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lunes, 27 de abril de 2020

Relato Erótico de hombre 50 años

Relato Erótico de hombre 50 años

Soy un hombre de 50 años al que le encanta el sexo y el morbo, como a casi todos, claro. Esta historia comenzó en mi casa, donde mi mujer, Alicia, que es sicóloga, recibe a mucha gente. Una tarde me dijo que iba a acudir una madre de un alumno del colegio en el que ejerce. Me pidió que no asomara mucho la cabeza, que no quería verme por el medio poniendo la oreja. La hice caso a mi manera. Me instalé en la habitación de al lado de su despacho ojo avizor, desde allí se escucha casi todo y por un ventanuco se divisa algo, soy un cotilla, vale, lo reconozco. Llegó una señora que aparentaría unos cuarenta y cinco años, normalita, no era un bombón, un poco regordeta, con un buen culo y unas tetas apetecibles, eso sí. Me dediqué a oír lo que decían y me fui poniendo cachondo con la conversación.

-Estoy muy nerviosa y como desesperada –le explicaba a mi mujer la madurita, que se llamaba Aurora-. Quizá el comportamiento extraño de mi hijo se deba a mi actitud en los últimos tiempos.

-¿Y por qué está nerviosa?

-Es difícil explicar-respondió Aurora.

-Tómese tiempo, yo la escuche, hable con toda confianza –la animaba Alicia.

-Estoy cada vez más frustrada sexualmente. Mi marido…

-¿Qué le pasa a su marido?-preguntó Alicia.

-Mi marido es ultrarrápido- respondió Aurora.

-¿Orgasmo precoz…?-diagnosticó Alicia

-Más que eso, sólo con arrimarse a mí se corre, es desesperante, una frustración, llevamos toda la vida así. Nunca me ha follado bien, esa es la realidad.

-Algo habrá hecho si tienen dos hijos.

- Cuando me la ha metido, que casi nunca le da tiempo a hacerlo porque se desparrama antes, ha durado unos segundos, visto y no visto, un desastre –se quejaba Aurora.

-Eso tiene muchas soluciones, hay sexólogos que les pueden ayudar.

-Él no quiere ir a ninguna parte, se pone como loco y hasta agresivo cuando hablo de su problema, que como comprenderá también es el mío.

-¿Y el sexo oral?

-Nada de nada. Él es muy escrupuloso, dice que le da asco, que eso es antinatural. Yo no insisto, porque soy una mujer muy religiosa, me resigno.

-¿Y manualmente?-siguió preguntando Alicia.

-A veces me ha masturbado, muy mal, eso sí, porque es un fracaso en todo, no aprueba ni una asignatura en el sexo. Llevamos un año que casi ni lo intentamos porque él se desasosiega y ni se le pone dura, acaba frustrado y medio llorando. Ya no sé qué hacer –decía Aurora, muy compungida.

-¿Y no ha tenido ninguna aventura extramatrimonial, Aurora?-preguntó Alicia.

-No, no, ya le digo que soy muy religiosa y si Dios lo ha querido así, me tendré que aguantar. Pero cada vez tengo más tentaciones. Cuando voy por la calle me sorprendo mirando las braguetas delos hombres, imaginándome como tendrán la polla. El otro día vino un fontanero a casa y me quedé mirando el bulto que tenía, que me parecía mucho mayor que el de mi marido. Es desesperante. Me siento sucia, tengo fantasías con los hombres que pasean a mi alrededor. Me veo acariciándoles la polla, y siempre me las imagino grandes, mucho más grandes que la de mi marido, que es un alfeñique. Me mortifican estas fantasías que cada vez son más frecuentes.

-¿Sólo ha tenido relaciones con su marido?

-Sólo.

-¿Y no ha visto a más hombres desnudos?

-No.

-¿Ni en alguna película porno?

-Sólo vi una hace mucho tiempo, pero me parecía todo un montaje. Las pollas de los protagonistas eran el doble que las de mi marido. Eso no es normal.

-No te creas. Si vieras la de mi marido no te sorprenderían las películas, porque no desmerece a la de los mejores actores del porno-le dijo muy sonriente mi mujer a Aurora, presumiendo de mi polla, que de verdad reconozco que ya causaba sensación en el vestuario del equipo de fútbol en el que jugaba a los 18 años. “La tienes como un negro, Arturo, que barbaridad”, decían entre risotadas. “Vas a asustar a las tías”. Y me quedé con ese apodo por el tamaño de mi polla: el negro. Una vez, una chica, se quedó impactada al verme desnudo: “Pero me vas a meter todo eso”, me dijo.

-¿Su marido la tiene muy grande? –preguntó Aurora, muy interesada, con un morbo especial por saber más sobre precisamente mi polla.

-Mi Arturo tiene una tranca monumental y le encanta follar. Se le ocurren las cosas más extrañas, es un guarro, un pervertido de los pies a la cabeza. Le encanta el sexo oral, y es un experto, tiene obsesión por comerme el culo.

-¿Le come el culo? –preguntó muy alarmada Aurora.

-De arriba abajo. Me lo come y me lo folla con su pollón inmenso, es una bestia.

-Ya me gustaría que mi marido tuviese la mitad de pasión que el suyo, pero si Dios lo ha querido así.

-Todo tiene arreglo, Aurora, no te resignes. Tienes que venir un día a la consulta con su marido, o acudir a un sexólogo. No se rinda.

-Lo intentaré.

La conversación tuvo la virtud de ponerme como un burro, cachondo como una bestia, vale, lo que soy. Me subía por las paredes al escuchar a aquella hembra frustrada, yo tenía que darle lo que necesitaba. Empecé a buscar métodos para tirarme a aquella madurita a la que se le iban los ojos detrás de las pollas de sus vecinos. Lo primero que hice fue rebuscar en el archivo de mi mujer hasta encontrar el teléfono de Aurora. No hubo problemas, tenía hasta una ficha de la mujer. Dejé pasar unos días mientras perfeccionaba el plan que se me había ocurrido. Cuando lo tuvo, la llamé por teléfono. Le dije que era un vendedor de aspiradoras y que quería hacerla una demostración en su casa. Ella dijo que no, que no quería aspiradoras. Le expliqué que yo ganaba una comisión sólo por hacerle la presentación sin ningún compromiso y que me recomendaba Laura, su sicóloga. Al escuchar el nombre de mi mujer, cambió su negativa y aceptó una cita.

-Lo hago por la sicóloga, que se porta muy bien conmigo, pero no quiero ninguna aspiradora –cedió Aurora.

-Ya verá como le gusta la mía –le dije mientras me acariciaba la polla al otro lado del hilo telefónico.

-El viernes a las 10 de la mañana después de haber dejado a los niños en el colegio, estaré libre, te espero sola en casa.

-Perfecto –le dije.

“Está en el bote”, pensé. Ese viernes me vestí de una manera particular. Me puse unas mallas blancas de mi mujer que me quedaban apretadísimas, les hice un agujerito en la parte de delante, justo a la altura de la polla. Yo tengo unas piernas musculadas del gimnasio, unos muslos poderosos y fuertes. Pese a mi edad, estoy en forma. Mi paquete se trasparentaba y se exhibía en todo su volumen, amenazaba con hacer estallar las mallas. Me puse una cabecera de chándal larga de uno de mis hijos que me llegaba hasta el muslo, no quería dar la nota por la calle. Así me presenté en casa de Aurora. Llevaba una cinta de video de una presentación de aspiradoras que me había dejado un vendedor amigo.

-Hola, pasa, pasa –me saludó Aurora

-Soy Raúl, qué tal.

Me llevó al salón, ella vestía muy recatada, una falda negra, casi hasta la rodilla y una blusa roja de manga corta. Era verano.

-Si no te importa me quito esta cabecera del chándal, porque vengo del gimnasio y hace un calor terrible.

-Vale, vale, como estés mejor.

Me quité la cabecera y me agache a poner la cinta. Llevaba una camiseta de tirantes para resaltar mi musculatura. Cuando me di la vuelta ella se fijo en el paquete, en mi polla grande y fuerte apretada por las mallas. Era inevitable. Yo hice como si nada. Seguí hablando y me quedé medio sentado en el brazo de uno de los sofás para que se notara más mi bulto, que empezó a crecer. Ella no quitaba la vista, estaba sorprendida.

-Es que vengo del gimnasio y me han excitado tantas chicas con culos apretados y fuertes de chicas jovencitas, el tuyo tampoco está mal, lo reconozco.

-No le consiento que me hable así.

-Es la verdad, Aurora, tienes un culo para estar una hora chupándolo antes de meterle un buen pollazo.

-Tú estás loco –me dijo Aurora, muy sorprendida por mi vocabulario soez.

En la cinta un tío presentaba la aspiradora y a mi la polla se me iba poniendo dura y yo la dejaba que formase una tienda de campaña con la malla, ella miraba y miraba sin atravesarse ni a despedirme ni casi a moverse. A ella empezaba a excitarle la situación y lo que estaba viendo. En un momento determinado me removí la polla con la mano para colocármela y saque la puntita por el agujero que había hecho en la malla. Ella tenía los ojos relucientes.

-Es que estas mallas me aprietan y casi se me sale…¿te gusta?

-¿El qué?

-La polla, claro…¿No te gusta?

-Yo soy una mujer casada, no te consiento…

-Si quieres te la enseño un poquito más.

Abrí más la malla por el agujero que le había hecho y dejé la cabeza de mi polla al descubierto. Ella abría mucho los ojos.

-Si quieres te la enseño entera. Está deseando verte.

-¿Ver el qué?

-Ver ese culo espectacular que tienes, estando ahí sentada no te lo puedo ver bien y me encanta, me gustaría comérmelo, ese ojete maravilloso que tienes se merece que mi lengua lo recorra.

-Cómo te atreves –ella decía una cosa pero su cuerpo le pedía otra.

-¿Por qué no te das una vueltecita y me lo enseñas? Pero antes trae la mano que te voy a dar un premio. Me senté a su lado, le cogí la mano, la metí por debajo de la malla y la agarré a mi polla.

Dio un respingo al sentirla fuerte y palpitante.

-No hagas eso.

-¿Por qué? ¿No te gusta?

-Sí, no, no sé. Porque soy casada.

-No le decimos nada tu marido, no te preocupes.

Ella seguía agarrada a mi polla.

-Ahora tienes que darme mi premio.

-¿Qué premio? Te levantas, te das una vueltecita y me enseñas ese culazo, estoy seguro que mi polla te lo agradecerá. Venga, guapa, date una vueltecita con el culo en pompa.

-Pero yo…

-Venga, guapa, que mi polla espera, está loca por arrimarse a ti.

Tenía una lucha consigo misma, pero yo no quería solo follármela, sino vivir el morbo de irla llevando a la máxima excitación. De repente, se levanto, se dio una vueltecita.

-Despacito, guapa, muy despacito. Y ahora, sin falda…

-No , no . Es demasiado. Dejémoslo.

Me levante, la abrace por la espalda, la arrime la polla y se la restregué por el culo. Ella se dejaba hacer. Me separé.

-Ahora, sin falda –insistí.

Se quitó la falda, llevaba unas braguitas blancas, no muy sexys.

-La próxima vez que venga te voy a traer una ropa interior que te va a gustar.

-Deberías irte, esto no puede continuar.

Pero no se movía del sitio, yo ya le tenía puesta la polla en el culo, justo entre los dos carrillos y me restregaba contra sus bragas.

-Ahora te voy a meter el dedo en el culito –le decía yo al oído-. Voy a acariciar tu espalda, mi mano llegará a tu rabadilla, mi dedo corazón irá haciendo surcos lentos hasta llegar a tu agujerito y ahí se va a mover muy lentamente, a continuación mi boca bajará por tu espalda, mi lengua chupara tu rabadilla y luego meteré mi lengua un poquito en tu culo. Me encantan los culos, Aurorita. Dime que quieres que te meta la lengua en el culo.

-Ahh, yo no.

-Y luego voy a poner esta polla, que es el doble que la de tu marido y voy a restregarla por tu rabadilla y por el culo, de arriba abajo, arriba y abajo, y tú te vas a mover para sentirlas en el medio de tu culito.

Entonces no se pudo contener más, demasiada frustración acumulada, muchos deseos insatisfechos, y explotó.

-Sí, sí, por favor, házmelo, házmelo.

Mi mano acariciaba su culo, mi dedo se movía en círculos, cuando le movía la polla por la raja del culo se derretía.

--La tienes muy grande, mucho más que mi marido –gemía Aurora

-¿La quieres ver bien?

-Sí,sí, por favor., enséñamela.

-¿Te la quieres comer entera?

-Sí, sí, déjame comerme la polla, lo haré como te guste, por favor, necesito una polla como la tuya.

Yo me había sentado en un sofá, con las piernas estiradas y ella estaba de rodillas admirando mi polla, subyugada, la vi metérsela en la boca con deleite, golosa como ninguna, disfrutando de aquel momento. Fue una chupada monumental, la tía llevaba siglos deseándola.

-Come, come, Aurorita y dime que te encanta.

-Sí, sí, me encanta, déjame chuparla màs.

-Y los huevos también, Aurorita, me gusta que me coman los huevos.

-Lo que tu quieras, lo que quieras.

-Te has ganado una comida de chocho, Aurorita.

-¿Me lo vas chupar? A mi marido no le gusta.

-Un día te diré mi opinión de tu marido, pero ahora vamos a olvidarnos de él. Te voy a chupar el chochito hasta que grites como una loca y luego te voy a follar como nadie lo ha hecho hasta ahora.

-Sí, sí, hazlo, hazlo, quiero que me folles y me folles, por favor, fóllame.

Me la lleve a la cama. Mi lengua empezó de arriba abajo. Tenía unas tetas grandes con unos pezones marrones que se le endurecieron enseguida mientras mi lengua los recorría.

-¿Te gusta que te coman las tetas?

-Mucho, mucho, sigue chupándomelas, cabrón, lo necesito.

El dedo corazón de mi mano derecha acariciaba su clítoris, tenía el chochito encharcado mientras mi lengua recorría su ombligo. Mi lengua era una tea ardiente cuando llegó a su monte de Venus.

-¡Ay, ay, me corro, me corro, sigue, sigue, cómeme, cariño, cómeme entera, soy toda tuya, harè todo lo que me digas, lo que quieras.

