La Niña Nahual de Culebra, historia basada en hechos reales ocurridos hace unos 20 años.
Esa tarde de julio había caído una torrencial tormenta, acompañada de fuertes vientos, rayos y truenos. No había llovido así en muchos años en aquel poblado y sus alrededores del valle de Oaxaca.
Eran alrededor de las 4 de la tarde. Presuroso, Don Francisco o Don "Pancho", como le seguimos llamando sus conocidos, tomó su machete, salió de su casa y se dirigió a las faldas del cerro conocido como zompantle, para reunir sus vacas que había dejado pastando y llevarlas a su casa. A este lugar se llega recorriendo unos tres kilómetros de terracería.
Don Pancho iba a pie, dispuesto a realizar su tarea diaria. Casi llegaba a su destino, cuando algo llamó poderosamente su atención, él no podía creer lo que veía. En pleno camino de terracería y alrededores, había una cantidad impresionante de peces regados por doquier. Se sorprendió por la cantidad de ellos y algunos aún brincoteaban moribundos. Trató de buscar una explicación lógica, pero concluyó que era un fenómeno que nunca antes había visto y completamente anormal. En ese momento recordó que sus abuelos contaban que algunas veces podían llover peces cuando un Nahual de Culebra de agua se levantaba y se movía de lugar.
No encontraba otra explicación a ese fenómeno, sobre todo porque en ese sitio, jamás alguien hubiera podido encontrar un pez en el pequeño arroyuelo más cercano. Era imposible. Aparte, ¿A qué loco se le hubiera ocurrido ir hasta las faldas del cerro a tirar peces vivos? Seguía buscando una explicación lógica y aún no se reponía de su asombro, cuando en la cercanía escuchó sollozos de una persona. Aturdido, miró alrededor para identificar de dónde provenía el llanto. Caminó varios metros entre los arbustos y descubrió a una niña de no más de 12 años de edad. Estaba sentada en el suelo, empapada de pies a cabeza, despeinada, enlodada y temblando de frío.
La niña era una extraña. Nunca la había visto. Ni siquiera la identificaba como familiar de algun lugareño. Don Pancho pensó lo peor, que tal vez la habían secuestrado, o que la habían raptado, violado y sus agresores la habían abandonado ahí. Sin más, le preguntó si estaba bien, que con quién iba o por qué estaba sola, por qué lloraba, dónde estaban sus padres, cómo se llamaba, etc. Entre lágrimas, la niña sólo dijo que estaba sola, que su nombre era Nereida y que "alguien" la había tirado ahí. Ya no contestó más preguntas.
Don Pancho seguía imaginando cosas. Pensó también, que quizá la niña lo estaba engañando y que seguramente había huido de su casa por alguna travesura y tenía miedo de regresar por ser regañada o golpeada y por eso no quería decir nada más. Le dijo que lo que hubiera pasado, que no se preocupara, que confiara en él, que no la podía dejar sola ahí y que la llevaría a su casa. Así lo hizo. Reunió su ganado y emprendieron el camino de regreso al pueblo.
Al llegar a su casa, Don Pancho le platicó a su esposa lo sucedido y lo extraño de las circunstancias. Le dijo que daría aviso a la autoridad del pueblo y al día siguiente iría a los pueblos cercanos, para preguntar si había alguna niña extraviada o algunos padres buscaban a su hija.
Como Don Pancho tenía tres hijas, una de ellas era de la edad de Nereida y justo vestía de la misma talla, así que le pidió a su hija que le prestará ropa a la niña desconocida para que se cambiara. A solas las dos niñas se metieron a cambiar a un cuarto. Cuando Nereida se quitó el vestido mojado, la hija de Don Pancho le vio la espalda marcada con grandes cicatrices y golpes recientes como marcas de cinturón o látigo. De inmediato le preguntó a Nereida qué le había pasado. Nereida le dijo que sólo a ella por ser niña de su edad podía contar la verdad, pero le pidió que no le dijera a nadie y comenzó su relato.
Le dijo que había nacido en un pueblo cercano a la costa del estado. Al nacer como era costumbre en ese lugar, a muchos niños los convertían en nahuales mediante un rito y usando el cordón umbilical. Así ella tenía un Nahual de Culebra de agua. Le contó que ese "animalito" estaba en un lugar secreto de su casa, donde sólo ella y sus padres sabían y que su Nahual iba creciendo a la par de ella. Que todos los días tenía que llevarle de comer, pero que cuando se enojaba la golpeaba en la espalda con la cola, por eso las cicatrices anteriores y heridas recientes y que además enojado crecía a proporciones increíbles, capaz de destruir una catedral.
