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lunes, 8 de abril de 2019

Historia de terror : Anuncio de muerte

Si te gustan las historias de terror relacionadas a la ouija, esta es ideal para ti. Se llama "Anuncio de muerte".

Historia de terror : Anuncio de muerte

Historia de terror : Anuncio de muerte

Jennifer Lynn Springman era una adolescente de 14 años, nacida en Illinois, Estados Unidos. Era una joven común y corriente, hija única y como tal, muy cercana a sus padres.
Sus amigas y amigos la describían como una joven nerviosa y algo sugestionable, pero al mismo tiempo muy inteligente y consciente.
Una noche de 1972, Jennifer y sus amigas se juntaron en casa de una de ellas; con el fin de, por una vez, jugar a la Ouija. La idea era hacer una pregunta cada una y ver si funcionaba o era todo una farsa.
Hicieron un círculo alrededor de la tabla y empezaron con las palabras de iniciación. Invitaron a jugar a cualquier espíritu que estuviera presente, y lo lograron. Al hacer contacto, una por una fueron haciendo las preguntas que habían estado pensando durante la semana.
Pero al llegar el turno de Jennifer, quien estaba incrédula, preguntó la edad a la que moriría. Fue entonces cuando el oráculo de la Ouija se movió frenéticamente. Poco a poco fue deletreando el número 18 y luego “asesinada”, “estrangulada”. Jennifer, quedo pálida. Y en ese mismo momento, aterrada.
Su amiga cuenta que Jennifer empezó a temblar tanto que tuvieron que dejar de jugar. Y el suceso fue tan fuerte que cuando Jennifer llegó a su casa, se lo contó a su familia.
Sus padres le prohibieron volver a jugar y ella, con el susto que tenía, tampoco pretendía hacerlo. Pasó el tiempo, ella y sus amigas se olvidaron completamente del suceso.
Tiempo después, Jennifer estaría realizando los preparativos para su próxima fiesta de cumpleaños. Era octubre de 1976 y cumpliría 18 años.
Su madre cuenta que ella sí recordaba lo sucedido a su hija con la Ouija, y recordaba lo que le contó acerca de su muerte. No obstante, prefería pensar que era una tontería, que incluso bromeaban al respecto. Y como todo hecho superado, ya no lo veían como algo atemorizante o amenaza alguna.
Esa tarde, Jennifer salió de casa para reunirse con otros amigos en una cafetería, pero no volvió. Ni siquiera había llegado con sus amigos.
Su familia, muy preocupada, comenzó una búsqueda por toda la ciudad sin éxito. Dos días más tarde encontraron su cadáver dentro de una bolsa de basura, a orillas de un río.
Pronto llegó la policía y su familia en un estado de shock, no podía creer lo sucedido. Pero esto, no sería todo. Su sorpresa sería aún mayor al hablar con los investigadores del caso.
Luego de los informes forenses, determinaron que Jennifer había sido estrangulada hasta morir. Aún hoy se desconoce la identidad de su asesino.
Tal como lo predijo la Ouija, Jennifer Lynn Springman había muerto asesinada, estrangulada y pronta a cumplir 18 años!

Fuente : Anónimo
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Leyenda Urbana : La mujer que bailó con el Diablo

Una leyenda urbana de terror que muchos dicen es verdad mostrando la foto a continuación como prueba científica irrefutable. La mujer que bailó con el diablo. Tú que opinas?

Leyenda Urbana : La mujer que bailó con el Diablo

Leyenda Urbana : La mujer que bailó con el Diablo

Una noche de viernes santo, se hizo una fiesta en la discoteca más famosa de la ciudad, dicen que en un momento determinado de la noche ,entró a la discoteca un joven, que atraía las miradas de todas las jovencitas que se encontraban en el lugar, era alto, muy bien vestido, con unos ojos algo extraños pero encantadores…

Este apuesto joven se acercó a una muchacha para sacarla a bailar y ella encantada por su apariencia aceptó sin pensarlo dos veces, mientras bailaban él le advirtió que no mirara sus pies ya que se sentía un poco intimidado y no era capaz de seguir el ritmo, ella asintió con la cabeza…

Pero al cabo de un rato no resistió mirar sus pies, ella se quedó sin aliento al ver unas garras horribles y se desmayó enseguida, todo el mundo al ver a esta joven tendida en el suelo corrió a socorrerla, y el joven con el que bailaba ya había desaparecido del lugar.

La muchacha cayó en un terrible estado de coma, y sus padres ordenaron revisar las cámaras del lugar para identificar al hombre que todos creían que era el culpable de su estado, pero para sorpresa de todos, en el video de seguridad se veía claramente que la jovencita se movía sola por toda la pista de baile, el hombre no se reflejaba en la grabación. Para confirmar esta escalofriante historia en el baño del establecimiento en uno de los espejos decía:

“Viernes Santo, muerte de Cristo, Viernes Santo yo revivo y riego sangre y temor entre los humanos”…

La discoteca estuvo varios días impregnada con un olor a azufre y la joven murió después de un tiempo con unas marcas de quemaduras en la espalda…

¿¿¿Te atreverías a irte de fiesta ahora en Viernes Santo???
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Cuentos de horror : La perra que parió a una niña

Una historia de horror que encontramos en Internet y compartimos con los lectores del blog: La perra que parió a una niña.

