Segundo relato de terror, esta vez la historia se llama "Nunca más estaré solo". A disfrutar en una noche aterradora. Mujajaja.
Un día 1 de noviembre de 1988, Julia fue al panteón a visitar la tumba de su padre, la arreglaba y la llenaba de flores. Siempre iba el día primero, porque no le gustaba que hubiera tanta gente, en fin, ese día se sentó en una gran piedra que estaba a un costado de la tumba, casi no había gente, así que se puso a platicar con su padre, de repente detrás de ella estaba un niño como de 8 años.
A ella se le hizo extraño, porque el niño estaba solo y ella le preguntó que hacía ahí, que donde estaban sus padres. El pequeño contestó, que no sabía. -Me dejaron aquí y me siento muy solo, nadie viene a verme ya hace mas de 10 años y sigo solo- cuando ella escucho eso se levanto en seco y un tanto titubeante y con los ojos saltados le preguntó -¿De donde vienes?-
Él con su dedo apuntaba hacia una tumba vieja, y muy descuidada. Julia quiso correr y gritar pero estaba paralizada, no se podía mover, se acercó lentamente a esa tumba y decía el nombre de Pedrito Elizondo, 1968-1976, el niño le dijo: -Yo me llamo Pedrito, ¿Y tú?-
Ella no le contestó, espero un poco para asimilarlo, después de un rato ella pensó a lo mejor necesita ayuda para poder descansar, así que le dijo -¿Que es lo que quieres? y él le contestó -Quiero ver a mi mamá-.
Ella me trataba mal pero no era mala, el hombre con el que se juntó, él si era malo, me lastimaba y me golpeaba. Pero mi madre nunca me creyó, cuando se lo decía no me creía, ella trabajaba todo el tiempo, siempre me dejaba solo con él. Cuando llegaba a casa y me encontraba golpeado, él le mentía, le decía que me había caído jugando o de la bicicleta y ella le creía.
Yo lloraba mucho, desde los cinco años me empezó a maltratar, tanto que a los ocho ya no sentía los golpes o las cosas que él me hacía, un buen día tome un veneno que mamá guardaba para los insectos que había en casa y como no había nadie la oscuridad llegó.
-¡Pobre niño!- exclamó Julia, -¿Y tu mamá donde está?- Pedrito le dijo donde vivían y con detalle lo que había cerca de su casa. -No sé si todavía viva ahí, pero me gustaría verla de nuevo. ¿Me puedes ayudar para volverla a ver?- le dijo el niño, a lo que ella contestó -No te prometo nada pero lo voy a intentar-.
El niño sonrió y desapareció, ella arregló un poco la tumba de aquel niño y le puso algunas flores que había llevado para su padre y salió de ahí. Ya en su carro, no dejaba de pensar en aquel niño, pobre criatura como le pudieron hacer eso se preguntaba, se le vino a la mente la sonrisa de aquel niño y quiso intentar buscar a su madre. Fue a la dirección que le dijo el niño, encontró una casa vieja que parecía deshabitada pero no lo estaba.
Julia bajo de su coche tocó la puerta, le abrió una señora muy descuidada y le dijo -Disculpe, ¿Usted conoce a Pedrito Elizondo?- la mujer al escuchar ese nombre se soltó en llanto y le dijo a Julia -Si, era mi hijo, hoy cumpliría 20 años, falleció a los ocho ¿Y usted como supo que aquí vivía, Julia le dijo ¿Podemos sentarnos para platicarle?- En eso se escucharon unos gritos de un hombre ebrio, insultándola y queriendo golpearla, Julia como pudo la defendió y la saco de ahí, la subió a su coche y se fueron, se detuvo cerca del panteón en un parque y ahí se sentaron a platicar, Julia le contó lo que pasó ese día en el panteón a lo cual la señora no creía.