Mis labios aferraron su clítoris con suavidad, lo recubrí de besos, mi lengua recorrió sus labios mayores, me comí sus flujos, su clítoris vibró cuando mi lengua repiqueteaba sobre él.

-Esto es maravilloso, ay, ay, no pares nunca, estoy en el cielo de los orgasmos, nunca había estado aquí, ay, ay.

Ella gemía y gemía y mi polla quería ya su recompensa, pero quise seguir explicándola cada paso para que se relamiera antes de disfrutarlo, para darle más morbo a la situación.

-Ahora te voy a meter la polla.

-¿Toda entera?

-Hasta el final. ¿Quieres que te folle, Aurora?

-Sí, sí, follame, fóllame, fóllame, lo estoy deseando.

Yo le había puesto la polla sobre su chochito, la movía sobre su clítoris como si fuera el dedo corazón de mi mano, la pajeaba con la polla, la hacía recorrer su chochito, de arriba abajo, muy suavemente, ella lloraba y tenia los ojos en blancos.

-Métemela, métemela, por favor.

-Quiero que lo desees como nunca, que lo desees con todas tus fuerzas.

-Ay, ay, métemela ya, métemela ya.

Mi polla estaba en las puertas de su chochito, allí la hice permanecer un buen rato, ella seguía gimiendo.

-Fóllame, fóllame, por favor.

-Dime que vas a ser mi putita.

-Sí, sí, lo que tú quieras, voy a ser tu putita. Ay, ay, métemela.

Entonces empujé con las caderas y mi polla se fue abriendo camino en su chocho chorreante. Se la fui metiendo muy lentamente.

-Qué grande, que grande, la siento dentro de mí.

Empecé a galopar y a galopar, me movía vertiginosamente, uno-dos, uno-dos.

-Sigue, sigue, Ayyyyy, ayyyy, cielo, sigue, sigue, no te pares, que bien.

Yo me movía frenéticamente y ella se contorsionaba para sentir la polla en todo su esplendor.

-Así, así, por favor, no pares nunca.

Me empleé como nunca, resistí como un campeón. Ella se corrió como una loca, descomunalmente. Cuando creí que estaba del todo satisfecha, mi polla descargó su líquido blanco y caliente, como cañonazos después de la batalla.

-Ha sido maravilloso –me dijo Aurorita.

-Ha estado bien. Pero me he reservado ese culo grandioso que tienes para la próxima vez que nos veamos. Ya se me ocurrirá la mejor forma de estrenarlo
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Relato Erótico : Los deseos de mi amigo para su mujer

Acudo a un bautizo muy especial y al final mi gran amigo se ha soltado del todo y quiere cumplir un deseo para su mujer, eso dice, pero él tiene más ganas aun que su mujer. Un relato erótico genial.

Relato Erótico : Los deseos de mi amigo para su mujer

Relato Erótico : Los deseos de mi amigo para su mujer

No podía empezar mejor la semana después del fin de semana que había pasado. La semana seria corta, porque sería hasta el jueves, que me había pillado un día para ir al bautizo. La semana se pasó rápida porque tuve varias salidas por trabajo. El viernes llegue a mitad de la mañana a Valencia y Juan Carlos que se había tomado también el día libre me estaba esperando. Como estábamos solos quise tener una conversación con él, no quería que nada ni nadie interfiriera en lo que tenía que decirle.

- Mira Juan Carlos estamos a tiempo de que me vaya a un hotel y no quedarme en tu casa. Sabes que puede ser muy “peligroso” y me entiendes.

- ¿Vamos a volver a la conversación de la última vez? Que pesado eres, ya te dije que no pasaría nada por nuestra parte y si pasara, ¿QUE?

- No sería tan sencillo, te lo dije y te lo digo, todo iría de forma distinta hermano, hazme caso, me voy al hotel del otro día y ya está.

- Jaja, si al final va a tener razón Amparo, que te has tirado a alguna de las dos.

- No te equivoques, que no ha pasado nada con ninguna, que lo pasamos bien, pero solo eso, sin ningún tipo de relación sexual. Tu mujer que es muy mal pensada.

- Vale, vale, si eso se lo he dicho yo. Pero a lo que vamos, no puedes hacerme ese feo.

- Tu veras, lo que tu decidas, pero luego no quiero lamentos.

- Lamentos ninguno.

Ya dejamos la conversación y nos fuimos para su casa. Amparo no estaba, porque se había ido a ultimar los últimos preparativos del día siguiente. Mi habitación era la contigua a la de ellos. Y en ese momento me dio la sorpresa Juan Carlos, “En las otras dos habitaciones están mis suegros y mis padres, ves cómo es imposible que pase nada, jaja” lo que me dijo me alivio un montón. El padre de ella y el de Juan Carlos, eran socios en algunos negocios. Cuando llegaron se enrollaron conmigo, sobre todo el padre de Juan Carlos, que tanto el cómo su mujer me trataban como a un hijo más. Hasta el punto que me ofrecieron una vez que terminara en Madrid, que no quedaba mucho, para que pidiera la excedencia y me fuera a trabajar con ellos, me ofrecieron de todo y si no hubiera pasado lo que paso con sus respectivos hijos, hubiera aceptado sin pensármelo. No les di un no rotundo, pero les dije que estaba ya medio comprometido y me parecería muy mal faltar a mi compromiso. Lo entendieron y me dijeron que si no salía por lo que fuera, me acordara de ellos. Hasta Juan Carlos me animo y también se dio cuenta de que los estaba esquivando y ya no dijo nada más.

Luego llegaron las madres y la hija con la hija. Hubo saludos, encantadas con la nieta y volvían a sacarle parecidos a Juan Carlos y a Amparo, yo a todo decía que sí, les daba la razón. Amparo seguía mirándome con bastante inquina, no lo podía disimular. Un poco antes de comer dijeron de irnos, porque comíamos fuera y en compañía de los otros dos matrimonios. Cuando llegamos al restaurante, tanto Carmen como Marta, fueron muy efusivas y se pusieron muy alegres. Contaban lo bien que lo habíamos pasado el fin de semana anterior, que no paramos de bailar y más cosas, omitiendo algunos “capítulos” de esa noche. En la comida me senté junto a ellas y estuvimos de broma, risas y algún roce que otro con las piernas y las manos, pero todo sin llamar la atención. La “risa” me dio cuando los dos abuelos hicieron un brindis conjunto, brindaron por su nieta y para que pronto le dieran un hermanito. Brinde con el resto y no quería mirar a nadie.

El único que dijo algo fue Juan Carlos, que decía que era muy pronto para pensar en más niños. La madre de Amparo se lo recrimino, porque decía que su hija si quería tener más y la madre de Juan Carlos lo refrendo. Amparo no dijo nada y se puso tan colorada y nerviosa como Juan Carlos. Luego vino la parte en la que se metían conmigo por no tener ni novia. Tampoco quise hacer ningún comentario y dejé que dijeran lo que querían. La noche anterior dormí poco, madrugue y conduje hasta Valencia, no es que estuviera muy agotado, pero en previsión a la salida nocturna que ya estaba programada, decidí darme una pequeña siesta. Aproveche que Juan Carlos y su mujer iban a su casa para que la niña descansase un poco, mientras el resto se iban a tomar algo por ahí. El camino a su casa hablábamos Juan Carlos y yo y ella nos ignoraba descaradamente. En el camino la niña se enrabieto y no había manera de que se callara, al llegar a su casa Amparo dijo que iba a su habitación a darle el pecho y a ver si lograba que se durmiese. Mi amigo quería que nos tomáramos un café y yo quería echarme un rato, aunque no durmiera.

- ¿Te has dado cuenta de cómo tienes a Amparo?

- Ya he visto que ni me habla, me ignora descaradamente, pero como no le he hecho nada malo, es un problema suyo.

- Macho, si es que ni la has dado dos besos cuando la has visto, has sido a la única que no has saludado. (Me di cuenta de que era verdad)

- ¡ES VERDAD!, no ha sido intencionado, que metedura de pata. Tratare de arreglarlo aunque no sé cómo.

- Si quieres ves ahora y le dices que no fue intencionado.

- No jodas tío, que ahora está dando de mamar a la niña y no es plan.

- Ante los demás tienes que disimular, pero entre nosotros no, es tu hija también y no más a ver nada que hayas visto ya.

- Deja, deja, esperare que salga.

- No te conocía esa faceta de miedoso (Me cabreo oírle decir eso)

- Yo tampoco conocía tu faceta de cornudo, ya estamos iguales (Se lo dije para devolvérsela)

- Estoy de acuerdo contigo, yo tampoco conocía esa faceta mía, pero la diferencia que lo he asumido y tú no lo asumes.

Llego Amparo y nos preguntó de que hablábamos porque teníamos cara de cabreo. El que tomó la palabra fue su marido.

JUAN C.- Nada que aquí mi hermano, me decía que desconocía mi faceta de cornudo y yo le decía que lo tenía asumido y que el no, porque es muy miedoso.

YO.- Sabes que lo has sacado de contexto, no he pretendido ofenderte y lo sabes.

AMPARO.- No te equivoques, que no se ofende y lo tiene asumido. Que lo hemos hablado tranquilamente.

Y.- Me parece muy bien que lo tengáis hablado. Oye Amparo, antes de seguir hablando mil perdones por no haberte saludado, ha sido imperdonable, pero que no fue con intención. (Mostro un indicio de sonrisa)

J.C.- A lo que íbamos, nosotros tenemos asumido todo ya. No nos asusta nada de lo que pueda venir. Lo único que ella no quiere ir pasando de mano en mano. Además los que le he propuesto han sido un no rotundo, porque dice que le tienen que gustar a ella.

Y.- Es que así tiene que ser. Lo primero que le tienes que preguntar es cuál es su tipo de hombre, que seguro que no lo has hecho.

J.C.- Es verdad no se lo he preguntado. Nena, ¿Cuál es tu tipo de hombre ideal?

A.- Alto, fuerte, dominante, que sepa cómo tratarme en cada momento, que no se crea que soy de porcelana, que no haga falta que le diga cómo tiene que hacerlo, resumiendo un perfecto CABRÓN (Cuando dijo esta última palabra me miro intensamente)

Viendo el cariz que tomaba la conversación y para evitar más tentaciones, dije que me iba a echar un rato. Los deje solos y me marche resoplando. Había esquivado una buena. Porque si hubiera seguido con ellos hubiera pasado algo. A Amparo el ser madre le había sentado muy bien, estaba mucho mejor que antes, se la veía más morbosa. Oí hablar a Juan Carlos por teléfono y deduje que era su madre, acabo la conversación diciéndole, “No que va no te preocupes, es por saber si veníais ahora, que nos íbamos a echar y como no lleváis llave por esperarme” luego se oyó poco más y se acabó la conversación, silencio en toda la casa y si se distinguía algún murmullo en la habitación de ello, porque las paredes eran muy finas.

Al rato oí en mi puerta que daban muy suavemente con los dedos y me hice el loco. Silencio. Murmullos. Silencio y nuevamente golpecitos muy suaves en la puerta, esta vez decían mi nombre, me preguntaban si estaba despierto y era Juan Carlos. Hice lo mismo guardé silencio. Estaba tumbado y solo con los slip. Volvió el silencio y unos minutos después, alguien como mucho cuidado abría la puerta, era Juan Carlos, se puso un dedo en la boca para que no dijera nada. Cerro se me acerco y le dije en voz baja pero con tono serio, “¿Qué coño haces aquí? No ves que no he querido contestarte cuando has estado llamando antes” me miro con una mirada distinta, nunca antes se la había visto y me respondió, “Estoy ejerciendo de cornudo y Amparo quiere que la folles” después de oírle eso sabía que todas mis buenas intenciones se habían ido a la mierda, mire a mi amigo diciéndole, “Mira que te lo advertí, dile a la puta de Amparo que por interrumpir mi descanso la voy a azotar hasta cansarme y luego veré si me la follo, pero antes, quiero que seas tú quien la prepare, quiero verla muy zorra y me la entregaras” ni me contesto salió disparado.

Tardaron un poco, pero oí como llamaban a la puerta y Juan Carlos abría la puerta, entro dio la mano a su mujer y joder como la traía, menuda imaginación tenía mi amigo, había acertado de pleno. Amparo venia solo con ropa interior de encaje, toda de color blanco. Medias, braguitas, porque eran mini, sujetador que no podía aguantar esos melones que se le habían puesto y UN VELO, todo era lo que llevo el día de su boda. Mi rabo se salió por la parte de arriba de mi slip, quedando la cabeza de mi capullo pegada a mi ombligo, estaba a reventar. Ella venia con cara de puta salida, pero muy en plan vergonzosa, que lo hacía muy bien. Juan Carlos la ayudo a darse la vuelta y el culo estaba prácticamente al aire, lo dicho eran una mini braguitas.

Me levante estire una mano y ella me dio la suya. La atraje hacia mí, le quité el velo. Como ya avisé a mi amigo, no iba a ser condescendiente, ahora no sería ni Juan Carlos, ni mi amigo. Le dije, “CORNUDO, desnúdala, que hay que darle un castigo primero” ella iba a decir algo, supongo que por lo de cornudo, pero le puse un dedo en sus labios para que se callara. Cuando su marido empezó a desnudarla, su expresión cambio, puso cara de zorra. Lo último que hizo fue quitarle las braguitas y le dije, “¿Huelen bien cornudo?” y Juan Carlos con voz cachonda me dijo, “Me ha puesto hasta cachondo” le dije que se desnudara mientras castigaba a mi puta. Le hice que lo hiciera delante de ella, que estaba a cuatro patas sobre la cama.

- Mira lo cornudo que es tu marido. Si esta empalmado solo de vernos. ¿Te das cuenta? (Le di varios azotes en su culo)

- Ah, ah, ah, ya me doy cuenta, es un cornudo.

- (Zas, zas, zas) Te gusta que lo sea ¿Verdad? (Zas, zas, zas)

- SIIIIII, me vuelve loca.

- (Zas, zas, zas) Estabas deseando esto y lo que viene, ¿A que sí? Díselo al cornudo.

- Si lo deseaba, te echaba de menos. El cornudo no me da lo que tú.