Le contó que ese día hubo una fiesta en su casa. Su madre, en secreto, le recordó que le llevara de comer a su nahual, pero que ella, entretenida en el juego con los demás niños, lo olvidó. Al parecer eso enfureció a su nahual y repentinamente, comenzó a llover muy fuerte con rayos y truenos. Furiosas ráfagas de viento derribaban árboles. Todos los invitados corrieron despavoridos a refugiarse a sus casas. Enseguida su furioso nahual la golpeó a ella y a sus padres con la cola. Después creció como nunca lo había hecho y destruyó completamente su casa. Sus padres quedaron lastimados y a ella la levantó en una nube y la había tirado en el lugar donde Don Pancho la encontró.
Asimismo, le dijo que su nahual se encontraba ahora cerca de las faldas del cerro en una pequeña laguna, por lo que en esa zona llovería continuamente. Pero que tenía que llevarle de comer para mantenerlo tranquilo y evitar una desgracia, porque además si él no comía, ella tampoco podía hacerlo y viceversa.
La hija de don Pancho no tardó en contarles lo que Nereida le había revelado. Incrédulo, don Pancho salió a primera hora del día siguiente a recorrer los pueblos cercanos para preguntar si había noticias de alguna niña extraviada. Lo mismo hizo con la autoridad del pueblo. No encontró ninguna novedad.
A su regreso, su esposa le contó que Nereida no había querido comer todo el día, que dijo que no podía hasta "hacer algo". Le pidió unas tortillas y le dijo que regresaría después. Que no se preocupara, que iba a estar bien, que sólo tenía que ir a un lugar pero sola. Don Pancho y su esposa le pidieron a su hija que le preguntara a Nereida a dónde había ido. Esta le dijo más tarde que le había llevado comida a su nahual, que como le había dicho, eso tenía que hacerlo todos los días.
Así pasaron dos semanas. Nereida parecía que se había adaptado a la nueva familia, aunque no hablaba con nadie mas que con la más chica de las hijas de don Pancho, que era de su edad. Todos los días salía con comida a un lugar, al que los señores no le cuestionaban, se hacían que no se daban cuenta. Un día de esos, Don Pancho, le hablo muy seriamente y le dijo que era momento de decirle de dónde era y donde vivía, para llevarla a su casa y entregarla con sus padres, que debían estar muy preocupados.
Sorprendentemente, Nereida le contestó. Le dijo que ya casi estaba lista para marcharse. Que sólo le diera unos días más y llegado el momento, ella misma le avisaría un día antes.
Así pasaron otros días. Una tarde, Nereida se acercó a Don Pancho y le dijo que había llegado el momento de "moverse". Que lo haría al día siguiente por la tarde. Le dijo que el único favor que le pedía, era que le regalará unos tacos para el camino. Él le ofreció dinero, pero ella contestó que no se preocupara por eso, que no lo necesitaba. Que sólo al día siguiente la acompañara a tomar el autobús a la carretera, pero tendría que ser en un lugar solitario, no en la parada habitual, por seguridad de todos.
Al día siguiente comenzó a llover incesantemente desde temprano. El cielo estaba totalmente cubierto de nubes negras. La lluvia era ligera pero no violenta. Era como las seis de la tarde cuando Nereida le dijo a Don Pancho que era momento de irse.
Agradeció a todos en casa por su hospitalidad y pidió a Don Pancho que la acompañara a la carretera, al lugar donde tendría que tomar el autobús, el cual le dijo era uno especial, que ella sólo sabía el momento en que pasaría.
En el camino agradeció a Don Pancho por cuidarla, por darle techo y comida. El le pidió acompañarla hasta su casa y entregarla sana y salva a sus papás, pero ella se negó. Le dijo que no se preocupara, que llegaría a su destino segura, que ella sabía cuidarse y había alguien más que la cuidaba y que nadie le haría daño.
También le dijo a Don Pancho que algún día volvería para pagarle todo lo que habían hecho por ella. Más tarde, sin que algún autobús se divisara o se escuchará. Nereida dijo "ya viene" y como arte de magia apareció un autobús cuya línea jamás había visto Don Pancho. Le hizo la parada. Nereida le dio un abrazo, subió al autobús y aún desde adentro con la mano le dijo Adiós. El autobús partió y se perdió en una curva.
Desde esa tarde han pasado unos 20 años. Don Pancho y su familia siguen su vida normal y todos recuerdan esa anécdota y juran que no lo soñaron Y desde entonces, cada vez que el cielo se cubre de nubes negras y amenaza con una torrencial tormenta, Don Pancho sólo mira al cielo y se pregunta si en alguna nube de esas vendrá Nereida de regreso como lo prometió.
