Encontramos este cuento anónimo de terror en Internet llamado "La hora de pagar" y lo compartimos con ustedes. Ideal para leer antes de dormir. Si se atreven.
Cuando éramos niños, con mi hermano jugábamos en una hacienda abandonada, y como podrán imaginar, teníamos el mundo a nuestro alcance.
Un día éramos piratas, al día siguiente astronautas, y así transcurrió nuestro día a día, la verdad no puedo quejarme, fue una infancia feliz.
Por alguna razón todo en mi vida me salió de maravilla. En mi familia, me dicen el suertudo, siempre fui al que todo se le dio para bien. En cambio, a mi hermano no le fue tan bien.
Él, logro poner su negocio, y no una sola vez, sino varias veces, pero por algún motivo, no prosperó como podría haberlo hecho.
Cierto día, mi hermano me invitó a cenar, acepté con agrado, fuimos con mi esposa y mis hijos, y todo se desarrolló de la mejor manera.
Cuando terminamos de cenar, las mujeres se fueron a lo suyo, mi hermano llevo a la mesa un par de cervezas, me entrego una, y me dijo: “sígueme, vamos a afuera para hablar de los viejos tiempos”.
-¿Recuerdas cuando jugábamos en la hacienda abandonada?
-Claro, le respondí, de hecho, recuerdo que en una ocasión, en unos charcos había ranas, y pasamos horas atrapándolas.
-Sabes, hay algo que quise preguntarte siempre, pero no encontré jamás el momento oportuno.
-Bueno, le respondí, pues ese momento, es ahora, habla o calla para siempre, ja, ja, ja.
-La última vez que jugamos en la hacienda, dime … ¿qué te sucedió allí que saliste corriendo?.
-No lo sé, no lo recuerdo, lo único que viene a mi mente es esta medalla, mira, aún la tengo conmigo después de tantos años.
-Recuerdo que en aquella oportunidad, saliste corriendo de la hacienda con cara de pánico, como si algo te hubiese asustado, y llevabas colgando esa medalla, que nunca te había visto, pero no hablaste de ello cuando regresamos a casa.
-De verdad, no puedo recordar que ocurrió, pero dime …
¿porqué me preguntas eso?.
-Ven conmigo hermano, te mostraré algo.
Entramos a la casa, fuimos a su oficina, y me mostró algo que me dejó intranquilo, de hecho, algo preocupado. En su ordenador, tenía la extraña historia de la “HACIENDA LOS TRES GIRASOLES”, donde jugábamos de niños.
Esa hacienda, había pertenecido a una familia acaudalada, con un pasado oscuro, y lleno de desgracias.
Se rumoreaba que esa familia había hecho un pacto con una anciana, que consistía en entregarle algo muy preciado para la familia, y a cambio, ellos jamás padecerían penas, ni contrariedades económicas.
Se dice que aceptaron ese trato, la anciana les entrego una medalla, y jamás volvieron a saber de ella, hasta el día en que la medalla se perdió.
Esa misma noche la anciana llegó a la hacienda, y se veía exactamente igual a pesar de haber pasado 28 años, desde que acordaron ese maldito trato.
Mi esposa, me sacó de la inquietante historia que acababa de conocer, cuando entró a la oficina donde estábamos, mirándome con esa cara impaciente que no deja dudas, para entender que era hora de irnos.
Nos despedimos, subimos al auto, y emprendimos el regreso. En el camino, aprovechando que los niños se durmieron, le conté a mi esposa lo que estábamos viendo en la oficina de mi hermano, me miro, se sonrió, y me dijo … ¿supongo que no crees en esas supercherías verdad?, claro que no -le dije- , pero no puedo negar que me hizo pensar en algunas cosas, me surgieron algunas imágenes confusas que me inquietan.
Llegamos a casa, subimos a los niños a su cuarto, los acostamos, y los arropamos.