Juan Carlos tuvo que parar de hacerse la paja que se hacía, porque vi que se corría y eso que acabábamos de empezar. Mira cómo va a hacer el cornudo. “Cornudo ven y termina de desnudarme” se acercó se agacho y me quito el slip. El rabo quedo delante de su cara y Amparo se mordía el labio mirando a su marido, que la miro y ella le hizo un gesto con la cabeza, se metió mi rabo en la boca y su mujer soltó un gemido solo de verlo, le acariciaba la cabeza y le decía que verlo le ponía cachondísima y era verdad, me comió la boca muy ardientemente. No me escandalizaba, pero si me sorprendía porque siempre había sabido la opinión de mi amigo en cuestiones sexuales. Tuve que quitarle porque en algunos momentos me hacía daño y era por el nerviosismo, mezclado con la excitación. Amparo que tenía el culo bien colorado, pedía que le metiera el rabo, pero le dije que no le iba a follar el coño, que la iba a dar por culo. Trataba de convencerme y no cedía en mi empeño, le ordene a Juan Carlos, “Venga cornudo prepara el culo de esta zorra, cómeselo bien” era asombrosa la obediencia de Juan Carlos, que metió su morro entre las nalgas de su mujer.

Amparo ya aceptaba todo lo que le decía, lo único que me pidió, “Por favor ponme algo para que entre mejor, no seas malo” le conteste que me lo pensaría, pero no quise ser malo como ella decía. Cogí una crema que tenía para las manos y también cogí un condón. Ella al verlo respiro y me sonrió. Nuevamente tuve que hacer que Juan Carlos parara que se ponía el solo como una moto. Le pase la crema y el condón. Se me quedo mirando y esta vez su mujer que estaba cachonda como una perra le dijo, “No te quedes embobado, pónselo y luego le pones la crema y no tardes que mi culo no puede esperar más”, otra vez que Juan Carlos se puso más cachondo, le costó ponerme el condón, pero por los nervios y luego si no le vuelve a cortar su mujer más que untarme la crema me hacia una paja. Ella estaba a cuatro patas, pero cuando me subí a la cama, pego lo que es el pecho sobre el colchón y el culo quedo bien empinado. Cuando iba a empezar a follarla, suena un timbrazo corto en la puerta de la calle y nos quedamos parados, Juan Carlos va corriendo y vuelve corriendo, se pone a vestirse deprisa y corriendo, diciendo, “Joder, son NUESTROS PADRES, COÑO”

Amparo bufando de cabreo se iba a bajar y le di un azote bien fuerte, “Tu quédate como estas, que mi rabo no se va a quedar con el calentón, tu cornudo, abre los entretienes y que ella esta acostada con el niño, que no den voces y yo estoy echando la siesta, VAMOS VES” se quedó mirando a su mujer y se oyó otro timbrazo, Amparo le dijo “Ve, él es el que manda, te quiero”. Mientras oíamos voces como lejanas, empecé a follar el culo de Amparo, que se tapaba la boca con la almohada. Seguía teniendo el culo bien apretado, entraba bien y cuando ya está mi rabo metido dentro por completo, me quede parado y ella en voz muy bajita me pedía que me moviera, le di un pequeño azote y le dije, “No, serás tú quien se folle el culo” y al principio, empezó a moverse en círculos, pero poco a poco fue cambiando el movimiento.

Empezó un saca y mete ella sola, ella lo hacía muy despacio, como si alguien fuera a oír como entraba y salía mi rabo. El sonido de fondo eran algunas voces y la televisión. Me incline un poco sobre ella, lo suficiente para que una de mis manos pudiera llegar hasta su clítoris y eso la desato, porque se empezó a follar con violencia, los culazos que me daban eran monumentales, hasta que se quedó pegada a mi cuerpo apretando su culo y aunque la almohada lo anulo prácticamente se oyó un fuerte y prolongado gemido. Saque suavemente mi rabo y se veía su culito super abierto. Me quite el condón, mi rabo se guía completamente empalmado, me baje de la cama y me quede de pies delante de ella, que se sentó en el borde de la cama y se puso a hacerme una mamada, paro un momento y me dijo, “Deja que me siente encima de ti, túmbate, ya verás como no te arrepientes y te correes dentro, que no hay peligro” agarre su cabeza y la lleve de nuevo a mi rabo.

Mientras le decía en voz baja, “Te follare el coño y me correré en él, esta noche cuando salgamos, te follare donde vayamos y por eso no llevaras nada debajo”, me corrí de golpe sin avisar y ella se lo trago todo como buena glotona, estuvo un buen rato limpiándome bien el rabo, cuando termino me dio una de las imágenes más excitantes, que fue mirarme y pasarse toda la lengua lentamente por sus labios. Ahora entre susurros le dije.

- ¿Cómo vas a salir ahora? Porque no creo que vayas a salir con el velo, jaja.

- Jaja, que gracioso esta mi niño. Pues no quedaría bien. Que más de una le provocaría un ictus. Me pondré un pantalón corto y una camiseta de Juan Carlos, que en este armario hay alguna. (Efectivamente abrió y se colocó lo que había dicho)

- Ves como no tenía que venir a quedarme en vuestra casa.

- Pues yo lo estaba deseando, pero me he dado cuenta que lo mismo tu amigo lo deseaba más. Y ahora que caigo, lo de esta noche lo decías en broma, ¿Verdad?

- Te puedo asegurar que no lo he dicho en broma, lo único que no sabrás es cuando te voy a follar, si en la cena, en las copas. Estarás atenta a una seña e iras a los aseos de donde estemos.

- Tu estas muy loco.

Salí yo primero y al llegar al salón saludé de nuevo a todos los presentes y ellos a mí. Unos cinco minutos después salió Amparo fingiendo que se acababa de despertar y con los pelos revueltos, nos regañó por el ruido. Juan Carlos se acercó y le dio un leve morreo, por su cara casi se corre. Ella se fue a la cocina y Juan Carlos detrás, al volver los dos, Juan Carlos me miraba con ojos encendidos pero llenos de deshonestidad. Sin embargo Amparo los tenia de golfa. Su marido se sentó en un sillón y ella en el reposabrazos, me miraba mientras acariciaba la cabeza de su marido y me decía menudo zorrón la mosquita muerta.

En cuanto pudo y nos quedamos apartados de los demás Juana Carlos se me acerco, “Oye ya me ha dicho Amparo lo que pretendes esta noche y entiéndelo, pero eso no se puede” mi respuesta fue seca y directa, “OK vosotros mismos” sé que esperaba que hubiera puesto alguna pega, que le hubiera tratado de convencer de lo contrario, pero no lo hice. Desde ese mismo instante empecé a “tontear” más con Marta y con Carmen, que entraban más al juego. Lo que llevaba a que Amparo pusiera malas caras. Nos fuimos de cena y ya hice yo por estar cerca de Carmen y Marta, no me resulto difícil. La cena fue bastante rápida y paso como la otra vez. Suegros y consuegros se marcharon a casa con la niña y el resto nos dispusimos a ir de marcha. Fuimos al mismo sitio. Esta vez sí venia el marido de Carmen, ni en la discoteca perdió su estado anodino. Se pego a Paco y Juan Carlos.

Marcelo que así se llamaba el marido de Carmen, era muy anodino, pero bien que el daba al codo, parecía que venía de recorrer el desierto. Los comentarios de Carmen y Marta me dejaron claro que era muy habitual en ellos, porque según ellas no había fin de semana, ya fuera en casa de uno o de otros, al final de la noche se tenían que quedar allí a dormir de la borrachera que se cogían sus respectivos como ellas lo llamaban. Eso sí, durante la semana ni una cerveza. Nosotros bailando y aunque costo Amparo también se animó y allí estaba con las tres. En uno de esos roces del baile toque el culo de Amparo y note que llevaba bragas, le dije al oído, “Me has defraudado, me tendré que buscar a otra para follar” me echo una sonrisa como de desprecio, como diciéndome, iluso, con quien vas a follar.

Empecé mi avance con las dos maduras, pero me decante en un principio por Carmen, porque era su tía, le daría más rabia. Carmen no se cortaba para nada y en cuanto noto mi rabo empalmado su entrega fue mayor. La situación se puso de tal manera que Amparo, entre cabreada, asombra y escandalizada le recrimino a su tía, “Tía, que te estas pasando, que estas casada, que ya eres mayorcita y sobre todo que tu marido y tu familia están aquí, CÓRTATE” y Carmen que estaba bastante encendida por su calentura le dijo, “Hija no seas aguafiestas que no pasa nada, solo estamos pasándolo bien, no seas mojigata, parece mentira que tengas la edad que tienes”, la cara de Amparo se congestiono más y quiso volver a recriminar a su tía, quien la corto en seco diciéndola, “Oye, ya bien, soy tu tía y no me vas a decir lo que puedo y no puedo hacer, si no te parece bien, ya sabes lo que tienes que hacer, irte a sentar con los hombres o hacer como la otra vez, irte a casa”

Amparo se fue a sentar y nos quedamos nosotros bailando, las dos me vacilaban provocándome y yo me dejaba querer. El ambiente era muy bueno, porque además las dos sabían que me había follado también con la otra y esa complicidad lo hacía más morboso. A las dos en distintos momentos les dije lo mismo sin que la otra lo supiera y como si fuera un secreto, era que cuando les hiciera una seña, quería decir ir al aseo a follar. Estando las dos de acuerdo. Eran dos “artistas” hacían beber a los maridos, aunque a Marcelo no le hacía falta ayuda. El que estaba más castigado era Juan Carlos, también porque nunca había sido bebedor. Me acerque al oído de Amparo para contestarle a una pregunta que me hizo, pero en vez de decirle lo que ella esperaba, le lamí la oreja y le dije, “que pena que no quieras follar” puso una cara de compromiso como si nada hubiera pasado.

Era el momento apropiado, hice las dos señas acordadas a Carmen y Marta, me levanté y me fui. Justo en ese momento Marta dijo que iba a la barra, que era un camino distinto al que yo llevaba. Me quede mirando en el pasillo de los aseos. Vi como Marta daba la vuelta para ir hacia los aseos y también vi como Carmen venia en mi dirección. Las dos al verse llegar y yo esperando se echaron a reír y me dijeron que era un “cabroncete”. Marta se nos quedó mirando, pero más a su prima y pregunto, “Bueno y llegados a este extremo qué hacemos, ¿Lo echamos a piedra, papel o tijera? o ¿Qué hacemos?” y fue Carmen quien sin decir nada marco el rumbo, me agarro de la muñeca y le dijo a su rima, “Vamos y no perdamos el tiempo” y nos fuimos a los aseos de mujeres. No vimos a nadie, pero si se oía a varias que hablaban prácticamente a voces, cada una desde su reservado.

Nosotros nos metimos en uno que estaba abierto. No era muy grande pero tampoco estábamos incomodos los tres. Nos teníamos que aguantar las risas, sobre todo ellas porque se veía que era la primera vez que se les daba esa situación y los nervios afloraban. Según empecé a acariciarlas, las risas nerviosas fueron desapareciendo y cuando todo cambio, fue cuando besé a Marta que la vi más nerviosa, el morreo que nos dimos fue de órdago. Luego se lo di a Carmen que no quiso quedarse atrás. Las dos me iban tocando y note cuando entre las dos me sobaban el rabo y como me desabrochaban el pantalón entre las dos. Quise que nos besáramos los tres a la vez, pero no lo logre. Eran remisas a acercar sus bocas a ellas mismas. No forcé nada, de momento.

Marta se sentó en el váter y empezó a comerme el rabo, lo hacía muy tranquila pero Carmen estaba más incómoda estando de pie. Si me lamia una la otra se apartaba, era un coñazo tanto escrúpulo. Hice que le hiciera un sitio a Carmen y se sentaron las dos, pero seguían igual, con cada mano agarre una barbilla, levante sus caras y les dije en voz baja, pero serio, “Os dejáis de tonterías o me salgo de aquí, no sé a qué viene tanta necedad” agarre sus cabezas y las acerque a mi rabo, ahora seguían con algo de escrúpulos, porque cada una me lamia el rabo por un lado pero sin tocarse. Hasta que las di otro achuchón con mis manos, para que lamieran el capullo y allí hubo algún roce de lenguas y alguna retirada instintiva, pero al final prevaleció la calentura y ya no me hacía falta hacer nada, sus lenguas se tocaban ya sin problemas, se les escapaba alguna risa vergonzosa pero seguían. Les daba hasta igual oír entrar y salir mujeres.

Ya fuimos cogiendo un buen ritmo y sin nada de tonterías. Carmen quería ser la primera en ser follada, pero cambie el orden, porque para lo que quería veía a Carmen más lanzada, con menos prejuicios. Por eso quise empezar con Marta. Que se levantó y no le quedó más remedio que apoyarse sobre los hombros de su prima. Le metí el rabo y se aguantó el decir nada, pero se notó que el gusto. Hice que Carmen me diera la mano y le dije, “Venga ayuda a tu prima, que lo estas deseando” y lleve su mano al coño de Marta. Se hizo la remilgada uno segundos y luego se puso a tocarla. Marta que no había mostrado el más mínimo rechazo, se limitó a bajar la cabeza y a moverse más. Agarre su melena y tire para atrás, para que quedara encarada a Carmen, que la miraba con mucha lujuria. Carmen estaba muy excitada porque tocaba sus tetas por encima de su ropa y sus pezones estaban duros y grandísimos.

Carmen de pronto e inesperadamente dejo de tocar el coño de su prima, le agarro la cara con las dos manos y empezó a tratar de besarla, su prima se quiso resistir pero al final se dejó llevar y se daban unos morreos inmensos y volvía a tocar a su prima. Pararon de besarse y Marta estaba a punto de correrse y cuando lo iba a hacer le pidió a su prima que la besara, se fundieron en un gran beso y se corrió brutalmente. Carmen no la dio ni un respiro, se levantó y la quito. Estaba chorreando y quería follar, cambiaron las posiciones y mi rabo entro suavemente en su coño. Marta le desabrocho toda la delantera y sin más se puso a comer esas grandes tetas. Carmen acariciaba su cabeza mientras me la follaba.