Cuentos de horror : La perra que parió a una niña

Cuentos de horror : La perra que parió a una niña

Allá en el pueblo, un apuesto joven y una muchacha encantadora del lugar se enamoraron locamente, y luego con el tiempo, se casaron.
Tras el matrimonio iniciaron los problemas, pues la esposa no cedió desde el primer momento a las exigencias amorosas que en la vida íntima le hacía su esposo, movida quizás por la falta de orientación de sus padres en lo concerniente a las relaciones sexuales.
La vida se fue agudizando en aquel matrimonio porque la muchacha no cedía en ningún momento, a pesar de las caricias y ternura que le prodigaba el esposo anhelante y desesperado.
Transcurría el tiempo y él, valiéndose de las mañas masculinas, fracasaba en sus intentos.
La invitaba al lugar donde trabajaba, pero aún fuera de la casa siempre se negaba a las insinuaciones amorosas de su marido.
El muchacho tenía una perra, que fiel con su amo lo acompañaba por todas partes, en las mañanas, las tardes y las noches.
Un día, impulsado por la necesidad biológica, enmmmmmmmmmmmmmsesperado, tuvo relaciones sexuales con la perra.
Transcurrió el tiempo y el mozo siguió practicando las relaciones contranaturales.
Pasaron los meses, y a pesar de la anormalidad de los sucesos y de la intranquilidad hogareña, los jóvenes esposos seguían amándose a su manera.
Una tarde, mientras la pareja paseaba por el campo, la madre del muchacho, que estaba ocupada en la cocina, escuchó con sorpresa que debajo de la cama de los jóvenes esposos lloraba un niño.
El estupor llenó el corazón de la noble anciana cuando vio que la perra envolvía con una de sus patas a una recién nacida, lamiéndola y arrullándola mimosamente.
La buena señora, después del gran susto, cubrió la niña con una sábana blanca y la depositó en la cama que se encontraba vacía.
Cuando llegó la pareja, sin salir aún de su sorpresa, la anciana les contó lo ocurrido.
¡Casi me muero cuando vi que la perra había parido esa niña!
¡No puedo explicarme ese fenómeno! El muchacho, agobiado por el peso de las circunstancias, bajó la cabeza avergonzado.
Sin decir nada encaminó sus pasos hacia la iglesia del pueblo para confesar su culpa.
El sacerdote, al escuchar la extraña confesión, manifestó: “Hijo mío, grande es tu pecado”, Vea tu casa y trae a tu esposa, que tengo algo que decirle.
Al comparecer la muchacha ante el sacerdote, éste la contempló detenidamente con el rostro severamente contraído, y dijo: “Mujer, tú tienes que cargar con parte de esta terrible culpa, porque esto ha sucedido al no complacer los deseos legítimos de tu esposo”.
Esto es un castigo divino…, ahí está esa criatura…
¡llévatela!
Es tuya y tienes que quererla y cuidarla como si fuera el fruto de tus entrañas.
Pasaron los años, los verdes parajes seguían mostrando la opulencia natural y las campiñas se revestían de singular policromía.
Nada parecía recordar el extraño suceso que llenó de consternación a los personajes de nuestra historia.
La niña se convirtió en una hermosa mujer, con la belleza sumisa y agreste de la hembra del campo.
Muchos hombres la enamoraban insistentemente, pero ella ya tenía novio, al que amaba profundamente y con el que pronto se casaría.
Cierto día un joven campesino se encaminaba hacia la casa de su novia para visitarla.
Una vecina dada al chisme y acostumbrada a meterse en lo que no le importaba, lo llamó: Hijo, ven acá.¿Qué desea, doña?.
Sólo quiero preguntarte una cosa.!!
Pregunte pues. ¿Es cierto que te vas a casar con aquella muchacha bonita que vive en la otra casa?
Sí, es cierto.
Pues te aconsejo que no lo hagas.
¿Por qué?
La mujer tardó intencionalmente en proporcionar la respuesta al apuesto joven, y luego destiló el veneno:
¡Porque esa muchacha es HIJA DE UNA PERRA!
El joven, preso de furor, empujo fuertemente a la vieja, disponiéndose a castigar a quien ofendía en forma tan grosera a su prometida.
Pero la perversa mujer, sin perder la calma, gritó:
¡Suéltame ignorante! Si no crees lo que te digo, te lo voy a demostrar.
El mozo, trastornado y sin poder ordenar sus ideas, se sumió en un largo silencio.
La vieja lo observaba con calma, saboreándose de antemano los acontecimientos que llegarían.
El campesino pidió a la vieja que le demostrara lo que aseguraba con sus palabras.
Nada más fácil.
Espera a que llegue la noche y espía por la cerradura del cuarto de tu amada, y vaya que te convencerás!
Así lo hizo, se asomó por la cerradura observando atentamente los movimientos de la muchacha que se preparaba para acostarse; la belleza imponente de la virgen se expuso a la vista penetrante del muchacho, al caer del cuerpo femenino las ropas que cubrían su cuerpo de diosa.