Julia le relato todo lo que ese hombre le hacia a su hijo y cuando llegaba a su casa y el niño estaba golpeado. Aquella mujer se soltó en llanto de nuevo. Julia le preguntó porque nunca visitó la tumba de su hijo a lo que ella contestó. -Ese hombre no me dejaba salir, ya ni a trabajar, me tenía encerrada, me golpeaba, hasta ahora que llegó usted, cuando murió mi hijo, él se puso agresivo conmigo, me lastimaba, me usaba, me golpeaba fue cuando entendí que mi hijo decía la verdad pero ya era demasiado tarde.
El estaba muerto por mi culpa por no creerle, Señora, le dijo Julia. -Su hijo está triste, se siente sólo y quiere verla para poder descansar en paz. Vamos, estamos cerca del panteón, la señora dijo, -Necesito pedirle perdón a mi hijo-.
Llegaron al panteón se acercaron a aquella tumba, y ella comenzó a llorar y pedir perdón a gritos a su hijo, ella le decía -Perdóname por no creerte, perdóname por haber metido a un monstruo en nuestra familia-. Julia la vio tan arrepentida que la dejó sola y salió a comprar unas flores para que ella arreglara la tumba del pequeño. No tardo ni 20 minutos en volver, vio a la señora recostada medio cuerpo sobre aquella tumba, pero sin un solo ruido, ni un sollozo, nada. Julia se acercó, le habló pero ella no contestaba, su cabello cubría su cara.
Julia insistía, -¿Se encuentra bien?- levantó su cabello y su rostro tenia una sonrisa. La mujer yacía muerta sobre la tumba de su hijo. Julia no supo que pasó en esos 20 minutos que salió y ya no quiso saber más, reportó el hallazgo a los vigilantes y ellos se encargaron del resto.
Julia salía de ahí, como cuando una ráfaga de viento al silbar, le susurraron al oído -¡Gracias, nunca más estaré solo!- y Julia salió de ahí.
Los siguientes años y en la fecha que visita el panteón, no a vuelto a verlo, solo deja un ramo de flores en su tumba, ya con su madre en ella. Al poner las flores se suelta una ventisca, ella sabe que es Pedrito, que se encuentra feliz, a lado de su madre.
Fuente: Internet
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Relato de terror : Nunca más estaré solo
Un día 1 de noviembre de 1988, Julia fue al panteón a visitar la tumba de su padre, la arreglaba y la llenaba de flores. Siempre iba el día primero, porque no le gustaba que hubiera tanta gente, en fin, ese día se sentó en una gran piedra que estaba a un costado de la tumba, casi no había gente, así que se puso a platicar con su padre, de repente detrás de ella estaba un niño como de 8 años.
A ella se le hizo extraño, porque el niño estaba solo y ella le preguntó que hacía ahí, que donde estaban sus padres. El pequeño contestó, que no sabía. -Me dejaron aquí y me siento muy solo, nadie viene a verme ya hace mas de 10 años y sigo solo- cuando ella escucho eso se levanto en seco y un tanto titubeante y con los ojos saltados le preguntó -¿De donde vienes?-
Él con su dedo apuntaba hacia una tumba vieja, y muy descuidada. Julia quiso correr y gritar pero estaba paralizada, no se podía mover, se acercó lentamente a esa tumba y decía el nombre de Pedrito Elizondo, 1968-1976, el niño le dijo: -Yo me llamo Pedrito, ¿Y tú?-
Ella no le contestó, espero un poco para asimilarlo, después de un rato ella pensó a lo mejor necesita ayuda para poder descansar, así que le dijo -¿Que es lo que quieres? y él le contestó -Quiero ver a mi mamá-.
Ella me trataba mal pero no era mala, el hombre con el que se juntó, él si era malo, me lastimaba y me golpeaba. Pero mi madre nunca me creyó, cuando se lo decía no me creía, ella trabajaba todo el tiempo, siempre me dejaba solo con él. Cuando llegaba a casa y me encontraba golpeado, él le mentía, le decía que me había caído jugando o de la bicicleta y ella le creía.