Mi esposa me tomo de la mano, y me dijo … ¡ven mi rey, que mami te haré olvidar lo que viste, y que te perturba!.
En nuestra habitación, comencé a besarla, la tome por la cintura, la levante para que pasara sus piernas por mi cadera, y sin dejar de besarla, la lleve a la cama.
Desabroché su blusa, y al quitársela noté una vez más, lo afortunado que soy al tener una mujer tan hermosa.
Dulcemente la despojé de su sostén, y quedaron libres sus bellos senos, que si bien han sido fuente de vida de mis hijos, no perdieron su firmeza y su suavidad.
Con la sabiduría que dá la madurez, me quitó la camisa sin problemas, me ayudo con el pantalón, y de forma lenta y sensual me sacó la ropa interior.
Yo hice lo propio con su falda, y sus medias, y dude en quitarle sus bragas blancas de encaje porque me enloquecen, pero igualmente terminaron en el piso.
Estábamos a punto, y me detuvo solo para quitarme la medalla diciéndome ... “esto me estorba”.
En plenitud, pude al fin estar dentro suyo, me rodeó la cintura con sus piernas largas, y nos fundimos en ese ritmo ardiente que nos lleva al éxtasis. Luego giramos sobre la cama, ella quedo sobre mi, erguida, y pude contemplar otra vez la hermosura de mi reina, que comenzó a mover su cintura frenéticamente, al tiempo que se inclinó para besarme.
En este fuego cruzado, mágico, que sublima el amor sincero, pasamos varias horas, hasta que el cansancio nos venció, y nos quedamos dormidos, estrechados en un abrazo.
Al día siguiente, salí a toda prisa para la oficina pero tenía la sensación de que algo me había olvidado.
Pasó una semana, y las cosas cambiaron drásticamente en mi vida, las ventas comenzaron a bajar significativamente, y surgieron problemas serios con mis empleados.
Varios clientes de años, sin una causa concreta, cerraron de pronto su cuenta con mi empresa. En mi oficina me asaltaron, y se llevaron una suma de dinero muy fuerte que diezmó significativamente mi capital.
Como capricho del destino, y sin darme respiro, mi vida, mis negocios, TODO, iba de mal en peor.
Luego, mi hijo de cuatro años enfermó, y según los médicos no era para preocuparse. Así pasó dos meses, sin mejora alguna, hasta ese día terrible en que regresamos del hospital con mi hijo desahuciado por la ciencia, pues no se sabía cuál era la enfermedad que lo estaba consumiendo.
Ese mismo día, y en medio de un drama familiar, tocaron a mi puerta, y enseguida fui a atender para correr a la inoportuna visita, pero no pude hacerlo porque se trataba de pobre anciana que no tenía idea de quien era. Sin embargo, la presencia de esta anciana, me congeló la sangre, me hizo temblar, me dio pánico.
¡Hola David!, dijo la señora. ¡Veo que perdiste algo, y ya es tiempo de cobrar lo que me debes!
Toqué mi pecho, un sudor frió recorrió mi espalda, y mi angustia fue enorme. Entre corriendo desesperadamente, busqué la medalla, no pude encontrarla, y el grito desgarrador de mi esposa me sorprendió. Paso lo peor, mi niño, el más pequeño, había fallecido.
Al regresar a la puerta, la anciana me sonrió, y me dijo … ¡Tu deuda conmigo saldada está, la medalla conmigo se va, si la quieres de vuelta sabes dónde estará, de su poder enterado estás, y también del precio que deberás pagar!.
Cuentan los vecinos que al señor David, lo encontraron colgado en su cochera, seguramente no tuvo el valor de decirle a su amada esposa, que por su culpa, su hijo más pequeño había fallecido .
Tal vez, esta sea la misma suerte que corrió la familia de la Estancia los Tres Girasoles.
Nunca olvides que los demonios se aprovechan de la inocencia de las personas, el mal jamás duerme, solo está al asecho de algún pobre incauto vulnerable.