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La Niña Nahual de Culebra
Esa tarde de julio había caído una torrencial tormenta, acompañada de fuertes vientos, rayos y truenos. No había llovido así en muchos años en aquel poblado y sus alrededores del valle de Oaxaca.
Eran alrededor de las 4 de la tarde. Presuroso, Don Francisco o Don "Pancho", como le seguimos llamando sus conocidos, tomó su machete, salió de su casa y se dirigió a las faldas del cerro conocido como zompantle, para reunir sus vacas que había dejado pastando y llevarlas a su casa. A este lugar se llega recorriendo unos tres kilómetros de terracería.
Don Pancho iba a pie, dispuesto a realizar su tarea diaria. Casi llegaba a su destino, cuando algo llamó poderosamente su atención, él no podía creer lo que veía. En pleno camino de terracería y alrededores, había una cantidad impresionante de peces regados por doquier. Se sorprendió por la cantidad de ellos y algunos aún brincoteaban moribundos. Trató de buscar una explicación lógica, pero concluyó que era un fenómeno que nunca antes había visto y completamente anormal. En ese momento recordó que sus abuelos contaban que algunas veces podían llover peces cuando un Nahual de Culebra de agua se levantaba y se movía de lugar.
No encontraba otra explicación a ese fenómeno, sobre todo porque en ese sitio, jamás alguien hubiera podido encontrar un pez en el pequeño arroyuelo más cercano. Era imposible. Aparte, ¿A qué loco se le hubiera ocurrido ir hasta las faldas del cerro a tirar peces vivos? Seguía buscando una explicación lógica y aún no se reponía de su asombro, cuando en la cercanía escuchó sollozos de una persona. Aturdido, miró alrededor para identificar de dónde provenía el llanto. Caminó varios metros entre los arbustos y descubrió a una niña de no más de 12 años de edad. Estaba sentada en el suelo, empapada de pies a cabeza, despeinada, enlodada y temblando de frío.
La niña era una extraña. Nunca la había visto. Ni siquiera la identificaba como familiar de algun lugareño. Don Pancho pensó lo peor, que tal vez la habían secuestrado, o que la habían raptado, violado y sus agresores la habían abandonado ahí. Sin más, le preguntó si estaba bien, que con quién iba o por qué estaba sola, por qué lloraba, dónde estaban sus padres, cómo se llamaba, etc. Entre lágrimas, la niña sólo dijo que estaba sola, que su nombre era Nereida y que "alguien" la había tirado ahí. Ya no contestó más preguntas.
Don Pancho seguía imaginando cosas. Pensó también, que quizá la niña lo estaba engañando y que seguramente había huido de su casa por alguna travesura y tenía miedo de regresar por ser regañada o golpeada y por eso no quería decir nada más. Le dijo que lo que hubiera pasado, que no se preocupara, que confiara en él, que no la podía dejar sola ahí y que la llevaría a su casa. Así lo hizo. Reunió su ganado y emprendieron el camino de regreso al pueblo.
Al llegar a su casa, Don Pancho le platicó a su esposa lo sucedido y lo extraño de las circunstancias. Le dijo que daría aviso a la autoridad del pueblo y al día siguiente iría a los pueblos cercanos, para preguntar si había alguna niña extraviada o algunos padres buscaban a su hija.
Como Don Pancho tenía tres hijas, una de ellas era de la edad de Nereida y justo vestía de la misma talla, así que le pidió a su hija que le prestará ropa a la niña desconocida para que se cambiara. A solas las dos niñas se metieron a cambiar a un cuarto. Cuando Nereida se quitó el vestido mojado, la hija de Don Pancho le vio la espalda marcada con grandes cicatrices y golpes recientes como marcas de cinturón o látigo. De inmediato le preguntó a Nereida qué le había pasado. Nereida le dijo que sólo a ella por ser niña de su edad podía contar la verdad, pero le pidió que no le dijera a nadie y comenzó su relato.
Le dijo que había nacido en un pueblo cercano a la costa del estado. Al nacer como era costumbre en ese lugar, a muchos niños los convertían en nahuales mediante un rito y usando el cordón umbilical. Así ella tenía un Nahual de Culebra de agua. Le contó que ese "animalito" estaba en un lugar secreto de su casa, donde sólo ella y sus padres sabían y que su Nahual iba creciendo a la par de ella. Que todos los días tenía que llevarle de comer, pero que cuando se enojaba la golpeaba en la espalda con la cola, por eso las cicatrices anteriores y heridas recientes y que además enojado crecía a proporciones increíbles, capaz de destruir una catedral.