De pronto nos llevamos un susto enorme, porque sonaron unos golpes en la puerta y era Amparo, “¿Estáis ahí? ¿Qué hacéis? Abrirme” ninguno decía nada, hasta que hablo su tía. “Amparo, ahora no puedo abrirte, que estoy haciendo mis cosas. Luego hablamos, vete con los demás” y ella dijo “No me jedáis que sé que estás ahí con Pelayo” le hice una seña a Carmen de que no hablara más y seguimos a lo nuestro. Pero Amparo cada vez se ponía peor, no paraba de dar golpes. Carmen ante el cariz de la situación le dijo, “Vale ahora salgo, pero espérame fuera, si abro la puerta y estás ahí, la vuelvo a cerrar” ella dijo que vale y nos arreglamos, Marta se quedó dentro, si no la había descubierto no quería que se enterara. Salimos los dos y Amparo estaba en plan moralista, “De verdad tía como me has defraudado y tú, vergüenza te tendría que dar liarte con una mujer mayor”

Me moví para que nos apartáramos de allí y así pudiera salir Marta. Efectivamente Marta logro salir sin ser vista. Al final tanto su tía como yo la cortamos en seco y Amparo se fue muy cabreada y nosotros nos quedamos a medias. En un momento se llevó a Juan Carlos aparte y vi como hablaban, mi amigo miraba en nuestra discreción y mientras oía a su mujer, tenía un leve movimiento de cabeza, en plan resignación. La verdad que esperaba que se marcharan y así tener el campo libre, pero no, aguantaron hasta el final. Esta vez me toco ir con ellos en el taxi. Íbamos todos muy callados y Amparo me miraba de reojo, sé que esperaba que dijera algo, pero me limite a mirar mi móvil y a sonreír. Veía que eso la cabreaba más. La realidad que tenía un calentó encima exagerado.

Al llegar a su casa entramos con mucho sigilo y sin hacer nada de ruido para no molestar a los padres. Yo me fui a la cocina a tomar un vaso de leche, Amparo dijo que iba a llevarse a la niña a su habitación y Juan Carlos se vino conmigo, lo primero que me soltó, “Tío ya te vale, mira que zumbarte a la tía en los baños, ¿Es que no tenías a otra? Menudo disgusto que tiene Amparo, porque le preocupa que su tío se entere” mi contestación fue muy sincera, “Juan Carlos, que no ha sido por eso, esta cabreada porque no era ella. Se cree que soy de su exclusividad y además la tía ya sabe lo que se hace. Y tú de verdad, ¿Crees que el marido no sabe cómo es su mujer?” Juan Carlos me decía que no quería entrar en discusiones, que posiblemente tendría razón, pero que no sabía. Vino Amparo que ya estaba cambiada y traía una bata puesta, nos dio las buenas noches y le dijo a su marido que no hiciera ruido cuando fuera a acostarse. Nada más irse le dije, “Amigo esta noche por culpa de tu mujer me he quedado a medias, así que ahora me lo va a pagar ella” Juan Carlos con cara de espanto me pregunto, “¿Qué me quieres decir con eso?” puse una sonrisa malévola y le dije al oído acercando mi boca, “Que ahora mismo voy a ir a follármela y tú te quedaras en mi habitación”

Me encamine a mi habitación y mi amigo venia detrás tratando de hacerme ver que no era el mejor momento, estando sus padres y sus suegros. Me quede en pelotas delante de él y al ver mi erección le dije, señalando mi rabo, que alguien lo tenía que solucionar y para calmarle le hice ver, que nadie podría oír nada, al estar las otras habitaciones más apartadas. Con cierta resignación y mucha calentura, Juan Carlos me dijo, “No la conoces, te va a mandar a tomar por culo y no quiero un escándalo. Así que si se enfada hazme el favor de salir” le volví a mirar esta vez con indulgencia, “¿De verdad crees que la zorra de tu mujer me va a echar?” y el muy seguro me dijo que si, vi que lo decía muy convencido, tanto que hasta dude de mi opinión.

Me fui a la habitación con un pantalón corto y una camiseta como únicas prendas. Abrí la puerta con mucho cuidado y me dirigí a la cama. Antes de meterme en ella me desnude completamente. Cuando entre la vi tumbada de lado, mirando hacia la cuna y de espaldas a la puerta y a mí. Lo pude ver porque había una pequeña luz para la niña, una luz muy tenue. Al oírme y pensando que era mi amigo, dijo, “Y mañana Juanca, hazlo como quieras, pero que tu amigo se vaya, buscar cualquier excusa, que se vaya al hotel con sus amiguitas”, levante la ropa de cama y me acosté. La toque y llevaba un camisón cortito. Nada más notar mis manos levantando más su camisón me dijo secamente “Estate quieto, que hoy precisamente no está el horno para bollos, así que olvídate o ves a chupársela a tu amigo”, me costaba no reírme, menudo cabreo que tenía.

Me fui acercando a su espalda y me preparé para colocarle el rabo entre las piernas, pero también para agarrarla y que no saliera corriendo. Ya estaba preparado y metí por detrás el rabo entre sus muslos, no llevaba bragas y lo note enseguida, igual que ella noto que no era el rabo de su marido y antes de que pudiera reaccionar le dije, “Está bien zorra, mañana me iré, pero esta noche te voy a follar sin descanso y me da igual lo que digas” no me mando a tomar por culo, ni tampoco monto ningún follón, simplemente y sin girase me decía, “Por favor, no es el momento, hay mucha gente en la casa, cualquiera nos puede oír, además no quiero nada contigo. Si hubo algo alguna vez esta noche se acabó” seguía diciendo muchas más cosas, pero lo que era un hecho, es que mi rabo cada vez estaba más mojado por su coño. Moví mi cuerpo para que el rabo fuera de atrás para adelante, así durante bastante rato y en su momento justo, encaje mi capullo en su coño, pero sin hacerlo del todo, se tensó, se le escapo un gemido y cuando sentí como colocaba el culo hacia atrás, para darme facilidades en mi penetración, me pare, no continúe, pero no me salí.

“¿Ahora qué es lo que quieres puta? ¿Quieres que te meta el rabo hasta el fondo? Lo que sea me lo tendrás que pedir y si no me marchare” le dije, aunque sabia de sobra la respuesta. Ella no me decía nada y entonces hice el paripé de hacer que me iba a ir, seguía sin decir nada, pero echo un brazo para atrás y me agarro mi culo, indicación de que me quedara. Le dije que eso no me valía, que quería oírla y entonces con la voz entrecortada me dijo, “Te tenía que haber hecho caso, era a mí a quien tenías que haberte follado en los baños y me vuelve loca que me hagas sentir tan puta, FÓLLAME” me puso cachondo y empecé a follarla, lo hacíamos en la posición de cucharita y mientras sobaba bien sus tetas y sus pezones. Le dije que se tocara para mí y me obedeció en el acto.

Mientras me la follaba le contaba lo que me había dicho Juan Carlos de que me iba a mandar a tomar por culo y me dijo, “Yo soy inocente, pero el mucho más, que sabrá el” y las palabras cada vez se le entrecortaban más y nuestros movimientos iban en aumento, pego su culo contra mí, respiraba de forma acelerada y la embestía porque sabía que se iba a correr y vaya que se corrió. No quería correrme todavía, por lo que hice que se pusiera encima y nos pusimos a hacer un 69. Que delicia de mujer, como se entregaba y pude percibir como alguien abría la puerta y echaba el cerrojo. Amparo paro de comer mi rabo y dijo, “Ya estabas tardando cornudo, sabía que no aguantarías sin vernos, anda acércate” y ella se incorporó pero sin quitarse de mi boca, note una boca que no era la suya, ella le animaba, “Vamos cornudo, cómetela, métetela más, como me pone viendo cómo te comes un pollón, aaahhh, que guarrete que eres, sigue, ordéñalo que estás loco por que se corra en tu boca y te llena de leche” ella según hablaba se ponía más cachonda y me pegaba con más intensidad su coño en mi boca, era un rio y Juan Carlos no se quedaba atrás, era oír a su mujer y ponerse como un loco con mi rabo.

No quería correrme en la boca de mi amigo, quería correrme en el culo de Amparo, Amparo dejo de hablar y se empezaba a tensar todo su cuerpo, ya conocía de sobra cuando se iba a correr y no se pudo aguantar, se corrió de tal manera que no me pude quitar y tampoco aguantar, me corrí en la boca de mi amigo, que no despego su boca de mi rabo. Amparo que se había corrido ya y se dio cuenta le decía, “Vamos putita cómela bien, no le dejes escapar ni una gota y ven a besarme” y cuando él se quitó, ya se había quitado también Amparo de encima mía, le garro la cara y se comieron la boca. Cuando terminaron Amparo muy caliente le dijo a su marido, “Que ganas tengo de ver cómo te rompen el culo, para que seas tan puta como yo”, Juan Carlos no dijo nada, se limitó a comerle la boca de nuevo.

Juan Carlos una vez estamos reposando todos, le dijo a su mujer con mucha complicidad, “Que puta que eres, nunca imagine que lo fueras tanto” ella se echó una sonrisita y yo le replique, “Lo que tú dices de que es tan puta, solo es la punta del iceberg, tu mujer es mucho más puta aun, solo falta emputecerla un poco más y saldrá todo” ella me decía que era un exagerado y que más no se podía ser, le decía que se equivocaba, pero que no era el momento, Juan Carlos no hizo ningún comentario. La celebración fue como la seda y todo acabo perfectamente. El día que me marchaba, Juan Carlos me dijo que antes de irme quería hablar conmigo y lo que hice fue despedirme de todo el mundo antes de la hora que tenía prevista y Juan Carlos se bajó conmigo a acompañarme al coche y aprovechamos para tomar algo y hablar.

- Desde anoche llevo dándole vueltas a algo que dijiste.

- Pues amigo al grano, que no hay mucho tiempo y confianza tenemos de sobra y mucho más que antes.

- ¿De verdad crees que Amparo puede ser aún más? Ya me entiendes.

- Jaja, era eso. Pues yo creo que sí, la veo potencial, entrega y muchas ganas. Eso te pasa por abrir la puerta.

- Llámame pervertido o enfermo, pero me gustaría hacerlo realidad y quisiera que fueras tu quien lo consiguiera. Quiero verlo.

- No te voy a llamar nada, porque me lo llamaría entonces a mí mismo. Lo único que te digo que ese es otro camino “peligroso” porque hay que estar muy preparado. Y no sé si sería lo mejor ni para ti ni para ella.

- Por mí no te preocupes, que sabes que si en algún momento no me gustase, lo diría y lo cortaría. Ahora si lo dices porque a Amparo no le vaya a gustar, entonces te entiendo.

- Estoy muy convencido de que tu mujer si pusiera algún reparo, seria por apariencia, pero en cinco segundos estaría haciendo lo que fuera.

- Pues vamos a intentarlo, le daremos una sorpresa. Vente un fin de semana y ya está.

- Déjame que lo piense, pero si lo hiciéramos seria en Madrid, lejos de ojos que nos pudieran conocer y para que así estuvierais más tranquilos.

- Mira eso es buena idea. ¿Pero para cuándo?

- Déjame que lo prepare, pero ya te digo que no será para ya, paciencia, mucha paciencia.

Quedamos en eso y cuando me fui ya iba pensando durante todo el viaje en preparar algo, no tenía ninguna duda, pero quería que fuera algo especial, morboso, que no se esperase en ningún momento nada de lo que pudiera suceder. Tenía que ser todo un abanico de sorpresas. Había que tomarse un tiempo en preparar todo muy bien. Por lo menos tenía que desarrollarse en dos días. Por ejemplo un viernes y sábado noche.

Este relato va dedicado a Whbonny y su hermosa mujer.

Aun sabiendo que tendré más de una crítica, Whbonny a tu mujer le digo que, la felicidad de un cornudo pocas personas la entiende, porque hay mucha falsedad y la gente no es sincera. Muchos se “indignan” por ver a su esposa interactuar libre y alegremente con otros hombres, aunque en el fondo están cachondos. Solo el que es cornudo consentido sabe, entiende, disfruta, goza, se llena de placer viendo a su mujer con otro. Así que esposa de Whbonny, no pierdas el tiempo, haz disfrutar al cornudo de tu marido y tu gozaras como nunca lo imaginaste. Solo piensa en el momento que te estén follando y veas la cara de tu marido. ¿Te lo imaginas?
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Relato Erótico : Sexo en el cine

Un detective privado, una mujer casada con tetazas impresionantes y oscuros deseos: le gusta hombres desconocidos se la follen en cines oscuros. Una mirona en el cine, a la que someto y seduzco para que se la folle mi ayudante, Paquito. Casada morbosa: le gusta que la follen en el cine, un relato erótico excelente.

Relato Erótico : Sexo en el cine

Relato Erótico : Sexo en el cine

Soy detective. Tengo una oficina cutre y destartalada en un edificio de Madrid. Mi ocupación principal es perseguir infieles, un ‘huelebraguetas’, vale, no me importa. Me gano bien la vida. Los cornudos y las cornudas vienen a que les ayude a desenmascarar a sus cónyuges. El último en llegar hace unos días fue un ejecutivo de una importante empresa, un tío alto, muy moreno, aparentaba 40 años. Yo paso de los cincuenta, ya no tengo cuerpo de gimnasio como cuando era un veinteañero pero me conservo y de tarde en tarde vuelvo al gym. Poco, de acuerdo, la vida nocturna me pierde. Y el whisky también, lo reconozco.

—Cuénteme lo que le ocurre –le dije al tipo que entró en mi despacho a las doce del mediodía. Los detectives privados a veces somos como confesores

—Mi historia es muy simple –me dijo el hombre, que se llamaba Eduardo González.

—Le escucho –encendí un cigarro sin pedirle permiso (soy un fumador empedernido, lo sé, ya no se lleva, pero no voy a cambiar a estas alturas).

—Creo que mi mujer me engaña.

—¿Qué motivos tiene para pensarlo?

—Yo trabajo mucho, casi no paro en casa, viajo casi todos los fines de semana y muchas veces llamo al teléfono fijo de casa y nadie me contesta. Cuando le pregunto a mi mujer dónde se mete siempre se va por las ramas. Quiero contratar sus servicios para que averigüe lo que hace.

Nos pusimos de acuerdo sin problemas. Al tío la pasta se le salía de los bolsillos. Su mujer se llamaba Ana. Me dejó una fotografía. Una morena alta, esbelta, con unas tetazas impresionantes. Me puse cachondo al mirarla. “Será un trabajo interesante”, pensé, y me puse manos a la obra.

Localice una cafetería donde Ana, mi objetivo, desayunaba a diario con una amiga. En persona, la tía estaba mucho más buena que en las fotos. Si sus tetazas impresionaban, su culo y sus piernas te dejaban sin habla. ¡Qué culazo! Decidí desayunar yo también en la misma cafetería a la hora que llegaban las dos amigas. El segundo día de mi vigilancia me senté en una mesa al lado de la de ellas. Pedí café con churros, me concentré en la lectura de un periódico y me dediqué a escuchar su conversación.