Fuente: Internet
Read More
Cuento de terror : La hora de pagar
Cuando éramos niños, con mi hermano jugábamos en una hacienda abandonada, y como podrán imaginar, teníamos el mundo a nuestro alcance.
Un día éramos piratas, al día siguiente astronautas, y así transcurrió nuestro día a día, la verdad no puedo quejarme, fue una infancia feliz.
Por alguna razón todo en mi vida me salió de maravilla. En mi familia, me dicen el suertudo, siempre fui al que todo se le dio para bien. En cambio, a mi hermano no le fue tan bien.
Él, logro poner su negocio, y no una sola vez, sino varias veces, pero por algún motivo, no prosperó como podría haberlo hecho.
Cierto día, mi hermano me invitó a cenar, acepté con agrado, fuimos con mi esposa y mis hijos, y todo se desarrolló de la mejor manera.
Cuando terminamos de cenar, las mujeres se fueron a lo suyo, mi hermano llevo a la mesa un par de cervezas, me entrego una, y me dijo: “sígueme, vamos a afuera para hablar de los viejos tiempos”.
-¿Recuerdas cuando jugábamos en la hacienda abandonada?
-Claro, le respondí, de hecho, recuerdo que en una ocasión, en unos charcos había ranas, y pasamos horas atrapándolas.
-Sabes, hay algo que quise preguntarte siempre, pero no encontré jamás el momento oportuno.
-Bueno, le respondí, pues ese momento, es ahora, habla o calla para siempre, ja, ja, ja.
-La última vez que jugamos en la hacienda, dime … ¿qué te sucedió allí que saliste corriendo?.
-No lo sé, no lo recuerdo, lo único que viene a mi mente es esta medalla, mira, aún la tengo conmigo después de tantos años.
-Recuerdo que en aquella oportunidad, saliste corriendo de la hacienda con cara de pánico, como si algo te hubiese asustado, y llevabas colgando esa medalla, que nunca te había visto, pero no hablaste de ello cuando regresamos a casa.
-De verdad, no puedo recordar que ocurrió, pero dime …
¿porqué me preguntas eso?.
-Ven conmigo hermano, te mostraré algo.
Entramos a la casa, fuimos a su oficina, y me mostró algo que me dejó intranquilo, de hecho, algo preocupado. En su ordenador, tenía la extraña historia de la “HACIENDA LOS TRES GIRASOLES”, donde jugábamos de niños.
Esa hacienda, había pertenecido a una familia acaudalada, con un pasado oscuro, y lleno de desgracias.
Se rumoreaba que esa familia había hecho un pacto con una anciana, que consistía en entregarle algo muy preciado para la familia, y a cambio, ellos jamás padecerían penas, ni contrariedades económicas.
Se dice que aceptaron ese trato, la anciana les entrego una medalla, y jamás volvieron a saber de ella, hasta el día en que la medalla se perdió.
Esa misma noche la anciana llegó a la hacienda, y se veía exactamente igual a pesar de haber pasado 28 años, desde que acordaron ese maldito trato.
Mi esposa, me sacó de la inquietante historia que acababa de conocer, cuando entró a la oficina donde estábamos, mirándome con esa cara impaciente que no deja dudas, para entender que era hora de irnos.
Nos despedimos, subimos al auto, y emprendimos el regreso. En el camino, aprovechando que los niños se durmieron, le conté a mi esposa lo que estábamos viendo en la oficina de mi hermano, me miro, se sonrió, y me dijo … ¿supongo que no crees en esas supercherías verdad?, claro que no -le dije- , pero no puedo negar que me hizo pensar en algunas cosas, me surgieron algunas imágenes confusas que me inquietan.
Llegamos a casa, subimos a los niños a su cuarto, los acostamos, y los arropamos.
Mi esposa me tomo de la mano, y me dijo … ¡ven mi rey, que mami te haré olvidar lo que viste, y que te perturba!.