Poco después, y ante el asombro del hombre, ella dio varias vueltas antes de acostarse plácidamente en el fresco petate de su cama.
No había duda, su novia tenía la misma costumbre de los perros, de dar vueltas antes de acostarse.
Las lágrimas lo traicionaron y abandonó el lugar precipitadamente.
Así pasaron los días y ella, llena de inquietud, notaba la ausencia de su prometido.
Extrañada por aquella conducta, decidió escribirle exigiéndole una explicación por haber suspendido sus visitas intempestivamente.
La respuesta no se hizo esperar.
Creí estar enamorado, pero mi amor no llega al grado de casarme con un ser irracional, ya que me di cuenta por mis propios ojos de que tú eres una perra.
El golpe emocional fue tremendo, la agarró por sorpresa y desde aquella fecha su vida fue de sufrimiento.
El mal de la tristeza, el llanto y el profundo dolor de un frustrado amor produjeron en la bella joven una prolongada enfermedad que culminó en la agonía, y con ella una muerte lenta.
Antes de morir, la buena muchacha, que sólo irradió bondad durante su vida, viendo la proximidad de la muerte, dijo a sus afligidos padres:
Concédanme un deseo, mi último deseo.
Quiero que lleven mi cadáver a la iglesia para que allí me velen; quiero que la vecina de enfrente sea la única persona que acompañe mi cuerpo, las puertas deben estar cerradas.
Eso es todo.
Y diciendo esas palabras, murió.
En las primeras horas de la noche la trasladaron a la pequeña iglesia del pueblo, y su acongojado padre se dirigió a la casa de su vecina, convenciéndola para que acompañara el cadáver de su hija; pero la vieja sólo se dejó convencer cuando le ofrecieron una fuerte suma de dinero para que desempeñara tan misterioso acto.
La malvada mujer sintió que el temor la asaltaba, pero el interés por el dinero la obligó a dirigirse a la iglesia.
Cuando quedó junto al cadáver, las puertas de la iglesia se cerraron a su espalda produciendo un sonido seco, lejano, como si viniera de otro mundo.
Pasaron las horas, el silencio apenas era interrumpido por el silbido del viento que penetraba en el recinto sagrado moviendo suavemente las pequeñas llamas que coronaban siniestramente las candelas rodeando el ataúd.
Doce campanadas se dejaron escuchar, haciendo vibrar la iglesia; eran las doce de la noche.
Poco después, la puerta principal de la pequeña iglesia se abrió, dando paso a una monja que sin detenerse se dirigió al féretro, se arrodilló ante la muerta y luego se dirigió a la sacristía.
Pocos minutos después apareció un sacerdote que hizo una reverencia ante el ataúd, desapareciendo en igual forma que la monja.
Nuevamente se escucharon unos pasos firmes, y por la puerta principal apareció un obispo, llegó hasta donde estaba el cuerpo inerte e hizo lo mismo que la monja y el sacerdote, desapareciendo detrás de la sacristía.
Fue entonces cuando el ataúd empezó a moverse y se alzó un brazo de la muerta, luego el otro, hasta que la mujer se incorporó lentamente dirigiéndose a la vieja que le causara tanto mal, hablándole con voz lejana, impersonal y fría.
Mala mujer, ¿viste pasar ante mí a una monja, un padre y un obispo?
El cuerpo de la interrogada se convulsionaba, el color escapaba de su rostro mientras sus ojos reflejaban un terror indescriptible.
Sí… sí… lo… los vi pe… pero…
Esos eran los hijos que Dios me había destinado en el matrimonio que con tu maldad impediste.
Ahora que estoy muerta por tu culpa, los he perdido.
Diciendo esto, se abalanzó sobre la vieja y, abriéndole la boca, le arrancó la lengua.
Después volvió al ataúd, quedando nuevamente sin vida.
Llegó la luz del nuevo día.
Cuando abrieron la iglesia, el pánico fue general entre dolientes y curiosos cuando comprobaron que en vez de una muerta, había dos.
Al aproximarse, observaron con estupor que la joven difunta sostenía en su mano la lengua de la vieja.
¿Qué es esto, Dios mío?
No podemos quitarle la lengua de la mano para meter el brazo dentro del ataúd.
Pues tenemos que llevarla así al cementerio.
Así fue.
El cortejo fúnebre salió de la pequeña iglesia hacia el cementerio llevando a la joven mujer que murió de tristeza con un brazo de fuera, exhibiendo la lengua como un ejemplo para la humanidad, y especialmente para las personas que acostumbran meterse en donde no les importa.
Pero lo más extraño del caso fue que al llegar al camposanto, la mano soltó la lengua y el brazo bajó lentamente, hasta quedar dentro del ataúd.
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Cuento de terror : El túnel