—Mi marido es un panoli –decía Ana— y me aburre. Menos mal que se pasa la vida fuera de casa.

—¿Y en la cama? –le preguntaba la amiga, que se llamaba Elvira.

—Siempre ha sido una ruina. Poco y mal. No le saques del misionero y deprisa y corriendo, el tío se corre a velocidad del rayo y se duerme.

—Todos los tíos son iguales –decía Elvira—. ¿Y tú tienes fantasías sin cumplir?

—Algunas, como todas. ¿Tú también tendrás?

—Claro pero yo alguna sí he cumplido.

—Cuéntame, Elvira.

—Te interesa, ¿eh? Je je. A mí siempre me han dado morbo los desconocidos que van por las casas.

—No me jodas, tía, que te ponen los fontaneros.

—No, no. Yo sueño con la visita con un técnico de ordenadores.

—¿Un técnico de ordenadores?

—Sí, sí, Ana. Hace tres años tuve un problema con el ordenador de casa, un virus o lo que sea. La vecina del segundo me mandó a su hijo para reparármelo.

—¿Y te reparo otras cosa?

—Más o menos. El chico estuvo un rato trasteando y se puso a hacer pruebas. Se metió en chat que debía de utilizar mi marido. Entró en un chat erótico en el que salían muchas pollas. Puso trozos de pelis pornos que según él estaban en el disco duro del ordenador. Me puso cachonda, a mil, acabé sentándome a su lado…

—¿Te lo follaste, Elvira?

—Claro. Pero el chico se marchaba a los siete días a trabajar a Alemania. No le he vuelto a ver. Desde entonces tiemblo cada vez que estoy sola por la mañana y llaman al timbre. Sueño con que sea un técnico de ordenadores. Ja, ja. Pero no ha tocado ninguno a mi puerta desde aquel día. ¿Y cuál es tu fantasía, Anita?

—¿La mía? Me ponen los cines y los hombres solitarios y turbios. Sueño con que un desconocido me meta mano en un cine mientras me dice barbaridades al oído.

—¿Qué barbaridades?

—Quiero comerte las tetas y el culo, o algo más fuerte. No te rías. Me siento una putita al pensarlo.

—¿Y nunca te ha ocurrido nada en un cine?

—Nunca. Y fíjate que todos los martes voy a la sesión de las cuatro de la tarde y me siento en la última fila esperando que algún hombre se ponga a mi lado. Sólo de pensar que un tío se coloca junto a mí y empieza a hablarme cuando se apagan las luces del cine se me mojan las bragas.

—Vete a un cine porno, Anita.

—No, no, eso no tiene morbo. Tiene que ser en un cine normal. Por eso voy a los multicines del centro comercial.

—Pues hoy es martes, hoy te toca, a ver si tienes suerte.

La conversación de las dos tías me puso cachondo perdido, mi polla daba alaridos de deseo. Pensé que sería una buena idea seguir a Ana hasta los multicines. Eso es lo que hice. A las tres y media de la tarde estaba apostado frente al portal de su casa. Cuando salió vi que se había puesto una minifalda blanca y una camiseta muy ajustado. Sus tetazas querían explotar las costuras. Me pareció que no llevaba sostén. La fui siguiendo y sin parar de mirarla el culo. Estaba hecho para clavarle un pollón. La escuché pedir una entrada para la sala tres. Hice lo mismo. Me daba igual la película que echaran. Ella entró primero, yo esperé un rato. Cuando me metí en el cine vi que estaba semivacío. En la fila siete había una parejita. Ana se había colocado en la última fila, junto a la pared. Todavía no habían apagado las luces. Me quedé mirando hacia donde estaba sentada. Ella se fijó en mí. Yo fui ascendiendo muy lentamente hasta la última fila, como un torero haciendo el pasillo. Ella no me quitaba la vista de encima. Llegué hasta la última fila y pasé de butaca en butaca hasta que llegué donde estaba Ana. Me senté a su lado. Ella estaba sin habla. Me volví a mirarla y le dije:

—Estoy loco por comerte esas tetazas que tienes. ¿Siempre vas sin sujetador, putita?

Seguía sin hablar pero se notaba que sus pezones se habían endurecidos y querían salirse de la camiseta.

—¿Tienes que tener un chochito encantador?

Cuando estaba pronunciando estas palabras se apagaron las luces del cine. En ese momento puse la mano en su cintura y le subí un poco la camiseta

—¿Qué haces?

—Lo que estás deseando. Ya te lo he dicho: voy a comerte esas tetazas que me están volviendo loco.

Mientras se lo decía, mi mano estaba ya acariciando una de sus tetas.

—Estate quieto, que nos van a ver –me dijo Anita.

Dos chicas acababan de entrar en el cine. Se sentaron dos filas por delante de nosotros.

—Ellas vienen a ver la película.

Pero la más bajita de las dos, una culoncita que me pareció bastante fea se quedó mirando. Yo aproveché la ocasión para levantar la camiseta de Ana y poner mis labios en su pezón erguido y deseoso. Le guiñé un ojo a la feíta (no os he dicho que siempre me han dado morbo las tías sin encanto que no tienen éxito con los hombres, y esta parecía una de esas).

—Ay, ay, qué me vas a hacer.

Yo le estaba masajeando bien las dos tetazas, se las lamía con ansia, primero una y luego la otra. Tenía unas aureolas grandes y oscuras y unos pezones excedpcionales. A la tía le encantaba que se las comiera.

—Quiero acariciarte las tetas con mi polla –le dije.

—Ay, ay, me estás poniendo muy caliente.

Ella se inclinó sobre mí como si fuera a chupármela y puso sus tetazas sobre mi polla tiesa. Yo la moví sobre sus pezones, se los acaricié con la punta. Intentaba ahogar sus gemidos, pero la feíta se volvía a cada momento para mirar.

—Ahora, chúpamela, cariño, seguro que lo haces muy bien.

No se lo tuve que repetir. La tía se bajó de su butaca y se puso de rodillas delante de mí. Se puso a chuparme la polla con glotonería, sin importarle un ápice que la feíta sólo se dedicase a mirarnos. Estaba cachonda perdida, histérica.

—Quítate las bragas, Anita.

Se las quitó y se sentó encima de mí mirando a la pantalla y a la feíta. A ella todo le daba igual y a mí también. Con una mano le acariciaba las tetas y con la otra empecé a tocarle el coño, se lo acariciaba, le metía los dedos, agarraba su clítoris. Su chochete era un río ardiente, me mojaba los pantalones. Mi polla estaba entre sus piernas y notaba su culazo espléndido encima de mí.

—Te voy a follar como no lo ha hecho nunca tu marido –le dije.

—Sí, sí, por favor. Métemela.

La butaca del cine no era el sitio más cómodo para follar, pero los dos estábamos excitados, borrachos de sexo y de morbo, ardiendo de deseo. Ella llevó mi polla con las manos hasta su coñito y se la metió un poco. Yo empujé lo que pude en aquella posición hasta que la tuvo dentro. Ella entonces empezó a moverse como una culebra. Yo le acariciaba sus tetazas que se movían de un lado a otro. La feíta estaba hipnotizada mirando.

—Ay, ay, ay, me estoy corriendo.

Yo tampoco pude resistir y me corrí salvajemente. Entonces me levanté y le dije: “Vamos al servicio”. No llegamos. Salimos de la sala a unos pasillos que estaban desiertos, nos refugiamos en un rincón, la hice ponerse de espaldas contra la pared. Le acaricie el culo muy lentamente, mis manos recorrían cada uno de sus rincones, mi dedo arañaba su ano. Mi polla volvió a dar brincos, le di golpecitos con con ella en su culazo.

—Sí, sí, quédate ahí y mira como se la meto por el culo hasta el fondo.

Se lo dije a la feíta que había salido también del cine, nos había seguido hasta allí y miraba con los ojos muy abiertos. Mis palabras la asustaron y se marchó corriendo. Una pena. No me importó, ya tendría tiempo de ocuparme de ella. Me agaché para ver de cerca aquel culazo que tenía desnudo delante de mí. Puse mi lengua en su rabadilla, la lamí, mis manos amasaban sus carrillos. Mi lengua recorría su raja del culo, se lo comí morbosamente, estaba delicioso, metí mi lengua en su ano, lo salivé, después puse un dedo, se lo meti y se lo saqué suavemente. Luego le introduje dos y le hice un metesaca lento con ellos.

—¿Qué me estás haciendo? –me preguntó Anita, a la que por las piernas le chorreaban sus fluidos.

—Te voy a follar ese culazo, putita.

—Ay, ay, eres un vicioso.

Con mi polla estaba paseándome por todo su culazo, le daba golpecitos, le empujaba en el ano sin metérsela. Me encantaba la situación. Aquella hembra espectacular deseando que le metiera la polla por el culo. Le hice algunas fotos (siempre es bueno tener pilladas a tías como esta). Y empujé mi polla dentro de su culazo.

—¡Ay, ay, ay, eres un animal!

Mi polla estaba enloquecida, movía mis caderas frenéticamente, mientras mis dedos acariciaban su coño y ella se derretía de gusto. Me corrí otra vez dentro de su culazo.

Cuando estábamos recomponiendo nuestra ropa, escuché las puertas de la sala, salieron las cuatro personas que quedaban en el cine. Me dio tiempo a sacar una tarjeta y un bolígrafo. Escribí: “Mándame un wasap a este número y te cuento el final de la película que te has perdido. Seguro que te va a gustar”. La feíta salía hablando con su amiga. Aproveché que la amiga se fue al servicio y la chica se quedó sola para acercarme a ella. Le di la nota y le dije: “Espero tu llamada, tengo la noche libre”. Anita se había marchado corriendo a su casa con todos sus agujeros llenos con mi semén. Pero yo quería más. No os lo he dicho: soy insaciable y me encanta el morbo.

Me marché a mi oficina y cuando llegaba me entró un mensaje por el wasap. Ponía: “Si tú no has visto la película”. “Pero te puedo contar la parte que tú te has perdido de la mía”, le contesté. Ella tenía ganas de marcha. “He visto suficiente”, me escribió. “Te has perdido lo mejor. Podemos tomar una copa en mi oficina y te enseño lo más unteresante. Sólo pongo una condición”. “¿Cuál?”, me preguntó. “Tienes que venir con una faldita muy corta, con un tanguita rojo, un top ceñido, con la tripa al aire y unas botas negras altas”, le propuse. “Tú estás loco”. “Te espero dentro de una hora en la farola que hay en el portal de entrada a mi oficina (le puse la dirección)”. “No voy a ir así”, me dijo. “Si no te viste así no hay paraíso”. “Eres un enfermo”, volvió a escribir. “Seguramente. Te espero”. Me mandó un par de mensajes más pero ya no conteste. Lo que hice fue llamar a Paquito, mi ayudante. Es un chico de 20 años, torpón, que no se come una rosca ni pagando. Es feo y gordo, vale, medio lelo, de acuerdo, pero un buen chico. Y tiene un arma secreta, oxidada por falta de uso: una polla descomunal. Cuando digo descomunal es descomunal: dos veces la mía de largo y de ancha. Pero solo había follado dos veces en su vida, y a dos putitas que le había proporcionado yo. Por eso le llamé: me gusta hacer favores a la gente.

—Paquito, vente al despacho ahora mismo, y ponte ropa interior limpia.

—No me jodas, jefe, que ya me iba a meter en el sobre.

—¿Confías en mí, chaval?

—Sí, sí.

—Vente corriendo a la oficina que hoy follas, Paquito.

—¿Y cuánto me va a costar?

—Hoy es gratis. La tía está cachonda perdida.

—Jefe, cuando me vea no va a querer.

—Tranquilo, Paquito, eso es cosa mía.

Veinte minutos después Paquito estaba en la oficina. Desde el balcón veíamos la farola donde había citado a la chica, a Patricia, que es como se llamaba la feíta. Ella apareció exactamente a la hora prevista.

—Es esa –le dije a Paquito.

—Si parece una puta, jefe.

—Le he pedido que viniese vestida así para motivarte, chaval.

—¡Qué culito!

—Dentro de un ratito le vas a meter ese pollón por todos sus agujeros.

Paquito babea mirando a la chica apoyada en la farola.

—¡Jefe, ya me estoy poniendo a mil solo de mirarla!

—Me bajo a por ella, tú quédate escondido en el balcón y dedícate a mirar, sólo tienes que entrar cuando yo te lo diga.

—A sus órdenes.

La chica estaba más buena de lo que pensaba. Le fallaba la cara, esa nariz aguileña y torcida y los ojos saltones la estropeaban. Pensé que era como una amiga del colegio a la que llamábamos la gamba. “De esa se come todo menos la cabeza”, bromeábamos entre nosotros.

—No sé si he hecho bien en venir –me dijo Patricia nada más entrar en la oficina—. Y menos vestida de esta manera.

—Te sienta muy bien. Eres una putita a la que le gusta mucho mirar. Eres una putita muy mala.

Yo me había sentado en una silla y la hice tumbarse en mis rodillas.

—¿Qué haces? ¿Qué quieres?

—Has sido una putita muy mala.

Le bajé las bragas, le levanté la falda minúscula y comencé a azotarla el culo, primer flojito y luego un poquito más fuerte hasta que sus carrillos se fueron enrojeciendo.

—¡Ay, ay, tú estás loco, déjame.

Paquito estaba mirando desde el balcón, yo suponía que asombrado. Le llamé.

—Paquito, ven ya, esta chica necesita que le des un buen masaje en el culete.

Paquito entró dando traspiés, todo colorado, con un bulto enorme entre las piernas. Patricia se incorporó para verlo. Dio un grito.

—¿Quién es ese?

No la dejé a hablar. La tumbé de espaldas en el sofá de la oficina. Yo me senté en un lateral y le puse su boca entre mis piernas. Me quité los pantalones y me saqué la polla.

—Mira que contenta se pone al verte, Patricia. Chúpamela bien, putita.

La tía se puso a darme lametones como una loca.

—Es tu oportunidad, Paquito –le dije a mi ayudante.

El chico se arrodilló y empezó a acariciar el culito de Patricia. Yo notaba como movía sus dedazos y se los clavaba en el ano de la chica.