En nuestra habitación, comencé a besarla, la tome por la cintura, la levante para que pasara sus piernas por mi cadera, y sin dejar de besarla, la lleve a la cama.
Desabroché su blusa, y al quitársela noté una vez más, lo afortunado que soy al tener una mujer tan hermosa.
Dulcemente la despojé de su sostén, y quedaron libres sus bellos senos, que si bien han sido fuente de vida de mis hijos, no perdieron su firmeza y su suavidad.
Con la sabiduría que dá la madurez, me quitó la camisa sin problemas, me ayudo con el pantalón, y de forma lenta y sensual me sacó la ropa interior.
Yo hice lo propio con su falda, y sus medias, y dude en quitarle sus bragas blancas de encaje porque me enloquecen, pero igualmente terminaron en el piso.
Estábamos a punto, y me detuvo solo para quitarme la medalla diciéndome ... “esto me estorba”.
En plenitud, pude al fin estar dentro suyo, me rodeó la cintura con sus piernas largas, y nos fundimos en ese ritmo ardiente que nos lleva al éxtasis. Luego giramos sobre la cama, ella quedo sobre mi, erguida, y pude contemplar otra vez la hermosura de mi reina, que comenzó a mover su cintura frenéticamente, al tiempo que se inclinó para besarme.
En este fuego cruzado, mágico, que sublima el amor sincero, pasamos varias horas, hasta que el cansancio nos venció, y nos quedamos dormidos, estrechados en un abrazo.
Al día siguiente, salí a toda prisa para la oficina pero tenía la sensación de que algo me había olvidado.
Pasó una semana, y las cosas cambiaron drásticamente en mi vida, las ventas comenzaron a bajar significativamente, y surgieron problemas serios con mis empleados.
Varios clientes de años, sin una causa concreta, cerraron de pronto su cuenta con mi empresa. En mi oficina me asaltaron, y se llevaron una suma de dinero muy fuerte que diezmó significativamente mi capital.
Como capricho del destino, y sin darme respiro, mi vida, mis negocios, TODO, iba de mal en peor.
Luego, mi hijo de cuatro años enfermó, y según los médicos no era para preocuparse. Así pasó dos meses, sin mejora alguna, hasta ese día terrible en que regresamos del hospital con mi hijo desahuciado por la ciencia, pues no se sabía cuál era la enfermedad que lo estaba consumiendo.
Ese mismo día, y en medio de un drama familiar, tocaron a mi puerta, y enseguida fui a atender para correr a la inoportuna visita, pero no pude hacerlo porque se trataba de pobre anciana que no tenía idea de quien era. Sin embargo, la presencia de esta anciana, me congeló la sangre, me hizo temblar, me dio pánico.
¡Hola David!, dijo la señora. ¡Veo que perdiste algo, y ya es tiempo de cobrar lo que me debes!
Toqué mi pecho, un sudor frió recorrió mi espalda, y mi angustia fue enorme. Entre corriendo desesperadamente, busqué la medalla, no pude encontrarla, y el grito desgarrador de mi esposa me sorprendió. Paso lo peor, mi niño, el más pequeño, había fallecido.
Al regresar a la puerta, la anciana me sonrió, y me dijo … ¡Tu deuda conmigo saldada está, la medalla conmigo se va, si la quieres de vuelta sabes dónde estará, de su poder enterado estás, y también del precio que deberás pagar!.
Cuentan los vecinos que al señor David, lo encontraron colgado en su cochera, seguramente no tuvo el valor de decirle a su amada esposa, que por su culpa, su hijo más pequeño había fallecido .
Tal vez, esta sea la misma suerte que corrió la familia de la Estancia los Tres Girasoles.
Nunca olvides que los demonios se aprovechan de la inocencia de las personas, el mal jamás duerme, solo está al asecho de algún pobre incauto vulnerable.
Fuente: Internet