Este cuento es tan aterrador como la imágen del espíritu que vemos a continuación. Se titula "El túnel" y es una leyenda urbana de terror.

Cuento de terror : El túnel

Cuento de terror : El túnel

Mi abuelita había enviudado hacia mucho, era la madre de mi papa y cuando él nos llevaba solíamos pasarla bien porque ella tenía muchos juguetes y además un gran fondo, pero nosotros nos limitábamos a jugar hasta lo que sería la mitad de ese fondo, nunca con mis hermanos nos atrevimos a meternos porque en el lugar lo oscurecía todo una gran higuera seguida de mucha maleza y un horno de barro al final del terreno seguido de lo que parecía ser una pieza de adobe que desde que recuerdo siempre estaba cerrada con candado.

Una sola vez recuerdo vagamente cuando mi mama le pregunto que había en el fondo, mi abuela solo contesto “-Que los chicos no vayan para ahí, ahí vive María”.

¿María? Tal vez se había equivocado y quiso decir vivía…
Mi papa no recordaba a nadie con ese nombre, su familia nunca fue acaudalada como para decir que en una época tuvieron una criada.
Tal vez los años estaban haciendo mella en la memoria de mi mama. Papa se conformó y nos dio una supuesta respuesta al misterio y todo concluiría ahí.
Una tarde después del colegio mi papa me llevo a la casona porque mi abuela se había caído y necesitaba atención, mientras mi viejo la atendía salí a jugar un rato a la pelota, ya estaba por oscurecer cuando oí claramente que desde el fondo alguien caminaba. Primeramente mi reacción fue de curiosidad, pensé que se trataba de algún animal y quería verlo.

No pude llegar más que a estar a medio metro de la higuera cuando escuche la risa de una niña, no me pregunten si era de mi misma edad o que se yo, la oí y eso fue todo, sentí una gran necesidad de salir de ahí, menos mal que tenía mi pelota en mi mano, porque seguramente la dejaba ahí tirada, solo atine a ir a sentarme al lado de mi papa y quedarme callado hasta poder retirarnos de ahí. Hasta el día de hoy no sé porque nunca se lo conté a mi viejo.
Conforme pasaban los años me di cuenta que cuando sacábamos los juguetes, antes de irnos mis viejos los guardaban, era algo normal hasta que supe que era por expreso pedido de mi abuela que no quedasen juguetes en el patio, a lo mejor le gustaba tenerlo todo ordenado.

Ya un poco más grande y solo si necesitaba dinero me acercaba a la casa de mi abuela, ella siempre nos consentía bastante y no le sobraba, pero mi abuelo le había dejado sus ahorros de toda la vida y la pensión que cobraba era para los impuestos, el resto podía darse el lujo de pagarnos lo que quisiéramos.
Una noche, cuando yo estaba de novio, me acerque a su casa para pedirle algo y así poder invitar a mi novia al boliche y pasar un rato juntos, no piensen mal, no era que entraba y le pedía de una, estaba un buen rato hablaba con ella le hacía compañía y como siempre, se daba cuenta de la situación no me preguntaba cuanto necesitaba, siempre bajo su almohada estaba su monedero, sacaba la plata y me la entregaba con el puño cerrado para que yo no viese el importe y también era como nuestro juego, yo lo agarraba y ni miraba, lo metía en mi bolsillo y recién podía ver cuando salía de su casa.

Esa misma noche, me senté en la cocina y miraba para la sala, donde estaban los juguetes, luego, casi como acto reflejo me di vuelta para mirar al patio y su gran fondo. Pude observar claramente una figura con ropa blanca y de ojos rojos se perdía en la oscuridad. Me había estado observando.
No voy a negar que sentí miedo, pero como no era la primera vez que me pasaba algo así solo me levante y me fui a la pieza de mi abuela para preguntarle qué pasaba allí.

Comenzó contándome historias de duendes, ustedes ya saben, que viven en los hornos y sus jugarretas, nada de mucha importancia, hasta que antes de comentarle lo que vi en la higuera. Ella solo comenzó su relato con lo que según las creencias, la planta de higos, se cree que es una planta del diablo, lugar de juego de los duendes, si alguien quiere pactar solo debe presentarse ahí a las 12 en punto, a esa altura ya sabía que algo no andaba bien.
Me contó que antiguamente, cuando la casa ya estaba casi terminada, mi abuelo solía tener como una especie de cantina adelante y una noche, el con varios de sus clientes y amigos se embriagaron hasta casi perder el conocimiento, en esa época el baño era un pozo ciego en el fondo de la misma, casi al lado de la higuera, si, debía ser terrorífico ir al baño de madrugada en aquellos años. Pero en la noche que me estaba contando resulta que al otro día una persona amaneció muerta al pie de la higuera, nunca supieron que paso, si fue por el alcohol, una enfermedad o qué, pero esa persona yacía ahí.

Desde aquella oportunidad mi abuelo le haría contado que varias veces le pareció ver a una persona parada al lado de la higuera, vestido de negro y con los ojos totalmente rojos. Ella prefería hacer sus necesidades dentro de la casa, contó que le silbaban, desde la oscuridad le tiraron el cabello y hasta le susurraron su nombre.
Yo estaba a punto de decirle lo que había visto cuando ella me dijo: “-Ese mismo año apareció María”
¿Otra vez ese nombre? ¡Pero quien era!
No me quiso contar mucho al respecto, tal vez a propósito obviaba situaciones o personas, lo hacía casi como si desvariara en lo que contaba.

