir de aquel día empezaron las apariciones en la calle del Empedradillo, los que habían tenido la mala suerte de toparse con el lo veían surgir de entre las baldosas de la calle unas cuadras más adelante.
Tras de recorrer las cuadras que separaban el lugar en que se aparecía de la casa de Don Sebastián, aquel espectro se detenía ante las puertas de la mansión, y todos lo veían traspasar la pesada puerta al tiempo que lanzaba un pavoroso alarido. Dentro de la casa nadie tenía ya tranquilidad; Doña Soledad rechazaba la compañía de su marido porque siempre que estaban juntos, aquel horrible fantasma se hacía presente; los sirvientes empezaron a abandonar la casa y llegó el día en que la propia Doña Soledad lo hizo también.
Don Felipe vio desesperado como se quedaba solo y trató de irse también, pero estaba a punto de salir, cuando el fantasma se lo impidió; solo se podría ir cuando fuera al templo de Santo Domingo a pedir la sepultura de su hermano y la absolución de sus pecados. Don Felipe, con tal de irse de ahí juró a su hermano en falso, que iba a cumplir aquella petición; los huecos ojos del espectro brillaron extrañamente y luego su esquelética mano la clavó en el cuello de su hermano, el dolor hizo a Don Felipe perder el sentido, mientras la horrenda aparición se alejaba gimiendo dolorosamente.
Los religiosos de Santo Domingo empezaron a intrigarse por aquellas apariciones que ocurrían muy cerca de donde estaba su convento, entonces, dos de ellos decidieron esperar esa noche a que el prodigio ocurriese; una vez que se tornó todo oscuro, en escalofriante gemido surcó los aires en ese momento, del suelo surgía en ese momento el horrible espectro de Don Sebastián y sin hacer caso de las palabras de los religiosos, que rezaban con febril ansiedad, el espectro prosiguió su camino.
Al día siguiente los frailes comunicaron lo sucedido a su superior, y en aquella época no había porque dudar de la palabra de dos religiosos y menos si eran de la orden de Santo Domingo, y se ordeno una investigación; así se hizo, y fue grande la sorpresa de todos al dar con la galería subterránea donde había muerto Sebastián Medina, bajaron a continuación y vieron al infeliz encadenado en aquella espantosa mazmorra, al final había una puerta, entonces clérigos y civiles avanzaron a lo largo de la galería hasta llegar a la puerta que conducía a la bodega de la mansión de Don Sebastián, todos traspusieron el umbral y subieron por la escalera que daba a la casa; Don Felipe apareció en ese momento, presentaba un extraño aspecto, no soportó tantas emociones y cayó de rodillas ante los clérigos, confesó todo, causando gran asombro en los presentes; de repente Don Felipe abrió mucho los ojos clavándolos en un rincón de la habitación, gritando de horror; pero aquellas fueron sus últimas palabras, pues el infeliz se desplomó agonizante, con la frente perlada por el mismo sanguíneo que se aprecia en el espectro de su hermano.
La casa fue bendecida y el cadáver de los hermanos gemelos sepultados en tumbas contiguas, pero aunque se creyó que con aquello cesarían las apariciones, días después se supo que había sido así. ¿Don Felipe ó Don Sebastián?, uno de ellos debió seguir penando hasta expiar todas sus culpas; se dijeron misas y se rezaron novenarios, y aunque la crónica en que se consigna esta historia es muy precisa para dar datos y fechas, no habla de cuando cesaron las apariciones.
Todo es posible en ésta vida y quizá aún por lo que antes era el Empedradillo, se oigan en ciertas noches las lamentaciones del encadenado ¿Quién sabe?
Fuente: Revista "Leyendas y tradiciones de la leyenda"
Año 1969.