Mentir es un arte... Un arte muy feo que no se debe de hacer, pero al fin un arte.
El artista de la mentira normalmente es nato, es decir, no estudió para mentir y sin embargo le sale muy bien, pero también se puede aprender, al igual que se puede aprender a detectar las mentiras.
¿Cómo ver a través de la máscara?
Hay trucos para hacerlo.
Cada quien tiene su estilo, como en el póker, todos tratan de mentir pero cada uno tiene su modo de ocultar la verdad, pero sí hay algunas reglas generales que pueden servir de guía, estas reglas son muy flexibles así que hay que tener cuidado de no tomarlas como leyes, son simples reglas.
Si alguien dice:
“Si no me quieres creer, no me creas”, está mintiendo.
Es más fácil decir eso y terminar la discusión que elaborar una explicación que justifique la mentira que se acaba de decir, además pasa la bolita de la culpa al otro, porque además la persona se “ofende” porque no le creen.
Si dijese la verdad se esforzaría más en hacer que le crean.
La mentira es más fácil de creer que la verdad.
La verdad necesita de más esfuerzo para ser creída, necesita de pruebas.
La mentira necesita sólo ser dicha para ser tomada como verdad.
Si alguien dice la verdad se esforzará más para que le crean, la verdad es algo valioso y por eso vale el esfuerzo de ser contada y probada.
La mentira no vale nada, por eso no se le dedica tiempo, no se le invierte más aliento más que el necesario para decir frases de mentira.
En general el mentiroso siente culpa y debería sentir vergüenza, pero no siempre es el caso, así que pasa la culpa y la vergüenza a quien le miente, diciendo:
“Me estás llamando mentiroso?”, y lo dicen muy ofendidos con la esperanza de la víctima de la mentira desista de seguir la discusión.
Los interrogatorios de la policía son largos por una razón.
La mentira a la larga no puede sostenerse, se requiere de más esfuerzo mental para mantenerla, a diferencia de la verdad, que no requiere de esfuerzo mental, pero sí de tiempo para explicarse y comprobarse.
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