Concretamente la historia es la siguiente: María se apareció al pie de la higuera, era muy bonita y mi abuela quien nunca tuvo la dicha de tener una hija la adopto como suya, además en su infancia nunca tuvo juguetes, por lo que muy a pesar de ser ya grande, si bien no jugaba con ella le hablaba como si se tratase de algo normal, no dormía con ella pero se podía pasear por toda la casa.
Por si no se dieron cuenta, María era una muñeca, pero algo no cuadraba en lo que me acababa de contar. ¿Cómo podía una muñeca pasearse por la casa?
La deje descansar, me di cuenta de que mientras hablaba, a cada rato miraba a la ventana que casualmente da hacia el patio, como esperando ver a alguien y no era una mirada de esperanza, más bien le preocupaba.

Ya esta situación me estaba molestando pero como todo joven lo olvidé pronto. Pasaron varios años y mi abuelita comenzó a enfermar, mi viejo no tuvo otra que hacerla internar. Con mis hermanos nos turnábamos para acompañarla, yo ya me había casado y mi hija acababa de cumplir los 4 años. En sus ratos de lucidez hablábamos de la infancia de mi viejo, de mi abuelo, al que si bien conocí de muy chico nunca pude recordarlo.
Todavía recuerdo la última noche con mi abuela, había mejorado notablemente, estábamos charlando muy animadamente, nos reíamos de sus anécdotas, era todo en un ambiente muy tranquilo. Antes de que nos quedemos solos había estado mi mujer con mi niña, la hicimos sentar en su falda, ella se sentía muy feliz de tener una nena en sus brazos, lo podía ver en sus ojos, casi con lágrimas se despidió y ya se acostó, yo comencé a acomodarme en la silla, no iba a dormirme en seguida, así que empecé a leer una revista.

No tuve en cuenta que ella seguía despierta, tenía una mirada como de preocupación, le pregunte que le pasaba pensando que ya tenía ganas de que le dieran el alta. Esta vez, ella comenzó el relato.
Primero me pidió que conserváramos la casa, el recuerdo valía más que cualquier dinero, después hablo que en sueños vio a su esposo, quien le pedía que vaya con el (en ese momento me sumí en una gran tristeza, aunque no lo dije, sabía que se estaba despidiendo) por ultimo me dijo que María está muy triste, porque ya no era su consentida y que ella no quería a los chicos, por eso la tuvo que encerrar en el fondo, por eso nadie llega hasta ahí.

No tuve tiempo de procesar lo ocurrido, al otro día ella no reacciono, estuvo una semana y cuando el doctor nos dijo que era cuestión de tiempo, esa misma noche dejo de luchar.
Días después del velorio, con mis hermanos nos pusimos de acuerdo para ir a limpiar la casa, como no podíamos ir todos juntos el mismo día, nos turnábamos y asignábamos sectores para limpiar.
El último día estuvimos todos, menos mi viejo, obviamente por el dolor que le causaba todo lo ocurrido recientemente.
Empezamos macheteando lo que era maleza íbamos por los bordes para dejar lo más pesado para el ultimo, cuando vi la piecita se me erizo la piel, no quise decir nada, solo esperaba a que alguien la quisiera abrir, porque yo no me animaba y también la curiosidad me mataba.

La puerta no tenía manija. Solo la rodeaba una cadena con un gran candado del que seguramente no habría llave, además de que por el paso de los años estaba muy viejo.
Uno de mis hermanos se dispuso a abrir la pieza, pero yo tímidamente le dije que lo dejara así, tal vez las cosas guardadas allí eran tan viejas que ya ni servirían o a lo mejor sería un nido de ratas o vaya uno a saber qué.
No se rieron de mí, pero ellos también sabían que no nos dejaban acercarnos a ese lugar, mi abuela también se los había dicho (después sabría que no todo) ya somos grandes como para andar con chiquilinadas dijeron y con un golpe seco forzaron el candado.

Lo único que pude hacer fue pararme de frente para ver que había ahí, mis hermanos comenzaron a sacar todo del interior. Ropa vieja, cajas con muchas cosas inservibles herramientas, pero una destacaba del resto, era vieja, llena de tierra pero a diferencia del resto no estaba rota, solo había acumulado tierra, pareciera que ni las cucarachas la hubieran tocado. Como cazadores de tesoros mis hermanos empezaron a abrir las cajas, a buscar algo valioso ahí dentro después de años de encierro, yo solamente agarre la caja grande pero no podía abrirla.
Me miraban como si yo escondiera algo o como si supiera que dentro de esa caja hubiera lo único valioso de esa pieza.
No sé cómo, no lo recuerdo, pero nuestras mujeres se acercaron a ver qué pasaba, de la mano de mi esposa mi hija me abrazo la pierna y señalaba la caja, ante la insistencia de todos tuve que abrirla. Dentro estaba una muñeca de porcelana, el tiempo no había pasado para ella, la ropa presentaba algunas manchas pero lo que era el pelo, la pintura y los detalles estaban impecables.