—Como me gusta, jefe.

Después se puso a olerle el culo como si fuera un perrillo. Paquito tenía una lengua gorda y larga. Vi cómo le daba lametones a Patricia por toda la raja del culo. La hizo poner el culo en pompa y su lengua se movía de un lado a otro, de delante a atrás. Le comía todo, le metía la lengua por todos los agujeros, le sobaba con la mano entera, como un animal enfebrecido. Ella se puso frenética, excitadísima, enloquecía con aquel lengua brutal recorriéndole el culo y el chocho. Paquito jadeaba y babeaba como si fuera un perro de verdad.

—No has visto lo mejor, Patri. Verás cuando Paquito te meta la polla.

Yo le masajeaba las tetas, le arañaba los pezones mientras ella se metía mi polla entera en la boca.

—Sois unos salvaje –me dijo después de que yo me hubiera corrido dentro de su boca.

Paquito estaba disfrutando como nunca. Se había desnudado y su polla era un espectáculo.

—¿Puedo follármela, jefe?

—Seguro que le encanta, chaval.

Patricia miraba la polla de Paquito como si estuviera hipnotizada. Seguro que no había visto nada de aquel tamaño en vivo, solo aparecen así en películas porno. La polla de Paquito era más grande y ancha que la de Nacho Vidal.

—¿Me vas a meter todo eso? –dijo Patricia, un poco alarmada

Pero Paquito ya estaba encima de ella, intentando meterle aquel pollón. Ella daba grititos, yo no sabía si de miedo a de placer. A Paquito ya no había quien pudiera pararle, estaba desatado, con su cuerpazo aplastaba a la chica mientras su polla era un hierro candente que arrasaba todo a su paso. Patricia tenía los ojos en blanco y daba gritos como si la estuvieran matando. Estuve a punto de decirle a Paquito que no siguiese, pero me callé cuando hoy lo que decía la chica.

—¡Ay! ¡Ay! ¡Qué bestia eres! Sigue, sigue, méteme todo eso hasta el fondo. Me estás volviendo loca. Fóllame, fóllame.

Ya os he dicho que a Paquito no hacía falta animarle. Se puso a dar unas embestidas brutales. La chica cada vez gritaba más. Entre los dos me animaron y decidí unirme a la fiesta (vale, sí, el cuarto polvo del día, tampoco es para tanto y ya os he dicho que estoy bien entrenado). Empecé a darle una crema en el culito a Patricia (no hacía falta, la verdad, después de los lametazos que le había pegado Paquito).

—Verás cómo te gusta con dos pollas, una gigante por delante y una más modestita por detrás.

Mientras se lo decía le puse la polla en el culo y se la clavé hasta el fondo. Paquito seguía moviéndose como si le fuera la vida en ellos, un salvaje en pleno frenesí. Os lo tengo que decir: fue una noche memorable. Paquito se corrió como si tuviera dentro un surtidor, echó leche que debía tener acumulada desde el principio de los tiempos. Yo me quedé a dormir en la oficina y Paquito acompañó a la chica a casa. Al día siguiente me contó que se la volvió a follar y se quedó a dormir con ella. “Menuda nochecita, jefe. Esa tía es un volcán. Cuando tenga otra como esa me avisa, jefe.”. “Vale, chaval, quizá pueda contar contigo para otra aventura. ¿Tú entiendes de ordenadores?”. “¿Hace falta saber de ordenadores para follar, jefe?”. “Paquito, Paquito, hay que saber muchas cosas para seducir a las mujeres”. Me había acordado de la amiga de Ana, la que desayunaba con ella en la cafetería. Esa soñaba con la visita de un técnico de ordenadores. “Paquito, cuídame la oficina que a lo mejor hoy también hay jugada”. Me marché a hacer guardia en la cafetería de Ana. Llegué cuando las dos se iban. Las seguí. Vivían en el mismo portal. Cuando subieron mandé un wasap a Ana con una foto de las que le hice mientras me la follaba. “Has salido muy favorecida, seguro que a tu marido le van a gustar. Pero como vas a ser buena chica no se las voy a enseñar porque le tienes con la mosca detrás de la oreja. Soy el detective al que ha contratado para vigilarte. Vas a tener suerte y le daré un informe muy favorable si te portas bien. Y para empezar dime en que piso vive tu amiga la de la cafetería”. Inmediatamente me llegó la respuesta. “No le digas nada. Haré lo que quieras. En la escalera dos, en el cuarto A”. “Buena chica”, le escribí. Entré en la casa, me metí en la escalera dos y subí al cuarto piso. Llamé a la letra A”.

—Soy el técnico de ordenadores de la tienda de las esquina. Estoy revisando los aparatos a los vecinos que quieran porque hay muchos virus en el barrio. Seguro que le pueden venir bien mis servicios –le dije por la rendija de la puerta. Entonces quitó la cadena.

—Pase. Creo que me interesa.

Pero esa ya es otra historia. Quizá os la cuente algún día.
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Relato Erótico : Aventura con el padrastro de mi amiga

Aventura con el padrastro de mi amiga

Pasamos toda la tarde nadando en la piscina, yo aguantando las bromas que Elena hacia acerca de mi vello púbico que luchaba por salir por las orillas de mi bikini cada vez que me daba un chapuzón. Realmente la estábamos pasando bien.

Don Miguel estaba a unos cuanto metros de nosotras en la pequeña mini cocina que tenían al lado de la piscina, trabajando en algo de sus negocios. Lo veía sortear hojas y mas hojas de papel al tiempo que de repente levantaba la mirada para ver como nos zambullíamos en la piscina.

Los trajes de baño que había escogido Elena eran demasiado pequeños, por lo tanto cada vez que salia de el agua tenia que ajustármelo para cubrirme ya sea mis pezones que se escapaban de el top del traje o acomodar mi vello púbico que salía por los bordes del bikini por el efecto del agua. Obviamente todo esto lo hacia posicionándome descaradamente enfrente de don Miguel, al que volteaba de repente a verlo y mas de una vez lo atrapé mirándome. El solo atinaba a bajar la cabeza apenado al sentirse descubierto. La situación era tanto divertida como cachonda.

-'Eres una puta' -me dijo Elena riendo.

-'Ah chingao! Porque me dices así? -contesté.

-'Como porque? Te has pasado todo el día exhibiéndote a mi padrastro. Ya lo tienes todo atolondrado, ni trabajar lo dejas wey'

-'Jajaja No mames, no es cierto. Yo no tengo la culpa que los bikinis que escogiste no alcancen a taparme nada. Además si el quisiera podría meterse a la casa, nadie lo tiene aquí afuera a fuerzas'

-'Bueno, en eso tienes razón. Pero pues es su casa, puede estar donde el quiera y obviamente lo que quiere es estar viendo a mi amiga la puta' -dijo Elena, llamándome otra vez de esa manera.

-'Ya no me digas así, pendeja. No me gusta' -le respondí.

-'Jajaja Ahora resulta que no te gusta. Si bien que que te encanta que te digan así cuando estas cogiendo'

-'Pues si wey, tu lo has dicho. Cuando estoy cogiendo hasta la madre me pueden mentar. Así ahorita pues no, se siente feo jajaja' -le dije tomándola por sorpresa y jalándole el top del bikini hacia abajo, a lo cual sus pechos saltaron libres.

-'Ahhhh wey, no mames! -gritó Elena queriéndose cubrir sus senos con ambas manos y acomodándose el top.

-'Sigue chingando y te encuero, bitch' -le dije riéndome y alejándome a la parte media de la piscina para evitar que me hiciera lo mismo. Voltíe de repente a ver a don Miguel y lo atrapé mirándonos de nuevo. Levanté mi mano en forma de saludo al cual me respondió sonriendo y levantando su mano también, dejándole claro de que no había problema que me mirara.

-'Elena......no te molesta que tu padrastro me vea o que yo me exhiba ante el? -pregunté a mi amiga con cautela.

-'Amy....no estoy pendeja. La relación entre mi mamá y mi padrastro es mas por interés que por amor. Con el tiempo me he dado cuenta que ellos hacen lo que quieren cada uno por su lado, y ambos lo saben. Si ellos quieren vivir asi, pues allá ellos. Yo no soy quien para decirles que hacer con sus vidas, ya son adultos, no? -refutó mi amiga todavía batallando con acomodarse su top.

-'Bueno, pues eso es cierto. Pero es raro' -dije.

-'Jajaja Tu familia tampoco se queda atrás en lo raro. Empezando contigo, pinche ninfómana! Asi que si te lo quieres coger a mi padrastro, pues tu sabes. Nomas que no se entere mi mamá. Por mi no hay problema' -dijo Elena tirándome la seña con el dedo medio.

-'No soy ninfómana wey! Solo soy sexualmente activa Jajaja' -le contesté aventándole agua con mis manos.

-'O lo que es lo mismo, te encanta la verga' -dijo Elena zambulléndose al agua para evitar que la salpicara de agua.

Don Miguel contestó una llamada en su cel, y se levantó dirigiéndose a la puerta. Minutos después regresó dirigiéndose a nosotras.

-'A ver chicas, sé que se están divirtiendo pero tienen que comer algo' -dijo don Miguel al tiempo que se acercaba con varias cajas de pizza y una bolsa plastica con botellas de refresco.

-'Esperese deje le ayudo, no se le vayan a caer!' -dije mientras saltaba fuera de la piscina, aun con agua escurriendo de mi cuerpo. Llegué a donde estaba el y entre los dos acomodamos las pizzas y las bebidas en la pequeña barra que estaba en el patio cerca de la piscina. Aunque no podria decir que fueran 'millonarios', los padres de Elena tenian una buena posicion economica que les permitia tener una casa bastante lujosa.

Don Miguel no apartaba su mirada de mis pechos, que al correr hacia el rebotaban impudicamente. Mientras trataba de ayudarlo, bajé mi mirada a mis pechos, notando que uno de mis pezones habia salido del bikini, y se mostraba completamente a la mirada de don Miguel. Al tener mis manos ocupadas no podia acomodarme el bikini para ocultar el travieso pezon rosado.

-'Jajaja Perdon, que pena! -dije.

-'Ahhh, no te preocupes. Accidentes pasan!' -me dijo don Miguel tratando de minimizar el incidente, pero sin dejar de verme mis pechos que lucian empapados de agua. Sentir su mirada sobre mi volvió a ponerme erectos los pezones, haciendo aun mas risible la situacion.

Pusimos un par de cajas de pizza calientes en la barra, junto con las bebidas y servilletas mientras Elena se acercaba hacia nosotros, al tiempo que yo trataba de acomodar mi bikini con ambas manos. Don Miguel se sentó en un taburete de bar, tomando su propia rebanada y una cerveza fría.

-'Creo que tomaré una cerveza, hace demasiado calor aquí' -dijo sonriendome en una especie de complicidad.

-'Mmmm, pepperoni! Mi favorita! lo único malo de la pizza es lo mucho que nos engorda' -dijo Elena, seleccionando una rebanada y poniéndola en su plato

-'No puedo permitirme ganar nada de peso, especialmente si pienso seguir usando este bikini!' -dije mirando a don Miguel.

-'Usted es un hombre, don Miguel......Qué piensa? ¿Cree que necesito perder peso?'

Me paré frente a el, con una rebanada de pizza en una mano y en la otra un refresco, mientras trataba de 'modelar' mi cuerpo frente a el, como si deveras esperaba su opinión.

Aunque no tenía una protuberancia visible en la barriga, mis enormes pechos sobresalían impudicamente. Mis pezones se endurecieron nuevamente al sentir la mirada nerviosa de don Miguel. La cara burlesca de Elena me decía que no creía que estubiera exhibiendome ante su padrastro de esa manera.

-'Qué piensa? Mi vientre es demasiado grande? - pregunté a don Miguel.

-'No, Amy, no seas tonta. No estás gorda' -dijo Miguel. 'Ambas son hermosas y sexys'

Elena me miró sonriendo y gesticulando la palabra PUTA en silencio.

-'Gracias Señor Miguel' -dije mientras Elena y yo divertidas intercambiabamos miradas.

-No quiero romper el momento, pero......puedo tomar una cerveza?' -dijo Elena, interrumpiendo mi descarado cachondeo con su padrastro.

-'Mmmmmm, sabes que a tu madre no le gusta que tomes. Y a mi tampoco, debo decir' -dijo el padrastro de Elena,

-'Lo sé, pero pues mi mamá no esta aqui y pues....una no es ninguna. Ándale, no seas malito, si? Me dejas? -dijo Elena a su padrastro, haciendo puchero de niña chiple. Eso nunca falla, pensé para mis adentros.

-'Ok, pero si te hace cruda, no me culpes ni me descubras con tu madre. No quiero problemas'

-'Ok papi, prometo guardar el secreto' -dijo Elena divertida mientras tomaba un par de botellas.

-'Y tú Amy, sabes guardar secretos tambien?' -me dijo don Miguel, de una forma que a todas luces era en doble sentido.

-'Claro, cualquier cosa que pase aqui en su casa me lo llevaré a la tumba como secreto inconfesable' -le dije sonriendo y sin apartarle la mirada de igual manera tratando de que entendiera el doble sentido en mi respuesta.

-'Ok, pero tampoco abusen. Solo un par de cervezas y ya' -nos dijo don Miguel, mas para zafarse de alguna culpa que verdaderamente prohibirnos tomar de mas.

Pasamos el resto de la tarde platicando y contando divertidas anécdotas, en compañía de don Miguel. Yo aprovechaba para lucirme delante de el en la mas minima oportunidad. Igual Elena aprovechaba las distracciones de su padrastro para seguir tomando. Pasado el tiempo decidimos que ya era hora de ir a dormir, no solo por lo tarde si no porque Elena ya daba muestras de haber bebido demasiado.

-'Bueno, vamos a rendirnosss, papaá' -dijo Elena, con su voz ronca y arrastrando las palabras. 'Gracias de nuevo por llevarnosss al centro comercial, por las pizzasss, la cervezaa y por todoo. Buenas nochesss, duerme bien'

Ella se inclinó para besarle la mejilla, tropezando torpemente sobre su padrastro. Definitivamente Elena habia tomado demasiado y la cerveza habia hecho su efecto. Miguel la abrazó rápidamente para evitar que cayera al suelo, mientras yo soltaba la carcajada involuntariamente.

