Herodes Antipas, Tetrarca de Galilea, se casó con Herodias, divorciada ésta de Filipo l, hermano de Antipas.
Este hecho fue de gran escándalo en toda la Galilea, ya que no era lícito según las leyes hebreas, casarse con la que fue, mujer de tu hermano.
Uno de los grandes opositores fue Juan, llamado el Bautista, éste increpaba públicamente a Herodes diciendo:
« No te es lícito tenerla, pues es la mujer de tu hermano».
Por causa de la acusación de Juan el Bautista, Herodes mandó encarcelar al profeta en los calabozos del palacio, pero no se atrevió a nada más, ya que parte del pueblo escuchaba y seguía a Juan.
El día del cumpleaños de Herodes se celebró una gran fiesta en palacio, fueron invitados los más nobles y poderosos personajes de Galilea.
En el gran salón de festejos, después del banquete, con todos los invitados presentes, aparece Salomé ataviada para danzar, bella y seductora.
La hijastra de Herodes Antipas, saluda a los invitados y reverenciándo a su rey, comienza a moverse para él, al son de la música....
Y Salome danzó cual si sus pies descalzos no rozaran los tapices del suelo, giraba sobre si misma, y giraba, haciendo que las ligeras gasas que apenas la cubrían, flotaran a su alrededor dejando entrever su bello cuerpo, comenzó a describir un amplio circulo, rozando con la yema de sus dedos a los absortos invitados, las pulseras de sus brazos, de sus tobillos, tintineaban al son de sus movimientos, sus collares bailaban con ella...se agitaba seductora.
Salomé brillaba, las gotas de sudor perlaban su piel morena, danzaba poseída por el ritmo de tambores, de cítaras y timbales, de pronto..... la música cesó y con un salto cayo de rodillas a los pies de Herodes, sus negros ojos clavados en el rey, sus pechos, brillantes por el sudor, acompañaban su agitada respiración, su boca entreabierta, joven y roja, sonreía provocadora, sus manos en las caderas.
Salomé era toda sensualidad, y lo sabia.
El rey pareció despertar del hipnótico baile, su mirada recorrió el bello cuerpo de la joven Salomé, pareciole estar solo con ella, con voz ronca por el deseo y sin pensarlo dijo;
«Todo lo que pidas, Salomé...te lo juro...lo pondré a tus pies»
Los invitados murmuraban entre asombrados y admirados, unos a otros se decían ¿lo que pida?.
Salomé corrió junto a su madre, Herodias se inclinó y apenas movió los labios junto al oído de su hija.
La joven volvió al centro del gran salón y con falsa modestia dijo : «Mi señor.. o mi rey... sólo una cosa os pediría..la cabeza de Juan.. al que dicen el Bautista.. aquí.. ahora.. si os place.. mi rey y señor».
Herodes Antipas torció su gesto, poniéndose en pie, dirigiose al Capitán de la guardia, enérgico dijo... ¡Hacedlo!.
Al rato un soldado traía, entre murmullos, la cabeza sangrante de aquél, al que habían llamado, el Bautista.
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