Juro que no me detuve a pensar en la muñeca, mi hija solo la señalaba y me la pedía, por supuesto nadie se opuso a que ella la tuviera, pero no podía dársela así nomas, había que lavar la ropita, limpiar la muñeca y recién entregársela.
Mi esposa hizo el trabajo, la llevamos a mi casa, no pasó nada, la alegría de mi hija era inmensa. Pasaron meses hasta que me percaté de que las llaves de mi auto no estaban donde las dejaba usualmente, mis cosas desaparecían y volvían a aparecer rato más tarde pero en otro lugar. Soy una persona muy meticulosa con sus cosas, por lo que estos detalles no los pasaba por alto, un día medio cansado le reclame a mi mujer lo sucedido, ante su negativa so lo quedaba retar a mi hija, ella por supuesto se negó en todo momento.
En una oportunidad, me había quedado con unos compañeros a tomar unas cervezas después de un partido, no, no estaba pasado de copas, usualmente no soy de tomar hasta emborracharme, llegue a mi casa y al entrar oí risas que venían de la pieza de mi nena, abrí la puerta pero no pasaba nada, ella estaba profundamente dormida.

En otra oportunidad deje mis llaves donde siempre, no pasaron ni 10 minutos que tuve que salir de urgencia a mi trabajo, las llaves ya no estaban en su lugar, las busque por todos lados, ya me estaba desesperando al mismo tiempo que comenzaba a enojarme. Me dirigí hacia donde estaba jugando mi hija, ella estaba jugando a la cocinita ensimismada en su mundo, solo pude ver mis llaves al lado de la muñeca de porcelana. No pensé en nada más, solo en ir rápido a donde me necesitaban.
Habían noches en las que podía escuchar como si alguien caminara como recorriendo mi casa.
La cosa se puso peor cuando vi como mi hijita tenía una marca en la pierna como si alguien o algo la hubiera arañado, primero pensé que había pasado en el colegio pero no, hable con mi señora y estaba tan sorprendida como yo, no me quedo otra que hablar con ella, mientras la interrogaba note como se ponía nerviosa, pensé en 10.000 cosas y me asustaba pensar en lo que estaba pasando, con lo que uno ve en las noticias realmente pasaron muchas cosas por mi cabeza.

Mi hija eludía las preguntas, me ponía cada vez peor hasta que dijo algo en voz baja que me dejo helado… “- No quiero que la Mari me escuche”.
¿Mari? ¿Quién es Mari? Solo miro para el rincón donde estaba la muñeca, en ese momento recordé todo. Mi abuela, sus historias, porque no debíamos abrir la pieza de adobe y por sobre todas las cosas, Mari… María…
No iba a quitarle la muñeca a mi hija, solo espere a que ella se durmiera para poder sacarla y así evitaría que ella llorara o lo que sea que pase, la metí en una bolsa de tela y la ate, acto seguido la deje en el baúl de mi auto, al otro día la llevaría a donde tenía que quedarse.
Apenas Salí de mi trabajo llame a mi esposa y le dije que tardaría unos 20 minutos por otras cosas que tenía que hacer, fui a la feria y compre un candado y me fui a la casa de mi abuela, afortunadamente tengo un duplicado de la puerta, por lo que entrar no era problema. Al bajar de mi auto abrí el capó, juro haber atado la bolsa. Pero sin embargo ahí estaba la muñeca sentada, fuera de la bolsa ya hasta me daba miedo tocarla. Sentí mucho más miedo al entrar a la casa, sentía una presencia, me asusta decir que probablemente era mi abuela, trate de no mirar a ningún lado, podía percibir que me estaban mirando, lo más rápido que pude agarre a esa cosa, la volví a meter en la bolsa ajuste el nudo con todas mis fuerzas y la tire dentro de la pieza.

Me temblaban las manos, escuchaba ruidos, pensaba que se estaba desatando, que algo me estaba asechando el corazón me latía casi como queriendo salirse de mi pecho, no sé cómo, pero logre pasar la cadena de lado a lado y cerré todo con el candado, como un acto reflejo tire las llaves del candado para que nadie pudiera abrirlo, tenía las manos sucias de tanta tierra pegada producto de mi intenso sudor, apenas le di la espalda al lugar supe que no debía mirar hacia atrás, tenía que salir lo más rápido posible, recuerdo que pensaba en salir corriendo pero del miedo solo caminaba, juro por Dios que podía sentir a alguien o algo que estaba a punto de agarrarme. Me sentí aliviado de llegar a la calle, cerré la puerta y jure nunca volver solo a la casa. En ese momento no sabía que me estaba equivocando…

Esa noche no dormí nada bien, tuve pesadillas, todas relacionadas con María (si, era una muñeca pero a estas alturas ya no sabía cómo llamarla) podía escuchar pasos en mi casa, primero pensé que era producto de mi sueño o la terrible vivencia me hacía retumbar todo en mi cabeza, no estaba tranquilo, no hacia otra cosa más que pensar.
Me levante al baño, quería pegarme una ducha, tal vez así conciliaría el sueño, podría descansar, en el momento que me disponía a quitarme la ropa escuche que alguien caminaba y se reía. Salí con mucho miedo y comencé a recorrer mi casa, no alce la voz porque dentro mío ya asumía lo que pasaba. Camine por todos lados y no encontré nada, por un instante me tranquilice, ya no pensaba en bañarme, volví a apagar la luz del baño y pude ver con claridad como del agua en el piso salían huellas como de pisada de un niño.