Le contó que ese día hubo una fiesta en su casa. Su madre, en secreto, le recordó que le llevara de comer a su nahual, pero que ella, entretenida en el juego con los demás niños, lo olvidó. Al parecer eso enfureció a su nahual y repentinamente, comenzó a llover muy fuerte con rayos y truenos. Furiosas ráfagas de viento derribaban árboles. Todos los invitados corrieron despavoridos a refugiarse a sus casas. Enseguida su furioso nahual la golpeó a ella y a sus padres con la cola. Después creció como nunca lo había hecho y destruyó completamente su casa. Sus padres quedaron lastimados y a ella la levantó en una nube y la había tirado en el lugar donde Don Pancho la encontró.
Asimismo, le dijo que su nahual se encontraba ahora cerca de las faldas del cerro en una pequeña laguna, por lo que en esa zona llovería continuamente. Pero que tenía que llevarle de comer para mantenerlo tranquilo y evitar una desgracia, porque además si él no comía, ella tampoco podía hacerlo y viceversa.
La hija de don Pancho no tardó en contarles lo que Nereida le había revelado. Incrédulo, don Pancho salió a primera hora del día siguiente a recorrer los pueblos cercanos para preguntar si había noticias de alguna niña extraviada. Lo mismo hizo con la autoridad del pueblo. No encontró ninguna novedad.
A su regreso, su esposa le contó que Nereida no había querido comer todo el día, que dijo que no podía hasta "hacer algo". Le pidió unas tortillas y le dijo que regresaría después. Que no se preocupara, que iba a estar bien, que sólo tenía que ir a un lugar pero sola. Don Pancho y su esposa le pidieron a su hija que le preguntara a Nereida a dónde había ido. Esta le dijo más tarde que le había llevado comida a su nahual, que como le había dicho, eso tenía que hacerlo todos los días.
Así pasaron dos semanas. Nereida parecía que se había adaptado a la nueva familia, aunque no hablaba con nadie mas que con la más chica de las hijas de don Pancho, que era de su edad. Todos los días salía con comida a un lugar, al que los señores no le cuestionaban, se hacían que no se daban cuenta. Un día de esos, Don Pancho, le hablo muy seriamente y le dijo que era momento de decirle de dónde era y donde vivía, para llevarla a su casa y entregarla con sus padres, que debían estar muy preocupados.
Sorprendentemente, Nereida le contestó. Le dijo que ya casi estaba lista para marcharse. Que sólo le diera unos días más y llegado el momento, ella misma le avisaría un día antes.
Así pasaron otros días. Una tarde, Nereida se acercó a Don Pancho y le dijo que había llegado el momento de "moverse". Que lo haría al día siguiente por la tarde. Le dijo que el único favor que le pedía, era que le regalará unos tacos para el camino. Él le ofreció dinero, pero ella contestó que no se preocupara por eso, que no lo necesitaba. Que sólo al día siguiente la acompañara a tomar el autobús a la carretera, pero tendría que ser en un lugar solitario, no en la parada habitual, por seguridad de todos.
Al día siguiente comenzó a llover incesantemente desde temprano. El cielo estaba totalmente cubierto de nubes negras. La lluvia era ligera pero no violenta. Era como las seis de la tarde cuando Nereida le dijo a Don Pancho que era momento de irse.
Agradeció a todos en casa por su hospitalidad y pidió a Don Pancho que la acompañara a la carretera, al lugar donde tendría que tomar el autobús, el cual le dijo era uno especial, que ella sólo sabía el momento en que pasaría.
En el camino agradeció a Don Pancho por cuidarla, por darle techo y comida. El le pidió acompañarla hasta su casa y entregarla sana y salva a sus papás, pero ella se negó. Le dijo que no se preocupara, que llegaría a su destino segura, que ella sabía cuidarse y había alguien más que la cuidaba y que nadie le haría daño.
También le dijo a Don Pancho que algún día volvería para pagarle todo lo que habían hecho por ella. Más tarde, sin que algún autobús se divisara o se escuchará. Nereida dijo "ya viene" y como arte de magia apareció un autobús cuya línea jamás había visto Don Pancho. Le hizo la parada. Nereida le dio un abrazo, subió al autobús y aún desde adentro con la mano le dijo Adiós. El autobús partió y se perdió en una curva.
Desde esa tarde han pasado unos 20 años. Don Pancho y su familia siguen su vida normal y todos recuerdan esa anécdota y juran que no lo soñaron Y desde entonces, cada vez que el cielo se cubre de nubes negras y amenaza con una torrencial tormenta, Don Pancho sólo mira al cielo y se pregunta si en alguna nube de esas vendrá Nereida de regreso como lo prometió.