—Decidáis lo que decidáis, un Lannister nunca será mi rey —declaró Marq Piper.
—¡Ni el mío! —gritó el pequeño Darry—. ¡Ni el mío tampoco!
La gritería empezó de nuevo. Catelyn se sentó, sin esperanza. Había faltado poco. Casi la habían escuchado, casi... pero el momento oportuno había pasado ya. No habría paz, ni tiempo para curar las heridas, ni seguridad. Miró a su hijo, observó cómo escuchaba las discusiones de los señores, con el ceño fruncido, preocupado, pero comprometido con la guerra. Había accedido a casarse con una hija de Walder Frey, pero Catelyn veía bien claro que su verdadera novia era la espada que reposaba sobre la mesa. Pensó en sus hijas, se preguntó si volvería a verlas, y en aquel momento el Gran Jon se puso en pie.
—¡Mis señores! —gritó con una voz que hizo temblar las vigas—. ¡Ved lo que opino de esos dos reyes! —Escupió al suelo—. Para mí Renly Baratheon no significa nada, y Stannis menos aún. ¿Por qué van a reinar sobre mí y sobre los míos, desde un trono florido en Altojardín o Dorne? ¿Qué saben ellos del Muro, o del Bosque de los Lobos, o de los primeros hombres? ¡Si hasta adoran a otros dioses! Y que los Otros se lleven también a los Lannister, ¡estoy harto de ellos! —Se echó la mano a la espalda por encima del hombro, y desenvainó el inmenso espadón—. ¿Por qué no volvemos a gobernarnos a nosotros mismos? Juramos lealtad a los dragones, y los dragones están todos muertos. —Señaló a Robb con la espada—. Éste es el único rey ante el que pienso doblar la rodilla, mis señores —rugió—. ¡El Rey en el Norte! —Y se arrodilló, y puso la espada a los pies de Robb.
—En esos términos sí firmaré la paz —dijo Lord Karstark—. Que se queden con su castillo rojo, y con su silla de hierro. —Sacó la espada de la vaina—. ¡El Rey en el Norte! —exclamó, arrodillándose junto al Gran Jon.
—¡El Rey del Invierno! —dijo Maege Mormont levantándose y poniendo la maza de púas junto a las espadas.
También los señores del río se levantaron, Blackwood, Bracken, Mallister, Casas que Invernalia nunca había gobernado, pero Catelyn vio cómo se levantaban,
desenfundaban las armas, doblaban las rodillas y gritaban los antiguos lemas que no se habían escuchado en el reino desde hacía más de trescientos años, desde que Aegon el Dragón unificara los Siete Reinos... Pero en aquel momento volvían a escucharse, retumbando entre las vigas de la sala de su padre.
—¡El Rey en el Norte!
—¡El Rey en el Norte!
—¡El Rey en el Norte!
Juego de Tronos (Game of Thrones), George RR Martin
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