Corrí hasta la pieza de mi hija y ella está dormida, le toque los pies para asegurarme que no fuera ella y no había forma de que fuera ella, después de unos segundos me percaté de que las huellas eran más pequeñas de las que podría hacer mi hija. En ese momento se oyó como caía un juego de llaves, en el piso de la cocina estaban las llaves de mi vehículo pero en el llavero había dos llaves más que yo nunca tuve. Todavía recuerdo el escalofrío que me recorrió todo el cuerpo al ver que esas llaves eran del candado donde había encerrado a la muñeca.
Tenía mucho miedo, pero no podía permitir que la situación siguiera. Agarre un rosario bendecido que mi señora tiene y agua bendita que le había dado mi suegra, con todo y eso no me sentía protegido, me sentía como si tuviese 10 años. Me arme de valor y volví a la casa de mi abuela, sabia a lo que me enfrentaba, pero como dije antes, no podía dejar que esto siga. Entre rezando, prendí todas las luces, para ir al fondo lleve una de mis linternas más potentes, recuerdo haber estado más de 5 minutos intentando meter la llave en el candado, recuerdo oír pasos a mi alrededor. Cuando por fin pude abrir la puerta, ahí estaba, nuevamente fuera de la bolsa, mientras la insultaba comencé a cavar un pozo ahí nomás, rezaba, la miraba y la insultaba.

Una vez logrado el objetivo me dispuse a rezarle como si de un entierro se tratase, esta vez, la bolsa la dejaría abajo como una especie de colchón y con mucho cuidado la puse en el pozo, seguía rezando y no le sacaba la vista de encima, para terminar con todo de una maldita vez le tire un poco de agua bendita mientras le rezaba, en ese preciso momento se escuchó claramente como si la porcelana se rajara, no me atreví a alzarla para ver donde se había roto. Segundos antes de comenzar a enterrarla pude ver como de entre su ropa salían muchas hormigas negras, me impresiono ver eso, pero interiormente sabía que todo había terminado.
Volví a mi casa y me dormí ya del cansancio, pasaron los días y ya no pasaba nada en especial, con el tiempo me auto convencí de que nada había pasado hasta hace unos días, en el que fui a visitar la tumba de mi abuela.

Mientras le dejaba flores y limpiaba el lugar llego justo una vecina, me saludo con mucho afecto, charlamos de lo amigas que eran y de lo mucho que se hacía extrañar.
No recuerdo como salió el tema de conversación, pero yo escucho tu programa todos los viernes y esta señora casualmente también, en el momento que hablábamos del programa, justo un momento antes de despedirme esta señora me dijo que le pase misa a mi abuela, porque en estos últimos días ella escucha como que una mujer llora, el sonido proviene de la casa de mi abuela, algunas veces el llanto es más fuerte en la madrugada y proviene del fondo...

Fuente: Anónimo
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Cuento de terror : La hora de pagar

Encontramos este cuento anónimo de terror en Internet llamado "La hora de pagar" y lo compartimos con ustedes. Ideal para leer antes de dormir. Si se atreven.

Cuento de terror : La hora de pagar

Cuento de terror : La hora de pagar

Cuando éramos niños, con mi hermano jugábamos en una hacienda abandonada, y como podrán imaginar, teníamos el mundo a nuestro alcance.

Un día éramos piratas, al día siguiente astronautas, y así transcurrió nuestro día a día, la verdad no puedo quejarme, fue una infancia feliz.

Por alguna razón todo en mi vida me salió de maravilla. En mi familia, me dicen el suertudo, siempre fui al que todo se le dio para bien. En cambio, a mi hermano no le fue tan bien.

Él, logro poner su negocio, y no una sola vez, sino varias veces, pero por algún motivo, no prosperó como podría haberlo hecho.

Cierto día, mi hermano me invitó a cenar, acepté con agrado, fuimos con mi esposa y mis hijos, y todo se desarrolló de la mejor manera.

Cuando terminamos de cenar, las mujeres se fueron a lo suyo, mi hermano llevo a la mesa un par de cervezas, me entrego una, y me dijo: “sígueme, vamos a afuera para hablar de los viejos tiempos”.

-¿Recuerdas cuando jugábamos en la hacienda abandonada?

-Claro, le respondí, de hecho, recuerdo que en una ocasión, en unos charcos había ranas, y pasamos horas atrapándolas.

-Sabes, hay algo que quise preguntarte siempre, pero no encontré jamás el momento oportuno.

-Bueno, le respondí, pues ese momento, es ahora, habla o calla para siempre, ja, ja, ja.

-La última vez que jugamos en la hacienda, dime … ¿qué te sucedió allí que saliste corriendo?.

-No lo sé, no lo recuerdo, lo único que viene a mi mente es esta medalla, mira, aún la tengo conmigo después de tantos años.

-Recuerdo que en aquella oportunidad, saliste corriendo de la hacienda con cara de pánico, como si algo te hubiese asustado, y llevabas colgando esa medalla, que nunca te había visto, pero no hablaste de ello cuando regresamos a casa.

-De verdad, no puedo recordar que ocurrió, pero dime …

¿porqué me preguntas eso?.

-Ven conmigo hermano, te mostraré algo.

Entramos a la casa, fuimos a su oficina, y me mostró algo que me dejó intranquilo, de hecho, algo preocupado. En su ordenador, tenía la extraña historia de la “HACIENDA LOS TRES GIRASOLES”, donde jugábamos de niños.

Esa hacienda, había pertenecido a una familia acaudalada, con un pasado oscuro, y lleno de desgracias.