Yo lloraba mucho, desde los cinco años me empezó a maltratar, tanto que a los ocho ya no sentía los golpes o las cosas que él me hacía, un buen día tome un veneno que mamá guardaba para los insectos que había en casa y como no había nadie la oscuridad llegó.
-¡Pobre niño!- exclamó Julia, -¿Y tu mamá donde está?- Pedrito le dijo donde vivían y con detalle lo que había cerca de su casa. -No sé si todavía viva ahí, pero me gustaría verla de nuevo. ¿Me puedes ayudar para volverla a ver?- le dijo el niño, a lo que ella contestó -No te prometo nada pero lo voy a intentar-.
El niño sonrió y desapareció, ella arregló un poco la tumba de aquel niño y le puso algunas flores que había llevado para su padre y salió de ahí. Ya en su carro, no dejaba de pensar en aquel niño, pobre criatura como le pudieron hacer eso se preguntaba, se le vino a la mente la sonrisa de aquel niño y quiso intentar buscar a su madre. Fue a la dirección que le dijo el niño, encontró una casa vieja que parecía deshabitada pero no lo estaba.
Julia bajo de su coche tocó la puerta, le abrió una señora muy descuidada y le dijo -Disculpe, ¿Usted conoce a Pedrito Elizondo?- la mujer al escuchar ese nombre se soltó en llanto y le dijo a Julia -Si, era mi hijo, hoy cumpliría 20 años, falleció a los ocho ¿Y usted como supo que aquí vivía, Julia le dijo ¿Podemos sentarnos para platicarle?- En eso se escucharon unos gritos de un hombre ebrio, insultándola y queriendo golpearla, Julia como pudo la defendió y la saco de ahí, la subió a su coche y se fueron, se detuvo cerca del panteón en un parque y ahí se sentaron a platicar, Julia le contó lo que pasó ese día en el panteón a lo cual la señora no creía.
Julia le relato todo lo que ese hombre le hacia a su hijo y cuando llegaba a su casa y el niño estaba golpeado. Aquella mujer se soltó en llanto de nuevo. Julia le preguntó porque nunca visitó la tumba de su hijo a lo que ella contestó. -Ese hombre no me dejaba salir, ya ni a trabajar, me tenía encerrada, me golpeaba, hasta ahora que llegó usted, cuando murió mi hijo, él se puso agresivo conmigo, me lastimaba, me usaba, me golpeaba fue cuando entendí que mi hijo decía la verdad pero ya era demasiado tarde.
El estaba muerto por mi culpa por no creerle, Señora, le dijo Julia. -Su hijo está triste, se siente sólo y quiere verla para poder descansar en paz. Vamos, estamos cerca del panteón, la señora dijo, -Necesito pedirle perdón a mi hijo-.
Llegaron al panteón se acercaron a aquella tumba, y ella comenzó a llorar y pedir perdón a gritos a su hijo, ella le decía -Perdóname por no creerte, perdóname por haber metido a un monstruo en nuestra familia-. Julia la vio tan arrepentida que la dejó sola y salió a comprar unas flores para que ella arreglara la tumba del pequeño. No tardo ni 20 minutos en volver, vio a la señora recostada medio cuerpo sobre aquella tumba, pero sin un solo ruido, ni un sollozo, nada. Julia se acercó, le habló pero ella no contestaba, su cabello cubría su cara.
Julia insistía, -¿Se encuentra bien?- levantó su cabello y su rostro tenia una sonrisa. La mujer yacía muerta sobre la tumba de su hijo. Julia no supo que pasó en esos 20 minutos que salió y ya no quiso saber más, reportó el hallazgo a los vigilantes y ellos se encargaron del resto.
Julia salía de ahí, como cuando una ráfaga de viento al silbar, le susurraron al oído -¡Gracias, nunca más estaré solo!- y Julia salió de ahí.
Los siguientes años y en la fecha que visita el panteón, no a vuelto a verlo, solo deja un ramo de flores en su tumba, ya con su madre en ella. Al poner las flores se suelta una ventisca, ella sabe que es Pedrito, que se encuentra feliz, a lado de su madre.
Fuente: Internet