-'Jajajaja perdon, yo se que no deberia reirme pero no pude evitarlo' -dije apenada a don Miguel.

-'Ahhh no te preocupes. Esta niña tonta que no sabe tomar. Me ayudas a llevarla a su recamara? Yo la cargo, tu solamente abreme las puertas' -me dijo Miguel al tiempo que cargaba a Elena. Con el movimiento los pechos de Elena escaparon de su diminuto bikini.

-'Ooops! Ya le dimos show sin querer' -le dije divertida tratando de acomodar el top del bikini de Elena.

-'Jajaja Lo sé, y vaya show. No me puedo quejar, la verdad' -dijo don Miguel sin dejar de ver los hermosos senos de su hijastra.

-'Toda la culpa es de Elena, que me convenció a que usáramos estos trajes de baño tan pequeños' -dije mirando mis propios pechos a ver si no se habían escapado mis pezones también.

-'Bueno, eso sera una cosa que le tengo que agradecer a esta niña boba' -dijo don Miguel, ya acostando a Elena en su cama tiernamente.

No bien acabaron de acostarla cuando ya Elena estaba roncando con la bocota abierta. Cerramos la puerta y don Miguel y yo nos dirigimos a la cocina de la casa. Miguel abrió el refrigerador, sacando dos cervezas y ofreciéndome una, la cual de inmediato tomé.

-'Espero que lo de guardar secretos haya sido en serio, Amy. No me gustaria que Marel se entere de la borrachera que Elena se puso por mi culpa' -me dijo don Miguel al tiempo que chocaba su botella con la mia en una especia de brindis. Marel es la mamá de Elena.

-'Jajaja Noooo, ya le dije que cualquier cosa que pase en esta casa se queda en secreto entre usted y yo' -dije sonriendole picaramente.

-'Cualquier cosa, Amy? Segura, segura?' -dijo don Miguel tanteando el terreno. Estaba por dar el paso pero obviamente queria estar seguro. Decidí ser yo quien diera el primer paso.

-'Cualquier cosaaaaa' -dije arrastrando las palabras y tomando un gran trago de la cerveza, para luego acercarme a el y plantarle un beso aún con mi boca llena de cerveza, la cual escurrió por entre nuestros labios hambrientos.

Don Miguel respondió a mi beso repegando su cuerpo contra el mio. Sus manos inmediatamente se fueron hacia mis carnosos pechos. Habia estado provocandolo todo el dia que se moría por tocarlos, apretarlos, tenerlos entre sus manos. Sin interrumpir el beso, me levantó en sus brazos y me llevó escaleras arriba, cruzando la sala al estilo de noche de bodas. Quería besarlo, tocarlo, manosearlo, pero tampoco quería distraerlo mientras subíamos las escaleras me imagino que hacia la recamara.

Una vez que llegamos al dormitorio principal, me acostó en la cama, se quitó rápidamente la ropa y se arrastró sobre mí. Inmediatamente, su boca poseyó de nuevo la mía en un caliente y apasionado beso. El saber que estabamos en la cama donde cogia con su esposa me prendió muy cabron. Podía sentir sus manos correr arriba y abajo de mi cuerpo, acariciando mis pechos, mi cintura, mis nalgas.

Su mano se deslizó debajo de el top del bikini, y la levantó, sobre mi cuerpo, desnudandome. Una vez que mis pechos estuvieron expuestos, su boca estaba sobre ellos. Él alternó de uno, y luego al otro; besando, chupando, mordisqueando y mordiendo suavemente hasta que mis pezones rosas estaban llenos de su saliva.

-'Dios, no sabes las ganas que tenia de hacerte esto' -dijo mientras amasaba mis grandes pechos.

-'Chupeme, muerdame don Miguel. Mis tetas son suyaaas' -le decia yo con mi voz cortada por el placer.

Pasé mis dedos por su pelo grueso, lleno de incipientes canas. Su boca y sus manos me estaban volviendo loca, y podía sentir que mi vagina se humedecía con sus hábiles cuidados. Se notaba su experiencia. Era un hombre, no un niño. Ni siquiera mi novio Franki u cualquier otro me habia prendido de esa manera. Entre gemidos, traté de dirigirlo.

-'Más abajo ... Por favor, don Miguel ... más abajo …' -lloriqueé. Mi pezón se salió de su boca.

-'Dime que quieres'

-'Mi vagina ... pon tu boca en mi vagina'

Él sonrió. No hay nada mas excitante que una mujer rogando por sexo y ambos lo sabiamos. Su rostro me indicaba que le encantaba que le suplicara y decidí incorporar eso al momento que estabamos viviendo.

-'Por favor, don Miguel ... no se burle de mí. Quiero sentir su lengua en mi. Quiero sentir su verga' -dije haciendo incapié en llamarlo 'don'. Queria dejar claro el hecho de que el era un hombre mayor y yo su adolescente conquista.

Se tomó su tiempo, tentadoramente, atormentándome. Lentamente besó su camino por mi estómago mientras sus manos nunca dejaban mis pechos. Su boca viajó más al sur hasta mi ombligo, su lengua entrando y saliendo. Solté un pequeño gemido cuando me mordió, dejando pequeñas marcas de dientes en mi estómago. Lo escuché inhalar profundamente.

-'Puedo oler tu coño, me encanta lo caliente y húmeda que te encuentras'

-'Por favor, don Miguel ... Por favor …' -gemí mientras intentaba desesperadamente bajar la cabeza.

Cogiéndome por sorpresa, él envolvió sus brazos debajo y luego a través de mis muslos. Luego me empujó hacia la cabecera de la cama, al mismo tiempo que separó mis piernas y levantó mi culo del colchón quitandome de tirón la parte baja de mi traje de baño.

-'Oh Dios!' -gemí cuando hundió su lengua dentro de mi empapada vagina.

Casi de inmediato, sentí como si un rayo atravesara mi cuerpo. Pude sentir su lengua lamer las paredes de mi vagina antes de salir y mover hacia arriba a mi clítoris. Jadeé cuando se llevó mi pequeño botón a la boca y comenzó a chuparlo deliciosamente. Gemí entre pequeños sorbos de aliento. Sus manos aún estaban sobre mis pechos, y él estaba alternando entre amasarlas y apretar mis pezones con la punta de sus dedos. Sentí que mi orgasmo comenzaba a desarrollarse mientras continuaba su ataque contra mi vagina. Todo mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas mientras él continuaba lamiendo mi clítoris.

-'Solo un poco más, don Miguel ... solo un poco más …' -dije sabiendo que no me contestaria pues tenia su rostro enterrado en inchada vagina y tomando mis jugos.Traté de contener mi orgasmo tanto como pude porque no quería que terminara el placer intenso que me estaba dando. Desafortunadamente, solo pude durar unos segundos más antes de soltar y liberar mi cuerpo.

-'Ahhhhh… aaaahhh.. haaaww!! Ahhhh ….aaaaggggg gggg….ggg me voy a venir!! Me voy a veniiir' -grité al tiempo que sentia como mil descargas electricas cruzaban sobre mi cuerpo, soltando chorros de liquidos que fueron a caer directos a la cara de mi macho. No todas las mujeres podemos hacer squirt al llegar al orgasmo, y don Miguel me premiaba poniendo su boca abierta, avida de mis flujos vaginales, tomadoselos, tratando de no desperdiciar ni una gota.

Mi cuerpo no dejaba de temblar y don Miguel no dejaba de comerme por mi panocha. Y sin poder evitarlo un orgasmo más llegó con toda su fuerza soltando cantidades de jugos en la boca de mi macho, esta vez acompañado de chorros de orines como siempre me pasaba.

-'Agghhh....queee ricooogg.....que ricog meg cogeeee don migueeel. Quieroo mas, quieroo maaaas' -decia yo jadeando, luchando por articular palabras. Jamás hasta ahora alguien me habia provocado un orgasmo tan devastador con solo hacerme sexo oral. Definitivamente estaba con un hombre.

-'Me encanta como gimes y jadeas como una perrita, Amy' -me dijo don Miguel cariñosamente, con su rostro empapado con mis jugos.

-'Si papi,...si.....soy su perrita. Soy su puta perra cogelona, papi. Y usted es un hombre. Un hombre de verdad y no chingaderas' -le dije recuperando un poco el aire.

-'Te miras hermosa con tu carita de niña y diciendo malas palabras. Me calientas como no tienes idea, Amy' -dijo don Miguel dandome un beso en los empapados pelos de mi vagina.

-'Digame como quiere que hable, yo lo obedezco. Yo hablo como usted me diga. Yo puedo ser quien usted quiera. Una puta, una niña, una perra. Puedo ser su esposa. Puedo ser Elena si usted quiere, pero no deje de lamberme, de chuparme papi' -le dije ansiosa de sentir su lengua dentro de mi nuevamente. Lo sentí tensarse al escuchar el nombre de su hijastra, pero de inmediato recuperó la compostura. No sabia yo si habia pasado los limites, pero decidi seguir con el juego. Queria enloquecerlo de pasión. Habia yo leido tantos relatos de amor filial que me mataba la idea de descubrir si en verdad esas cosas pasaban.

-'Eres una perrita sexual, Amy, y eso me encanta mi muñequita' -dijo mi hombre con su rostro húmedo con mis jugos. No le respondí, solo saqué mi lengua de forma erótica simulando ser una perra en celo y dejando caer mi saliva por mis labios.

-'Estás listo para un poco más?' -preguntó con voz ronca.

-'Quiero su verga en mi boca' -dije en voz baja.

Moviendose en la cama, se colocó encima de mi de manera que su rostro quedó en mi vagina y su miembro en mi cara, haciendo un delicioso 69. Pasé la punta de mi lengua por la cabeza de su pene y recogí el liquido pre-seminal que se había formado allí. Podía escuchar un gemido silencioso deslizarse por sus labios. Lo agarré en mi mano y su verga se sintió viva mientras palpitaba y revoloteaba.

Juguetonamente pasé mi lengua arriba y abajo por la parte inferior de su pene, lo que provocó que escaparan gemidos de sus labios. Cuanto más jugué con su miembro, más semen se filtró de la cabeza de su verga. Hice un sonido lascivo, mientras recogía esas pequeñas gotas que se habían acumulado en la punta de su erecto miembro. Las sorbia haciendo escandalosos ruidos con mi saliva en mi boca.

Tomándolo por sorpresa, metí su verga profundamente en mi boca. Pude oírlo jadear y gemir mientras lo trabajaba dentro y fuera de mi hambrienta boca.

Tomé una respiración profunda, relajé mi garganta, y comencé a meterlo más profundamente. Un reflejo nauseoso inmediatamente me llegó, provocandome ganas de vomitar, mientras luchaba por acomodar su enorme miembro dentro de mi boca. En cuestión de segundos, lo llevé hasta la raíz.

-'Asi bebé, asii, cometela toda mi amor. Te gusta?' -me decia don Miguel con su voz en una mezcla de ternura y pasión.

-'Meg guggta mucggghoo. Me guggtaaa mucggho gu vegggaaa' -trataba de responderle con mi boca llena de su pene, haciendo que mi boca produciera enorme cantidad de babas que escurrian por mis comisuras hasta llegar a mi cuello y mi cabello. Trataba de gritar, de alzar mi voz para que Elena nos escuchara. Era tanta mi calentura que deseaba que Elena despertara y me encontrara teniendo sexo con su padrastro. La verga de don Miguel me impedia gritar, mas el hecho de que Elena estaba muerta de borracha tambien influia a no poder realizar mi cometido. Pero solo de pensarlo sentia como mi vagina se empapaba de jugos.

-'Agghh, asi perrita....asiii....cometela toda, mi amor' -me decia don Miguel, empujando aun mas su miembro dentro de mi boca, que en la posicion en la que estaba encima de mi me imposibilitaba moverme y empujaba mi cabeza enterandome en la cama.

-'Ggggghhhh.....gemmeee maaggg....gemme magggg!' -traté de animarlo a que me diera mas verga, pero luego me fue imposible al sentir los efectos de su profunda penetración en mi garganta, provocandome arcadas que anunciaban mi inminente vomito.

Su respiración cambió y supe que se estaba acercando. Podría haberse corrido en mi boca si quisiera, pero en cambio, gentilmente me apartó. Al sentirme libre de su miembro, respire profundamente por mi boca, tratando de tomar aire y escupiendo una gran cantidad de babas que fueron a caer en sus testiculos, para luego escurrir a mi rostro.

Ya recuperada de mi aliento, tomé uno de sus testículos en mi boca y lo lamí suavemente.

-'Oh Dios, Amy ... Sí ... eso se siente bien'

Me dio tanto placer saber que estaba disfrutando de lo que estaba haciendo. Abrió más las piernas, lo que me dio un mejor acceso. Continué chupando y lamiendo suavemente sus redondos huevos mientras provocaba suaves gemidos. Quería prenderlo, calentarlo, ponerlo a mil. Darle el mejor sexo de su vida, hacerlo olvidarse de su puta esposa.

Inconscientemente, comencé a lamer mas allá de sus testiculos y un escalofrío erótico corrió por mi cuerpo. Me había involucrado en las lambidas de culo otras veces con mujeres que sabía que lo disfrutaban y les encantaba corresponderme. Lo acababa de hacer con Elena unas horas antes. Sin embargo, la idea de hacerlo con un hombre nunca se me había pasado por la cabeza, hasta ese momento.

Vacilante, empiezo a lamer más arriba, lo que llamó inmediatamente la atención de don Miguel y nuestros ojos se encontraron. Por unos segundos, silenciosamente me miró como si estuviera cuestionando si era lo suficientemente valiente como para hacerlo. En ese punto, más que nada, quería abrir nuevos caminos. Quería complacerlo de una manera que nunca había hecho antes. En ese momento, no era algo que quería, sino algo que necesitaba. Lamí un poco más cerca de su ano hasta que su voz rompió el silencio.

-'Solo tu lengua, nada más' -dijo

Le brindé mi mejor mirada sexy y picante. 'Sí, papá' -dije seductoramente tratando de imitar la voz de Elena,

Suavemente, lamí su culo varias veces y pude oírlo gemir y sentir su cuerpo tensarse. Dios, él ama esto. Recogí la mayor cantidad de saliva que pude en la punta de mi lengua para la lubricación, y lentamente comencé a empujarla dentro de su pequeño agujero fruncido. Don Miguel dejó escapar un gemido bajo y gutural. Me acerqué más a él y pude deslizar mi lengua un poco más profundo.