Se rumoreaba que esa familia había hecho un pacto con una anciana, que consistía en entregarle algo muy preciado para la familia, y a cambio, ellos jamás padecerían penas, ni contrariedades económicas.

Se dice que aceptaron ese trato, la anciana les entrego una medalla, y jamás volvieron a saber de ella, hasta el día en que la medalla se perdió.

Esa misma noche la anciana llegó a la hacienda, y se veía exactamente igual a pesar de haber pasado 28 años, desde que acordaron ese maldito trato.

Mi esposa, me sacó de la inquietante historia que acababa de conocer, cuando entró a la oficina donde estábamos, mirándome con esa cara impaciente que no deja dudas, para entender que era hora de irnos.

Nos despedimos, subimos al auto, y emprendimos el regreso. En el camino, aprovechando que los niños se durmieron, le conté a mi esposa lo que estábamos viendo en la oficina de mi hermano, me miro, se sonrió, y me dijo … ¿supongo que no crees en esas supercherías verdad?, claro que no -le dije- , pero no puedo negar que me hizo pensar en algunas cosas, me surgieron algunas imágenes confusas que me inquietan.

Llegamos a casa, subimos a los niños a su cuarto, los acostamos, y los arropamos.

Mi esposa me tomo de la mano, y me dijo … ¡ven mi rey, que mami te haré olvidar lo que viste, y que te perturba!.
En nuestra habitación, comencé a besarla, la tome por la cintura, la levante para que pasara sus piernas por mi cadera, y sin dejar de besarla, la lleve a la cama.

Desabroché su blusa, y al quitársela noté una vez más, lo afortunado que soy al tener una mujer tan hermosa.

Dulcemente la despojé de su sostén, y quedaron libres sus bellos senos, que si bien han sido fuente de vida de mis hijos, no perdieron su firmeza y su suavidad.

Con la sabiduría que dá la madurez, me quitó la camisa sin problemas, me ayudo con el pantalón, y de forma lenta y sensual me sacó la ropa interior.

Yo hice lo propio con su falda, y sus medias, y dude en quitarle sus bragas blancas de encaje porque me enloquecen, pero igualmente terminaron en el piso.

Estábamos a punto, y me detuvo solo para quitarme la medalla diciéndome ... “esto me estorba”.

En plenitud, pude al fin estar dentro suyo, me rodeó la cintura con sus piernas largas, y nos fundimos en ese ritmo ardiente que nos lleva al éxtasis. Luego giramos sobre la cama, ella quedo sobre mi, erguida, y pude contemplar otra vez la hermosura de mi reina, que comenzó a mover su cintura frenéticamente, al tiempo que se inclinó para besarme.

En este fuego cruzado, mágico, que sublima el amor sincero, pasamos varias horas, hasta que el cansancio nos venció, y nos quedamos dormidos, estrechados en un abrazo.

Al día siguiente, salí a toda prisa para la oficina pero tenía la sensación de que algo me había olvidado.

Pasó una semana, y las cosas cambiaron drásticamente en mi vida, las ventas comenzaron a bajar significativamente, y surgieron problemas serios con mis empleados.

Varios clientes de años, sin una causa concreta, cerraron de pronto su cuenta con mi empresa. En mi oficina me asaltaron, y se llevaron una suma de dinero muy fuerte que diezmó significativamente mi capital.

Como capricho del destino, y sin darme respiro, mi vida, mis negocios, TODO, iba de mal en peor.

Luego, mi hijo de cuatro años enfermó, y según los médicos no era para preocuparse. Así pasó dos meses, sin mejora alguna, hasta ese día terrible en que regresamos del hospital con mi hijo desahuciado por la ciencia, pues no se sabía cuál era la enfermedad que lo estaba consumiendo.

Ese mismo día, y en medio de un drama familiar, tocaron a mi puerta, y enseguida fui a atender para correr a la inoportuna visita, pero no pude hacerlo porque se trataba de pobre anciana que no tenía idea de quien era. Sin embargo, la presencia de esta anciana, me congeló la sangre, me hizo temblar, me dio pánico.

¡Hola David!, dijo la señora. ¡Veo que perdiste algo, y ya es tiempo de cobrar lo que me debes!

Toqué mi pecho, un sudor frió recorrió mi espalda, y mi angustia fue enorme. Entre corriendo desesperadamente, busqué la medalla, no pude encontrarla, y el grito desgarrador de mi esposa me sorprendió. Paso lo peor, mi niño, el más pequeño, había fallecido.

Al regresar a la puerta, la anciana me sonrió, y me dijo … ¡Tu deuda conmigo saldada está, la medalla conmigo se va, si la quieres de vuelta sabes dónde estará, de su poder enterado estás, y también del precio que deberás pagar!.

Cuentan los vecinos que al señor David, lo encontraron colgado en su cochera, seguramente no tuvo el valor de decirle a su amada esposa, que por su culpa, su hijo más pequeño había fallecido .

Tal vez, esta sea la misma suerte que corrió la familia de la Estancia los Tres Girasoles.

Nunca olvides que los demonios se aprovechan de la inocencia de las personas, el mal jamás duerme, solo está al asecho de algún pobre incauto vulnerable.

Fuente: Internet
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