Unos segundos más tarde, una de sus manos tomó mi cabeza y comenzó a empujarme, indicandome que continuara yo lambiendo su culo. Después de unos momentos, pude escuchar su respiración cambiar y supe que se estaba acercando. Por un momento, pensé que iba a perder el control, pero en el último segundo posible, él me empujó y fue capaz de recuperar la compostura. Rompiendo el riquisimo 69 que estabamos haciendo. Para ser un hombre mayor, tenia bastante control.

Me acercó a él y me dio un beso largo y húmedo. Después de que rompió nuestro abrazo, habló.

-'Eres jodidamente increíble Amy' - dijo con voz profunda y ronca.

No pude evitar sonreír.

-'Quiero su verga dentro de mí, don Miguel' -dije cachondamente.


Me acercó a él y me dio un beso largo y húmedo. Después de que rompió nuestro abrazo, habló.

-'Eres jodidamente increíble Amy' - dijo con voz profunda y ronca.

No pude evitar sonreír.

-'Quiero su verga dentro de mí, don Miguel' -dije cachondamente.

En lo que se acomodaba para penetrarme pude verlo desnudo completamente por primera vez. A pesar de ser un señor que pasaba los 50 años, estaba bastante bien conservado. No tenia panza, y aunque no estaba musculoso si tenia un cuerpo bastante cuidado y trabajado por el gym, me imagino. Tenia el pecho, los brazos y las piernas cubiertas de vello. Era un hombre muy atractivo.

Don Miguel puso sus grandes manos en mis caderas y guió su erecta verga hacia mí. Me empujó hacia atrás en la cama y luego se movió hacia arriba, su peso me aplastaba sensualmente. Podía sentir su pene presionar contra el interior de mi muslo, y rápidamente lo tomó en su mano y encontró mi apertura.

-'Ughhhh......papiiii. Que grande verga tieneeeeee' -le dije al sentir como la cabeza de su pene empezaba a empujar mis labios vaginales, que se abrieron al contacto con su verga.

-'Asi Amy, asiii......abrete para mi, mi niña' -me dijo don Miguel, sintiendo como mi peluda vagina lo recibia ansiosa.

Mi panocha estaba tan resbaladiza y mojada por los juegos preliminares. Mi cuerpo ofrecía poca resistencia y se hundió en mí con un golpe largo y suave. Su pene se sentía tan grande dentro de mí.

-'Agghhhh don Migueeeel! Me esta abriendo todaaaa! -jadié al sentir su grueso miembro abrirse paso.

Intenté pero no logré contener un pequeño grito. Su verga me llenaba. Luego, con un último golpe duro, logró entrar en mí por completo, llenandome. Me estaba penetrando profundamente. Grité en voz alta y él cubrió mi boca, tratando de silenciarme para que no nos escuchara Elena.

Don Miguel me montó ansiosamente, abriendo mis piernas al maximo para poder tener mas dominio de mi cuerpo y llegar mas profundamente. Lo cual estaba teniendo exito, pues sentia su enorme verga llegarme hasta el estomago, lo cual claro que no sucedia pero la sensacion que me causaba me hacia pensar que asi era.

Sus grandes y ásperas manos acariciaban y apretaban mis enormes tetas, para luego bajar desde la parte superior de mi cuerpo hasta el torso y las caderas. Don Miguel jadeaba como un animal, empujando su miembro cada vez mas fuerte dentro de mi y arrancandome gritos. Gritos que yo cada vez los lanzaba mas fuerte, con la intencion de que Elena nos escuchara. Me prendia la idea de que mi amiga bajara de su recamara y me encontrara teniendo sexo con su padrastro.

-'Ahhh, ahhhh más, papi, máaaassss! Deme mas, don Miguel, deme mas. Revienteme, partame en dos pero no deje de cogermeee! -le gritaba.

-'Asi mi niña, asii es como queria tenerte. Tenias toda la tarde calentandome que si no te cogia me ibas a volver loco' -me decia don Miguel entre jadeos.

-'Aahh ... Fólleme, cójame. Haré cualquier cosa por ti papá' – le dije gimiendo, tratando de imitar la voz de Elena y ronroneando como una gata en celo.

Don Miguel no podia soportarlo más a medida que su verga se ponia más y más dura dentro de mi, especialmente cada vez que escuchaba que lo llamaba papi. Senti su verga expanderse dentro de mi, provocandome mi segundo orgasmo de el dia.

-'Ahhhhhhhuuuggg!, Si, siii, asiii papii, asiiii! -gritaba yo desesperada al sentir la verga de don Miguel partiendome en dos en cada embestida.

-'Asi hermosa, asii...aprietamela, aprietamela toda' -decia don Miguel mientras me pompeaba con furia.

Envolví mis brazos y piernas alrededor de su cuerpo, y nos movimos salvajemente al unísono. Se sentía como si fuéramos uno. En poco tiempo, el sudor de nuestros cuerpos comenzó a mezclarse, lo que parecía aumentar nuestra pasión. El peso de su cuerpo encima de mí, su olor varonil, su torso aplastando sensualmente mis senos, todo se agregó a la experiencia erótica para mí.

A diferencia de muchas de mis relaciones previas, el saber que don Miguel estaba casado, que estábamos haciéndolo en la cama que compartía con su esposa Marel, y que su hijastra Elena estaba en la otra recamara y que en cualquier momento podía descubrirnos, me prendía de una manera como ninguna otra vez anterior. Quería que continuara, quería sentir su venida dentro de mi. Pero también quería enloquecerlo y satisfacer mi morbo. Por lo cual decidí jugármela y sugerirle algo para prender mas el momento.

-'Espere don Miguel...espere! No se venga aún. Traiga su cel, traigalo. Necesito guardar este momento! -le dije, deteniendo sus poderosos embates.

-'Que cosa se te ocurrió, loquita? -me dijo don Miguel, algo decepcionado de que lo detuviera, pero lleno de curiosidad .

-'Solo tráigalo. Quiero que me grabe! -contesté,

Vi como los ojos de don Miguel brillaron al escucharme. Yo era su trofeo y la idea de grabar el momento era algo que definitivamente no podía dejar pasar. Sacando su miembro de mi empapada vagina, se acercó a donde estaba su ropa tirada en el suelo y no tardó ni un segundo en regresar con su celular en la mano, poniéndolo inmediatamente en modo cámara.

Tomándolo por completa sorpresa, lo abracé y rodamos los dos hacia la cama, cambiando de posición, y ahora yo estaba encima de él. Miré hacia abajo, y nuestros ojos se encontraron.

-'Métamela hasta adentro' -gemí roncamente.

Puse mis manos sobre su velludo pecho, y colocando con mis manos su erecto miembro, lo dirigí a la entrada de mi vagina, la cual hambrienta lo engulló toda, llenándome por completo. Estaba encima de el, empalada en su dura verga, con don Miguel grabándome con su celular. Tenia yo mi cuerpo y manos libres, lo que me facilitaba el apalancamiento y tomar el control. Siempre me ha resultado más fácil tener un orgasmo en esta posición cuando podía controlar la inclinación y los movimientos. -

-'Aggghhh, sii.....siii. Cojame así rico, don Miguel! Estas viendo esto, Marel? Lo estas viendo?? Así es como se coge a un hombre. Me estoy cogiendo a tu macho! Ahora es mío, nomas miooo! -gritaba yo dirigiéndome a el celular, como si me estuviera dirigiendo a la esposa de don Miguel.

-'Ufff....eres el demonio, pequeña! Eres el diablo en persona...! -decía don Miguel. Mis palabras lo habían tomado por sorpresa, pero era demasiada la calentura que lo pasó por alto y empezó a darme vergazos mas y mas fuerte justo al oírme hablar.

-'Así es como se complace a un macho. Asiii como lo estamos haciendooo! Aprende Marel, veeme como complazco a tu hombre. Mirameeee! Augghhhh!! -grité yo fuera de si, sintiendo como la reata de mi amante se enterraba mas en mis entrañas. Mis palabras lo estaban volviendo loco. Empecé a moler mi pelvis en él cambiando el ángulo, por lo que su gruesa verga estaba perfectamente contra mi clítoris.

Me movía yo de arriba hacia abajo, haciendo que mis enormes tetas rebotaran violentamente. No me contuve y después de un minuto más o menos estaba temblando encima de él mientras mi orgasmo sacudía mi cuerpo. Mi vagina empezó a soltar chorros, empapando a don Miguel y las sabanas de la cama. Cuando terminé, él estaba mirándome directamente a los ojos. Estaba también por venirse, podía sentirlo en su mirada. Continuaba moviéndose en mi, tratando de llegar al orgasmo.

-'Podría cogerte todo el día' -dijo entre jadeos.

-'Córrete conmigo, papi. Lléname de leche. Préñame. Hazme lo que quieras. Soy tu perra, soy tu puta y tu eres mi dueño esta nocheee' – le dije tomando aire y tratando de recuperarme de mi venida. Don Miguel seguía grabándome y quería yo darle la mejor de las cogidas.

-'Si mi baby, sii... muévete más, déjame venirme dentro de ti. Me encantas! No puedo creer que tras esa carita de niña buena se esconda un maldito demonio' -dijo don Miguel, con la cara descompuesta por el esfuerzo y la calentura.

-'Oiste Elena? Oisteee?? Tu papi me va a preñar, me va hacer un hijo. Te vamos a dar un hermanito! Ven! Ven culera! Mírame como me estoy chingando a tu padrastro! -gritaba yo fuertemente hacia el celular con toda la intención de nuevo de que Elena nos escuchara. Realmente deseaba que Elena bajara y me encontrara encima de su padre. Y si no era esta noche, sería otro dia. Pero de que iba a pasar iba a pasar, me prometí a mi misma.

Él aumentó el ritmo un poco, y apreté mis músculos vaginales tan fuerte como pude, algo que habia aprendido a hacer y sabía que los hombres amaban sentirlo. Su verga se sintió tan grande dentro de mí mientras continuó empujando. Su respiración comenzó a cambiar, y supe que se estaba acercando. Unos momentos más tarde, sentí su cuerpo comenzar a ponerse rígido y temblar, y me dejé llevar. Simultáneamente, su pene latió dentro de mí y pude sentir su semen entrar en mi vagina.

-'Agggghhh, sii! Asiii, tómalos Amy.....toma mi lecheee! -gritó don Miguel de forma desesperada mientras dejaba su semilla en mí.

-'Si papi, siiii! Lléname toda mi vida, lléname como llenas a tu puta esposa! -le dije tratando de darle una ultima calentada que provocara aun mas su orgasmo.

Uno, dos, tres chorros chocaron contra mis adentros, llenando mi útero de sus mecos viscosos. Estaba tomando la pastilla, si no seguramente hubiera terminado embarazada esa noche.

Me desplomé sobre él mientras ambos luchamos por recobrar el aliento. Desde mi despertar al sexo, había tenido compartido mi cama y mi tiempo con verdaderos sementales.

Sin embargo, esta noche, este hombre y esta experiencia abrían una puerta que definitivamente era algo nuevo para mi, Mi mundo se sintió perfecto, y no había otro lugar en el que hubiera preferido estar. -'Amy......te estas cuidando, verdad? -me preguntó don Miguel, recuperando el aliento y la conciencia de lo que acabábamos de hacer. -'Jajaja Si, no sea tontito. No pasa nada, no se preocupe. Estoy tomando la píldora. Puede venirse todas las veces que quiera en mi' -le dije dándole un beso, y sintiendo como su leche empezaba a salir de mi hinchada vagina.

Puse una mano en la entrada de mi vagina, para impedir que saliera su semen de mis adentros. Tenia en menta una ultima diablura que hacer y no quería perdérmela.

-'Tengo que irme a acostar, no vaya ser que Elena se despierte y nos encuentre así' -le dije.

-'Jajajaja, hace unos minutos no parecía preocuparte eso Amy' – me respondió don Miguel acercándose a mi para besarme.

-'Le molestó? O lo volvería a hacer? -le dije acariciando su miembro ya flácido, llenando mis dedos de su pegajoso semen.

-'Lo haría mil veces y otras mil veces mas. Eres el diablo y seguramente me causaras problemas, niña. Pero prefiero eso a no volver a tenerte en mi cama, Amy' -me dijo al tiempo que nos besamos metiendo nuestras lenguas en nuestras bocas de forma impúdica.

-'Ok, conste. Porque yo también quiero volver a probar ese pedazote de carne que tiene entre las piernas. Pero por ahora me voy a acostar. Me dejó bien cogida. Mañana le doy mi número para mensajearnos y que me mande el video. No lo vaya a borrar y si lo borra mándemelo primero, si? -le dije despidiéndome mientras me dirigía a hacia la recamara de Elena, poniendo mi mano en mi vagina para impedir que el semen de don Miguel saliera de mi.

Habia hecho mal al meterme con el padrastro de mi amiga? -pensé para mis adentros.

No lo sabia en ese momento, pero de lo que estaba segura era de que tenia que hacerlo de nuevo.

Epilogo:

Entré a la recamara de Elena silenciosamente, para evitar despertarla. Lo cual no fue gran esfuerzo, pues mi amiga estaba totalmente dormida y roncando a boca abierta tirada en la cama, tal si estuviera en coma. Si no había despertado con mis gritos, menos escucharía mis pasos que sigilosamente daba hacia la cama.

Poco a poco me subí a la cama, y me posicioné encima de Elena, sobre su rostro. Con mi mano libre abrí mas su boca y me acomodé poniendo mi vagina justo arriba. Quité la mano que tapaba la entrada de mi vagina, y pujando empecé a dejar caer la gran cantidad de semen que guardaba en mi, la cual inmediatamente empezó a escurrir dentro de su boca abierta.

Elena empezó a toser al sentir el liquido en su boca, pero hábilmente le cerré sus labios, forzándola a tragar el semen de su padrastro. Reí para mis adentros por semejante locura que estaba haciendo con mi amiga. Pero como lo dijera don Miguel hace unos minutos, soy un demonio y me encantaba la idea de seguir siéndolo. Me calentaba horrores ver como Elena tragaba el semen de su padrastro.

-'Buenas noches, Elenita. Espero te haya sabido rico el regalito que te traje' -dije mientras le daba un pequeño beso a mi amiga en sus labios entreabiertos, acomodándome a su lado para dormir.

FIN DEL RELATO
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